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Crónica

¿A dónde vamos a parar?

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La indigencia aumenta mientras la sociedad sigue indolente

Se llamaba Bryan Estiven López Durán, el niño que con su muerte el pasado siete de diciembre tintó de dolor y tristeza el día de velitas.

Se ahogó en la bahía de Santa Marta a un día de cumplir sus quince años de edad, su fallecimiento es el reflejo de un Estado carente de políticas públicas que velen por el bienestar de los niños inmersos en la indigencia.

Hoy fue víctima “el manizalita”, el vendedor de chicles en el Centro Histórico, mañana quizá sea otro menor de los cientos que en Santa Marta viven en situación de calle ante la mirada e indolencia de todos.

El siete de diciembre, día de las velitas, se apagó la luz de vida de Maicol, un niño de la calle que vendía chicles en el Centro Histórico de la ciudad y que murió un día antes de cumplir sus quince años.

De Maicol, a quien llamaban el “manizalita”, no se conocía identidad, no se sabía su nombre, su procedencia y mucho menos su edad. Hasta el nueve de diciembre, dos días después de su fallecimiento, aún era un NN más en la morgue de la ciudad.

Gracias a las redes sociales y al seguimiento de esta casa periodística, la fotografía del cuerpo sin vida del menor a orilla de la playa fue difundida por la página oficial OPINIONCARIBE.COM, con el propósito de encontrar información que permitiera su identificación. La tarea dio resultado.

En enlace con El Diario La Patria de Manizales, el material fotográfico también circuló en sus redes, dando con el paradero de Jorge López quien le manifestó al Diario La Patria, ser el padre del fallecido.

Paralelo a ello, se comunica con OPINIÓN CARIBE Alexandra Camacho, quien actualmente reside en España e informa haber conocido a Maicol en vida mientras vivió en Santa Marta, comprometiéndose en suministrar fotografías del menor en vida, éstas imágenes son suministradas por OPINIÓN CARIBE al periodista Diego Hidalgo del Diario La Patria para la identificación veraz del cuerpo por parte del padre del menor.

Ya identificado Maicol, por parte de su progenitor quien desde hacía siete años no lo veía, la noticia es puesta en conocimiento de la madre Rosalba Durán quien residía en Valledupar, quien decide trasladarse hasta Santa Marta en busca del cuerpo de su hijo.

El manizalita, o Maicol como se presentaba, había sido registrado como Brian Estiven López Durán, el tercero de cuatro hijos, nacido el 8 de diciembre del año 2000 en el municipio Villamaría en el departamento de Caldas, quien al cumplir sus ocho años de edad, llegó junto a su familia a vivir en el Cesar.

Los familiares, contaron a OPINIÓN CARIBE, que de Maicol no tenían información desde hacía cuatro años, tiempo en que había desaparecido de la capital del vallenato en donde estudiaba y residía con su mamá.

Llegó a Santa Marta y vio en la venta ambulante de chicles, el sustento para comer, actividad a la que se dedicó durante cuatro años, en los que, desprendido de su familia e inmerso en una situación de calle, lo sorprendió la muerte.

“Maicol, un niño más de la calle, es víctima de una sociedad indolente y un Estado apático con respecto a las condiciones de vida en que viven más de cien menores de la calle en la ciudad”, manifestó Jessica Herrera, hermana de Alexandra, y que compartió con Maicol sus últimos quince días de vida.

“Su comportamiento y amabilidad en la forma de expresarse logró que mi familia le extendiera ayuda, Maicol pese a lucir sucio y bajo efectos de las drogas, dejaba entre ver que su alma aún estaba limpia, él quería estudiar y salir de esa crisis, su anhelo me impulsó a comprarle ropa, y utensilios de aseo, Maicol no merecía esa vida, su muerte nos marcó”, apuntó Jessica Herrera.

Relata Herrera que una de las anécdotas que más recuerda con Maicol, fue cuando él la citó en el parque Bolívar para que juntos hablaran y llegaran a un acuerdo para cambiar su estilo de vida, especifica Herrera que nunca había sentido tanta emoDSC_0609tividad por parte de otra persona.

“Tenía más de tres horas buscándolo por los alrededores del parque Bolívar, lugar que él frecuentaba, y cuando estuve a punto de darme por vencida y concluir que Maicol me habría dejado plantada, lo divisé en el muro que divide el parque, me vio y su reacción fue gritarme, ‘Jessica, mamá, te estaba esperando, pensé que no ibas a venir’. Sus palabras me partieron el corazón, pero al mismo tiempo sentí alegría de ver en sus ojos esa emoción por verme ahí, ese caluroso abrazo sería el primer paso para que Maicol dejara las drogas”, precisó Herrera.

El encuentro se dio el tres de diciembre tres días antes del fallecimiento de Maicol, el cual para Jessica sería el último roce con el menor, sin embargo Herrera agrega que ese mismo lunes día de su muerte, se enteró que Maicol la fue a buscar a su oficina, “eran las seis y media de la mañana cuando llegó a mi oficina, lo sé porque la señora que atiende la venta de minutos al pie del edificio, la cual conocía mi cercanía con él, le preguntó que si me buscaba a mí, a lo que él respondió sí, pero que por la hora, regresaría más tarde, dijo ir a la playa a bañarse, porque no quería que su mamá Jessica lo viera sucio”.

Ese sería su último baño en el mar, siendo las nueve de la mañana del siete de diciembre, el cuerpo sin vida de Maicol, fue rescatado por turistas. Las versiones policiales indican que el menor falleció segundos después de que se intentó reanimarlo.

 

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