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Análisis

Éxodo bolivariano

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Para los venezolanos, Colombia es el lugar más cercano para alejarse del caos político y social

Sharon Paola Romero y Luís Mejía son dos jóvenes que han vivido la crisis interna que padece su país. Han llegado a Santa Marta a trabajar en restaurantes, en los que se desempeñan como meseros. Lamentan la situación que los ha llevado a abandonar su tierra natal y sueñan con volver a estar cerca de sus seres queridos.

Por Ever José Cantillo F.

Las medidas tomadas por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en relación con el cierre de las fronteras y otras decisiones internas que él ha considerado formas de proteger a su Nación de la inseguridad y el contrabando, no solo les ha cerrado las puertas a los colombianos que diariamente, por asuntos de negocios y otros menesteres, cruzaban los 2.200 kilómetros de línea divisoria, sino que se ha traducido en mayores ansias por explorar nuevas oportunidades por parte de algunos venezolanos disidentes.

Colombia, aunque es considerada una amenaza por parte del mandatario Nicolás Maduro, tal como lo manifestó en agosto de 2015 cuando decidió decretar el cierre fronterizo, es para la nueva generación de Venezuela el lugar más cercano para abstraerse de la realidad que, declaran, los ha mantenido atrapados en el caos político y social.

La Región Caribe colombiana y Santa Marta no son ajenas al éxodo que poco a poco desde el año pasado han emprendido desde ese país millones de personas. Hasta la capital del Magdalena, llegó procedente de Maracaibo, en abril, Sharon Paola Romero Martínez, quien a sus 20 años lamenta haber tenido que dejar Venezuela por no conseguir un trabajo que le permita suplir sus necesidades y las de sus seres queridos.

Quienes están empleados y devengan un salario mínimo de 30 mil bolívares, aproximadamente 8.800 pesos colombianos, lo gastan en comida que no alcanza, la mayoría de veces, para toda una familia.

“Lo poquito que se puede ganar uno en un sueldo mínimo se le va en un pollo, tres kilos de arroz, y medio cartón de huevos al mes. Un pollo cuesta 5 mil bolívares; el arroz, unos 3 mil; en una casa donde habitan seis personas, para comer un kilo de arroz diario, no alcanza el dinero”, señala.

Allá no solo dejó a sus familiares, sino también sus estudios de Contaduría Pública a tres trimestres de obtener el título de técnico superior. Cuenta que, para un extranjero encontrar trabajo en una ciudad como Santa Marta, resulta más complicado de lo que podría pensarse, debido a que quienes no están nacionalizados o no cuentan con toda la documentación colombiana requerida, difícilmente pueden emplearse.

“Comencé a laborar en un restaurante al siguiente día de haber llegado a esta parte del país, pero como trabajaban con leña, me enfermé y tuve que dejarlo, luego me fui para la casa de una tía y comencé a llevar hojas de vida a todas partes. Me emplearon en un centro de convenciones en un hotel en El Rodadero, después trabajé en un estadero en Gaira, pero no seguí, porque salía muy tarde y no pagaban horas extras”, narra.

Aunque la culinaria no es su mejor arte, ha tenido que aprender sobre la preparación de pizzas, atención al público e inventario de producción en una pizzería ubicada en el barrio Bavaria de la capital del Magdalena. Cumple horarios de 9 de la mañana a 12 del día y desde las 5 de la tarde hasta las 11 de la noche.

A los venezolanos, como ella, que ahora residen en Colombia, no deja de sorprenderlos que, en otrora, el país socialista fuera el destino de esperanza y visión para los colombianos. La inflación, la inseguridad, la falta de medicamentos y de alimentos es para Sharon el resultado de medidas descontroladas por parte del gobierno de Nicolás Maduro.

A pesar de ser un territorio rico en petróleo, los ingresos que dejan las exportaciones, los cuales oscilan en los 22.000 millones de dólares contrastan con los 16.000 millones de deuda que debe pagar esa nación, lo que significa, que los recursos de importaciones para las empresas no son suficientes.

“El petróleo no es usado como debería, Venezuela decayó porque les daban dólares a las empresas para importar su mercancía y se los quitaron, no tienen como producir ni como importar. No hay pañales, leche, arroz, pasta, pollo, tampoco repuestos, crema de dientes, jabón de baño, jabón de lavar, aceite azúcar, en panaderías te venden tres panes por persona”, sostiene.

Como ella, Luís Mejía también ha sido testigo de la situación que se vive en la República Bolivariana de Venezuela. El joven de 23 años, de profesión marino mercante, llegó de Maracaibo en mayo. Igual que Sharon, cumple con varias obligaciones en un restaurante del Centro Histórico.

Es el mayor de tres hermanos a quienes debe brindarles apoyo económico. Lo más difícil de estar en Colombia, relata al igual que Sharon, relata, es no disfrutar de las bondades de Colombia y poder alimentarse bien, pensando que su familia no puede hacerlo de la misma manera en su tierra natal.

“La gente acá es amigable, me ha brindado mucho apoyo. Ese presidente nos ha puesto a experimentar cosas inimaginables, Nunca creímos vernos así, ya que el venezolano no tiene adquisición, ingresos, hay mucha inseguridad. De Venezuela extraño sus paisajes, su gente, la calidad de vida”, asegura.

ADMIRAN A QUIENES CONTINÚAN EN VENEZUELA

Para Sharon, sobrevivir en Venezuela con obligaciones de familia, estudio y trabajo, a pesar de todo, es un hecho digno de admirar, “es muy difícil comprar en Venezuela y los que tienen dinero no tienen como hacerlo. Admiro a las personas que están allá ¿cómo hacen para comprar útiles, comida?”

Sostiene que algunos de sus compatriotas, a pesar de todo, optan por quedarse debido a las ayudas que le brinda el gobierno del presidente Maduro, “los venezolanos se han acostumbrado al facilismo. Las empresas públicas trabajan lunes y martes para ahorrar energía y descansa el resto de la semana. El país no produce, así no vamos a salir de ese hueco”.

Lo mismo piensa Luís, quien asegura, que “una parte de los venezolanos en las zonas adyacentes, donde está el gobierno, tienen el apoyo, pero tarde o temprano y si sigue el mismo camino, vamos a tener una confrontación, ya que los chavistas no son maduristas, y ya nadie quiere a Maduro en el poder”.

LES PREOCUPA LA INSEGURIDAD

Tanto Sharon como Luís hacen énfasis en la afectación que la inseguridad les ha generado a ellos y a sus familias. La preocupación es mayor al no saber la suerte de sus seres, sino solo por una llamada telefónica que, por sus extensas jornadas laborales desempeñadas en Santa Marta, no pueden realizar siempre.

“Mi mama me tiene preocupada, me dice que no tiene nada. Acá puedo comer lo que quiera y que allá ellos padezcan es triste. Antes en Venezuela éramos felices y no lo sabíamos. La inseguridad no sirve. A mí me atracaron más de dos veces, una con una pistola en frente de mi casa a las 5 de la tarde hace cuatro meses, dos niños de 14 años; la otra, en el autobús”, comenta Sharon.

SUEÑAN CON EL CAMBIO EN VENEZUELA

Así como el pasado 10 de julio vieron entrar a Colombia a cientos de sus compatriotas luego de que fuera reabierta la frontera que desde el 15 de agosto de 2015 fue cerrada, esperan poder reencontrarse con sus padres, hermanos, tíos y primos, y que todos los que han dejado a Venezuela, regresen.

Sharon considera que Maduro ha sido un mandatario mal asesorado, que ha tomado determinaciones que hoy han llevado a millones de venezolanos a abandonar al país y a truncar sus sueños como los de independizarse y construir una vivienda, anhelo que siempre ha tenido.

“Tenía un dinero guardado con la intención de invertirlo, pero ya en Venezuela eso no se puede hacer, ni siquiera se puede construir no se consigue ni cemento. Una prenda de ropa cuesta más que el sueldo mínimo”, asegura.

Su angustia sobre la situación de sus familiares es mayor, puesto que en sus pensamientos siempre tiene presente el estado de salud de uno de sus hermanos menores, un niño de 6 años que nació con problemas psicomotores y a quien se les dificulta conseguirles un medicamento llamado Valpron en las farmacias, medicina con la que le ayudan a controlar convulsiones.

Su madre, quien trabaja como gerente en una tienda de artículos para bebés y sus tres hermanos, son sus motivaciones para continuar ejerciendo sus labores en una ciudad que apenas comienza a conocer.

Mientras tanto, Luís desea trabajar en su país, sin embargo, no volverá hasta que no pueda garantizarse a sí mismo beneficios que hace tiempo dejó de disfrutar, “cada día pienso en volver a mi país a trabajar, volverlo a ver como era antes, un país rico en todo, desde que llegué no he ido no tengo pensado ir hasta que no vea una mejor situación allá. Nos vemos en la necesidad de venir para ayudar a nuestras familias y a las personas que conocemos para hacer una mejor vida porque estamos jóvenes”, expresa.

“SACAR A MADURO SERÍA LA SOLUCIÓN”

Ninguno de los dos hace parte de grupos de oposición del gobierno venezolano, pero coinciden en que otra figura presidencial podría contribuir a la realización de los anhelos que no han podido cumplir en su país de origen.

El marabino, quien es el mayor de tres hermanos, califica de ‘injustas’ las medidas que lo han llevado a dejar su país.

“(Maduro) ha sido un presidente injusto, incoherente, estamos viendo las consecuencias en todas sus acciones. La situación de Venezuela se le debe a Maduro y si él sale, podemos sacar a nuestra nación del caos en el que se encuentra”.

Igual piensa Sharon, y mientras tanto, comienza a agilizar su proceso de admisión en una institución de educación superior en Santa Marta, con el fin de darle continuidad a sus estudios de Contaduría Pública.

“Estoy gestionando todo lo que tiene que ver con la documentación, ahora mismo tengo la oportunidad de trabajar y ser muy bien remunerada. Quiero inscribirme en la universidad en enero.

Aunque las autoridades venezolanas habían anunciado no habilitar el paso de venezolanos a Colombia, el pasado 16 de julio fue reabierto por segunda vez en el mismo mes por San Antonio de Táchira, por un tiempo 12 horas.

Para el 4 de agosto, las cancilleres de Colombia, María Ángela Holguín y de Venezuela, Delcy Rodríguez, tratarán sobre una posible apertura definitiva de la frontera entre los dos países.

Mientras llega una solución a la situación que los ha puesto en otra parte del mundo, Sharon y Luís continuarán con sus labores en los restaurantes donde han sido empleados en Santa Marta.

Ambos guardan la esperanza de compartir el resultado de sus esfuerzos en compañía de sus seres queridos, amigos, gozar de sus costumbres, realizar sus propósitos, tal como lo desearon antes de transitar por derroteros inimaginables.

A ALGUNOS NO LES PAGAN BIEN

OPINIÓN CARIBE pudo conocer que en el área de construcción también es requerida la mano de obra de los venezolanos. Sin embargo, a muchos solo les llegan a cancelar 30 mil pesos por día, la mitad de lo devengado por un albañil colombiano. Así lo puso al descubierto José Barrios, un cordobés que labora en un proyecto de remodelación en una institución educativa de Santa Marta, quien manifiesta que han llegado a buscar empleo decenas de personas del país vecino.

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