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Columnistas

Una alentadora misión

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Por José Manuel Rodríguez

No deja de ser satisfactoria y profundamente emotiva la misión que comenzaron a emprender los máximos jerarcas de la Fiscalía, Contraloría y Defensoría del Pueblo, para atacar y detener el desmedido avance de la perversa corrupción que se ha extendido a lo largo y ancho del territorio nacional con sus funestas consecuencias causantes del deterioro moral, financiero y administrativo de los pueblos.

Muy difícil les queda a los asociados hacer excepciones en esta empresa criminal que saquea los presupuestos y debilita las acciones sociales de las instituciones públicas y privadas, por cuenta de este depravado flagelo que por acción u omisión ha penetrado con fuerza avasalladora en las estructuras de los organismos del Estado y entidades particulares de distintas maneras estratégicas, pero con el solo propósito de obtener jugosas ventajas del ilícito.

De esta manera, son muchas las personas que se han enriquecido por medio de esta condenable práctica, y muchas también, las comunidades perjudicadas por la puesta en acción de esta anómala actividad.

Por eso, es bienvenida para los colombianos la iniciativa lanzada por estos altos funcionarios de emprender una cruzada seria contra la corrupción, porque si no se le pone freno a este contaminante mal que ha carcomido las más sensibles células del tejido social, más temprano que tarde estaremos avanzando sin barreras hacia el despeñadero del caos, de la ignominia planetaria y del total descendimiento moral.

Esto no lo entienden quienes han vivido siempre de la corruptela y han amasado fortunas con la obtención de recursos saqueados. Para ellos la práctica de la venalidad es su motor de existencia, y cualquier empresa moralizadora que se adopte para corregir los oscuros procedimientos, se transforman para estos descompuestos, en acciones negativas que impiden sus depravados propósitos.

Sus intenciones, entonces, se convierten en torpedos que se orientan a destruir las sanas inclinaciones que pretenden acabar con el ejercicio de la inmoralidad.

La tarea no es fácil y muy escabroso el camino que deben transitar estos aguerridos personajes escuderos de una actividad comprometida con el rescate de los principios tutelares del comportamiento ético en el manejo de los recursos. y, muchos más complicado, se torna, cuando deben enfrentarse con mafias enquistadas desde tiempo pasados en la administración pública y empresas privadas al servicio de los turbios intereses.

Pero, a pesar de estos obstáculos que entorpecen tan loable iniciativa, no se debe desfallecer ni doblegarse delante de la proyección inmoral, porque sería dejar al país en manos de esa caterva indeseable que pasan descaradamente de honorables, cuando no les cabe en su alma miserable una acción más con signos delincuenciales.

Conveniente sería que estos adalides dispuestos a enfrentar la corrupción, fijaran su mirada en los entes territoriales del Magdalena y su distrito capital; regiones golpeadas por la fuerza incontenible de grupos sin escrúpulos dispuestos a sacar ventajas de los recursos por medio de la sucia politiquería y las burdas triquiñuelas con la complaciente inacción de los organismos jurídicos y de control, y la connivencia de una sociedad permeada por la indiferencia y las migajas que algunos reciben de los gobiernos. Otra cosa se vería en estos lugares si las investigaciones se presentaran en sus justas proporciones y con criterios independientes.

Se les quitaría la máscara a todos aquellos delincuentes que posan de impolutos sin merecerlo y se acabaría la impunidad que protege a los bandidos amamantados por el erario y convertidos en falsos pregoneros de la moral pública.

Esto se lograría si se investiga con seriedad y se deja a un lado la lisonja acostumbrada, la foto con los que pasan de agache y el archivo de procesos por compadrazgo político.

 

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