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Alcantarillado de Santa Marta, un basurero

Preservativos, toallas sanitarias, bolsas de basura, las grasas de los restaurantes y los sedimentos que bajan por la mala urbanización de los cerros colapsan el alcantarillado que en tiempo de lluvias se rebosa y la ciudad se llena de malos olores.
La cultura ciudadana es un componente en la formación de los asentamientos humanos, desde el más sencillo hasta el más complejo, pero se nota la falta de esta cuando van apareciendo problemas que se derivan de la interacción, producto de la indisciplina social, de la desadaptación y de la transgresión, frente al conjunto de normas impuestas o consensuadas.
Santa Marta no puede ser ajena a este componente, que, además, es importante para la convivencia la armonía, la tranquilidad, la seguridad y el desarrollo de la comunidad.
Pero las bolsas llenas de basura, trozos de madera de las cajas donde transportan hortalizas, cajas de cartón, cartones para el almacenaje de huevos, neveras y pedazos de icopor, plásticos y hasta llantas para vehículos pesados, entre otros elementos, encuentran de manera permanente los operarios de la empresa Metroagua cuando realizan mantenimientos del alcantarillado en Santa Marta, lo que demuestra la falta de cultura y cuidado que los samarios les dan a las redes de alcantarillado.
La apertura de los manholes para evacuar las escorrentías provenientes de las lluvias que están cayendo, sumado a la carencia de un sistema de alcantarillado pluvial, aumentan los impases en el desagüe de la ciudad, cuyos olores se tornan insoportables.
“La comunidad preocupada por el alto nivel de las escorrentías en las calles, para que no inunden sus casas, retiran las tapas de los manholes para evacuarlas, y por allí entran bolsas de basuras y elementos sólidos que hacen colapsar el sistema”, señala el ingeniero Nicanor Vega Maestre, director de Operaciones de Metroagua, operador del alcantarillado.
“Lo que solicitamos es un buen manejo de la red. Que los comerciantes de restaurantes y comidas rápidas tengan limpias sus trampas para grasas y no las arrojen al alcantarillado porque al solidificarse se convierte en bloque y obstruye el paso de los líquidos y de allí se deriva el rebosamiento”, sostuvo el funcionario.
La Empresa lleva a cabo la reposición de las tapas de los manholes en los sitios donde las han robado o por efecto del abre y cierra para evacuar las aguas lluvias, las han dañado, lo que se convierte en un problema para el sistema.
“Ya se hicieron las reposiciones en los manholes ubicados en la carrera 6 entre calles 15 y 16, en el centro y el de la carrera 21 con calle 12 en el barrio Olivo, pero continúan los problemas porque no sólo es el maltrato a los conductos, sino el mal uso del alcantarillado”, precisó el ingeniero.
Vega Maestre expone, que, el principal problema del alcantarillado de Santa Marta es que el mismo desagüe recoge aguas residuales y lluvias porque la ciudad no cuenta con un colector pluvial y se sobrecarga por los desechos que llegan a él.
La sobrecarga para los manholes obliga a hacer mantenimientos preventivos y correctivos de forma permanente, porque en tiempo de lluvias la crisis de los olores pútridos hace carrera en la Ciudad, el sistema se rebosa y las aguas servidas recorren las calles.
LA FALTA DE CULTURA CIUDADANA
El alcantarillado de Santa Marta, según Metroagua, no llega ni al 30 por ciento de su capacidad y tiene como ventaja que todas las aguas se dirigen a un solo punto de tratamiento en la estación norte ubicada cerca al Puerto samario.
Treinta personas son las encargadas de vigilar el alcantarillado y para temporada de lluvias se aumenta hasta 450 personas por los inconvenientes que se presentan.
Hay diferentes causas para que ocurran los rebosamientos señalan la autoridad ambiental del Departamento Administrativo del Medio Ambiente, Dadma, y el operador del alcantarillado en El Rodadero, tales como los preservativos y la grasa proveniente de los restaurantes, en el Centro Histórico, la del Mercado, además de el sedimento (arena y piedras) de los barrios aledaños a los cerros.
Jaime Avendaño, director del Dadma asegura, que la falta de cultura ciudadana en el manejo de los desechos de los samarios es reprochable, si se tiene en cuenta que la entidad ha debido emprender una campaña con los comerciantes para lograr que ellos pongan en funcionamiento las trampas de grasa y que esta no vaya a parar directamente al alcantarillado.
Que se deben evitar acciones que colapsen el sistema de desagüe, evitar los taponamientos debido a las grasas, pero la gente no le presta atención y siguen tirando o arrojando las basuras a los desagües, plásticos, pitillos e inclusive desechos que fuerzan la capacidad de funcionamiento.
En la época de turismo, El Rodadero no cumple las normas estipuladas y las aguas servidas son el pan de cada día por la falta de cuidado con las trampas de grasa de los restaurantes o de los establecimientos informales de comidas rápidas, los cuales arrojan las basuras sobre las calles y cuando llueve estas son arrastradas por la fuerza o ímpetu de las escorrentías.
El otro problema lo constituyen las personas que habitan los cerros, quienes empiezan a quitar la capa verde que los recubre y causan traumas en el ambiente porque se producen los deslizamientos de piedras y arena por lo erosionado del terreno.
VA A SEGUIR LLOVIENDO
Ómar Franco director del Ideam, en declaraciones a los medios nacionales, al referirse a las lluvias de los últimos días, afirma, que el país atraviesa por la fase más alta de la temporada de lluvias del segundo semestre de 2016.
“El mes de noviembre se caracteriza por tener una mayor intensidad en las precipitaciones y así vamos a estar por lo menos hasta la primera semana de diciembre”, sostuvo el directivo.
Por su parte, Christian Euscátegui, jefe de Pronósticos y Alertas Tempranas del Ideam, aseguró, que hay condiciones meteorológicas que dan lugar a precipitaciones de variada intensidad, en especial en el centro y sur de la región Caribe, donde se encuentra el distrito de Santa Marta y el departamento del Magdalena.
Por tanto, las autoridades hacen un llamado a respetar el entorno, a evitar el colapso de la red de alcantarillado por los desechos que se arrojan de manera inmisericorde, sin medir las consecuencias de actos que atentan contra el bien común.


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