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Análisis

Del temor y otros demonios

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El prejuicio y el odio generalizados no se manifiestan solo en guerras internacionales, genocidios en África o ataques terroristas en Europa. Se manifiesta en Colombia, cuando alguien dice que una persona calificada para un empleo no lo obtiene por ser de otro país, cuando no se le permite a un joven entrar a un lugar por su color de piel o cuando se justifica la violación de una mujer por su forma de vestir.

Por Marcela Escandón Vega

En lo que va corrido del año, numerosas y preocupantes manifestaciones de odio han tenido lugar: pruebas nucleares y lanzamiento de misiles desde Corea del Norte; ataques terroristas en Barcelona, Londres y otras ciudades europeas con decenas de muertos y cientos de heridos;vetos migratorios contra refugiados y extranjeros en Estados Unidos así como ataques verbales del presidente a todo aquel que piense de manera distinta; manifestaciones racistas en el Reino Unido a favor de su retiro de la Unión Europea (Brexit); aumento de grupos de ultraderecha y supremacía blanca en Estados Unidos y asesinatos de ciudadanos negros a manos de la policía en ese mismo país.

Tristemente, estos sucesos no son casos aislados y se suman a la violencia cotidiana ocasionada por prejuicios y temores. En tiempos del Estado Islámico y Donald Trump, promover o consentir la discriminación resulta no solo reprochable, sino peligroso. Desde las relaciones internacionales y una posible guerra nuclear hasta la vida cotidiana en Santa Marta, el odio y la discriminación afectan nuestra vida diaria. Pero ¿qué es en realidad la discriminación? ¿cuáles son sus diversas manifestaciones? y ¿por qué deben combatirse?

EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y CÓMO SE CREA UN AMBIENTE DE ODIO

No existe nada más peligroso que el miedo. Desde los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre, el discurso del terrorismo internacional ha justificado desde la discriminación a un vecino por ser musulmán hasta incursiones militares internacionales para ‘proteger las democracias occidentales’ y ‘preservar la estabilidad mundial’.

De esta manera, el discurso de odio, junto con la desinformación, genera la estigmatización a todo un país, cultura o grupo de personas.

Lo anterior no significa que no existan los grupos extremistas cuya defensa del Islam justifica todo tipo de ataques violentos a ‘Occidente’. Lo que implica es que mucha gente cree que es terrorista cualquier persona de un país árabe, sea musulmán o no, y cualquier musulmán, sea yihadista o no. Y esto no es cierto. Así como tampoco es cierto que todos los colombianos seamos narcotraficantes. Simplemente, la desinformación y el prejuicio llevan a que nos estigmaticen.

Y es que ese discurso de odio puede verse a diario en conversaciones cotidianas y redes sociales, pero pasa desapercibido porque parte de intenciones aparentemente inofensivas. Por ejemplo, al defender la economía nacional de la llegada masiva de extranjeros que son considerados ‘mano de obra barata’, un columnista puede crear un ambiente hostil hacia estas personas, de manera inconsciente o no, al punto de justificar actitudes violentas hacia ellas.

Las redes sociales generan un gran desafío en este sentido. Si bien son un medio útil e inmediato para compartir ideas, también permiten la difusión de odios, amenazas y demás. Para muchos es una cuestión de libertad de expresión. En especial, para grupos racistas y de supremacía blanca, quienes han elaborado complejas defensas legales y filosóficas para preservar un supuesto derecho a divulgar sus opiniones en contra de otras personas por su color de piel. Sin embargo, no existe un derecho a expresar públicamente el odio. De hecho, en muchos países son claros los límites a la libertad de expresión, como cuando se constituye una calumnia.

De hecho, en el caso del genocidio ruandés, algunas personas fueron condenadas a cadena perpetua por incitar a través de la radio los asesinatos. Ellos no tomaron la vida de nadie con sus propias manos, pero generaron el ambiente de odio que animó a quienes sí lo hicieron. Durante el genocidio, un millón de personas fueron asesinadas y alrededor de 200.000 mujeres fueron violadas. Las luchas entre hutus y tutsis que provocaron el genocidio de Ruanda han dado lugar a conflictos armados que siguen activos hasta hoy.1

¿Y EN COLOMBIA? ¿ACASO HAY DISCRIMINACIÓN EN CIUDADES COMO SANTA MARTA?

Sí. El prejuicio y el odio generalizados no se manifiestan solo en guerras internacionales, genocidios en África o ataques terroristas en Europa. Se manifiesta en Colombia, cuando alguien dice que una persona calificada para un empleo no lo obtiene por ser de otro país cuando no se le permite a un joven entrar a un lugar por su color de piel, o cuando se justifica la violación de una mujer por su forma de vestir.

El asunto es especialmente importante en la actual coyuntura de posconflicto. Mientras usted lee estas líneas, un pensionado coleccionista de cachuchas teme por su vida porque una mujer se negó a sentarse a su lado creyendo que se trataba de un guerrillero solo por su gorra verde con una estrella roja (similar a la de Fidel Castro).

Cuando se juzga a alguien y se crea toda una narrativa de odio, una caracterización negativa de alguien simplemente por una prenda de vestir, se produce ese ambiente de odio tan peligroso que se sale de control, pues a pesar de que la señora reconoció su error y pidió disculpas, el hombre sigue recibiendo amenazas y su familia teme algún ataque contra ellos.

La señora resultó ser esposa de un congresista abiertamente opositor al proceso de paz, lo cual explica su rechazo tan vehemente a quien ella consideraba un guerrillero. Nadie pide que quienes están en desacuerdo con otros por sus ideas políticas deban compartir espacios o callar sus opiniones. Tampoco se les pide ‘olvidar’ lo sucedido en el conflicto, ni perdonar a quienes fueron victimarios (aunque es deseable y muchas de las víctimas lo han hecho).

Lo que sí es exigible es el respeto por la dignidad humana. Aunque hubiera resultado cierto que el hombre era un guerrillero, es posible controvertir las ideas políticas de manera responsable, para que no se inciten odios en redes sociales ni se ponga en peligro la vida de nadie.

Resulta lamentable que el prejuicio opere de manera tan marcada. Sucede todos los días. En Santa Marta es común escuchar a personas quienes afirman que todos los venezolanos vienen a robar los empleos, a cometer delitos o prostituirse. De igual modo se hacen generalizaciones negativas y se crean ambientes de odio hacia otras personas por su origen regional, estrato social o posición política. Alguien que coincide con ideas de izquierda es tildado de guerrillero. Un conservador es un retrógrada. Una persona religiosa es un fanático anticuado. Alguien de escasos recursos es posiblemente un ladrón. Generalizar y descalificar al otro es común y se hace de manera frecuente e irresponsable.

NO SOLO ES ÉTICAMENTE REPROCHABLE, SINO QUE ES TAREA DE TODOS ELIMINARLA…

Todas estas manifestaciones de odio tienen un origen común. El temor. Cuando no se conoce al otro se percibe como una amenaza, se reduce a un estereotipo y se le culpa de todos problemas. Estos temores son alimentados por el ambiente de odio que algunas personas, consciente o inconscientemente generan. No se prospera como sociedad en un ambiente de odio.

La discriminación no solo es éticamente reprochable, sino que es tarea de todos eliminarla. Las personas pueden desarrollar su potencial y contribuir al desarrollo de su comunidad si se les trata con respeto y no se les niegan las oportunidades.

Y por si creen que es un problema menor, es un asunto que en Colombia da cárcel. En 2011, el Congreso de la República de Colombia aprobó una ley que penaliza los actos de racismo o discriminación, hostigamiento por motivos de raza, religión, ideología, política o filosófica, nacionalidad, origen étnico o cultural, sexo u orientación sexual, tanto para quien los comete como para quien los promueva o instigue. Del mismo modo se penaliza la apología al genocidio o antisemitismo. Las penas pueden ser de hasta 3 años y las multas de más de 10 millones de pesos. Ley 1482 de 2011.

Tomar consciencia de ello es fundamental. Puede evitar que la política del miedo reine. Si prima el ambiente de odio, se pueden imponer campañas discriminatorias y políticas basadas en odio como el rechazo a cualquier inmigrante por parte de Donald Trump o el asesinato sistemático a líderes sociales y políticos de izquierda seguirán imponiéndose.

Esto no puede permitirse. Es tarea de todos eliminar de nuestra cotidianidad los pequeños actos cotidianos de discriminación que pueden justificar e incitar actos tan violentos. La autocrítica, el respeto y la empatía hacia los demás son las principales herramientas para conseguirlo.

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