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Columnistas

‘Las elites’: ¿El nuevo enemigo?

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Por Cecilia López Montaño

Es innegable que Colombia está a punto de empezar a pasar una de las páginas más negras de su historia, porque se acerca claramente el momento de la firma del acuerdo de La Habana entre el Gobierno Colombiano y las Farc. Al presidente Santos se le puede criticar por muchas cosas, pero nadie le puede negar que se jugó su capital político por lograr este primer paso hacia una nueva etapa de la historia.

El contraste de su popularidad en el piso y un creciente apoyo de la población al Acuerdo de La Habana o al Plebiscito para refrendarlo, demuestra a las claras que los colombianos, en su mayoría, están haciendo esa clara distinción. Y sorpresivamente, las clases medias, tan apáticas en Colombia, están reaccionando positivamente frente a esta oportunidad de empezar a cambiar la dura realidad que han vivido amplios sectores de esta sociedad.

Pero, es en este momento cuando columnistas como Carlos Caballero y María Jimena Duzán, ponen sobre el tapete la actitud de las elites en general y de las colombianas en particular. Ahora que empezó la llamada ‘firmatón’ liderada por el expresidente Uribe para recoger supuestamente 2 millones de firmas contra la paz y sus negociaciones -así lo nieguen- ha quedado en evidencia esa inmensa brecha de clases que divide esta sociedad. Como lo analiza, sobre todo María Jimena Duzán, resulta increíble que el sector más informado de la sociedad, las ‘elites’ que han tenido todo el poder, expresen argumentos tan absurdos, tan poco creíbles, como que el presidente Santos es de las Farc. El cuento que sus seguidores afirman, sin sonrojarse, que Colombia gracias a estas negociaciones con la guerrilla, va a terminar en un modelo como el de Venezuela, sometidos al Castro-Chavismo. Y lo afirman con tal convicción, que quienes rechazamos esas posturas, vemos como se consolida en las ‘elites’ este tipo de argumentos.

Quienes apoyamos las negociaciones y creemos que es hora de empezar a hacer las profundas reformas por quienes han dominado el poder y lo han impedido, hemos pecado de ingenuos, subestimando la capacidad del Uribismo de poner a repetir estas letanías absurdas y convencer a quienes no quieren perder ninguno de sus privilegios. Es hora de que llamemos las cosas por su nombre. Cómo seremos de afortunados los colombianos que ahora que nos sentamos a conversar con nuestros enemigos -porque de eso se tratan las conversaciones de paz- nos tenemos que enfrentar a uno nuevo: las poderosas ‘elites’ nacionales que Uribe ha logrado capturar, sobre todo, porque les ha dado la posibilidad de no perder ese poder que tanto las ha unido a través de la historia colombiana.

Sí. El nuevo enemigo de la paz en Colombia es la ‘élite’, esos sectores privilegiados que no vivieron esta guerra de pobres, y que son los grandes dueños de la tierra y del capital. La esperanza que tenemos es que se mantengan en suposición, sectores progresistas como aquel grupo liderado por personajes como Nicanor Restrepo, que nunca le comió cuento al Uribismo y defendió hasta su muerte, esos valores que este país necesita para reconstruirse. Los optimistas creemos, que, si el Uribismo sigue con esa actitud tan destructiva, la ‘elite’ se divida y le abra el espacio a una clase media que debe dejar el arribismo y asumir el riesgo de jugarse por el poder político y por qué no, el económico de Colombia.

Lo único que nos falta es que como está sucediendo en Lima, los barrios más exclusivos construyan un muro que los separe de miles de personas que viven en la miseria. Pero lo peor, como lo ha denunciado CNN ahora en plenas elecciones en ese país, es que mientras las ‘elites’ tienen acueducto, los pobres de otro lado del muro, deben comprar agua mucho más costosa a carro-tanques, porque carecen de ese servicio público esencial. Antes de que lleguemos a esos extremos inaceptables en esta sociedad tan injusta que tenemos en Colombia, es bueno tener claro que los nuevos enemigos de la paz no son solo El ELN y otros, sino esos poderosos colombianos que han vivido en el mundo irreal de los privilegios y que están dispuesto a todo, con tal de no perderlos.

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