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Nación

Las empresas deberían escuchar a la nueva izquierda estadounidense

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El partido demócrata estadounidense está volviendo a sus raíces. Durante la administración de Barack Obama, el vocero del presidente, Robert Gibbs, se burló de la “izquierda profesional” por querer cosas como la “atención médica canadiense”. Ocho años después, las nuevas caras liberales más populares están pidiendo exactamente eso, y mucho más.

Analicemos, por ejemplo, a Alexandria Ocasio-Cortez, una “socialista democrática” de 28 años quien derrotó a Joseph Crowley, el aparente heredero de la líder de la minoría Nancy Pelosi, en una elección primaria demócrata hace algunas semanas.

Los principales donantes del Sr. Crowley incluyen a Blackstone y New York Life, la compañía de seguros. La Sra. Ocasio-Cortez, quien no recibió fondos corporativos, cree que “el dinero en el mundo de la política es la crisis existencial de nuestra sociedad”.

Los directores ejecutivos deberían prestar atención: ésta es la nueva cara del Partido Demócrata, la cual parece cada vez más probable que retome la Cámara de Representantes este próximo otoño.

Aunque muchos de los nuevos progresistas son mujeres jóvenes pertenecientes a minorías étnicas, a lo que se le debe prestar más atención aquí no es su mensaje sobre la raza o el género, sino su mensaje sobre la clase. “Nuestros problemas no son entre la derecha y la izquierda. Son entre quienes están arriba y quienes están abajo”, dice la Sra.

Ocasio-Cortez, quien fue organizadora de campaña de Bernie Sanders, el candidato presidencial de 2016. Para postularse se inspiró en las protestas por el oleoducto de Standing Rock en Dakota del Norte, y también en las dificultades por las que atravesó su madre después de la muerte de su padre posterior a la crisis financiera.

“Nuestro partido no ha sido lo suficientemente ambicioso ni ha luchado lo suficiente por los trabajadores”, dice al recitar las cifras sobre la desigualdad. “Y entonces ese resentimiento se ha canalizado hacia la elección de republicanos”.

Es cierto, y es algo que los demócratas, quienes se han alejado demasiado de sus raíces laborales en las últimas décadas, no han tenido en cuenta totalmente. Desde la administración de Bill Clinton hasta ahora, el Partido Demócrata ha estado encabezado por “neoliberales” a quienes les complacía de cierta forma seguir por el camino del laissez-faire establecido durante la era Reagan.

El Sr. Clinton apoyó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la desregulación financiera, para consternación de muchos estadounidenses y algunos en su propio grupo.

El presidente Obama, quien recicló a muchas personas del equipo económico del Sr. Clinton, fracasó bastante en frenar la industria financiera a raíz de la crisis de 2008. Es revelador el hecho de que cerca de mil personas fueron condenadas durante la crisis del ahorro y los préstamos de finales de la década de 1980 y principios de la de 1990.  Por el contrario, sólo uno de los grandes banqueros fue enviado a la cárcel por malversación de las hipotecas de alto riesgo.

Por supuesto, los nuevos progresistas son una reacción a esto. Quieren que el Partido Demócrata vuelva a preocuparse por los ciudadanos, más que por los consumidores. Quieren un país que garantice la atención médica universal, la educación y un ingreso digno.

Eso parece radical, incluso para la izquierda, pero sólo en el contexto estadounidense. En Europa, la Sra. Ocasio-Cortez calificaría sólo como una socialdemócrata común y corriente que pide lo que la mayoría de la gente considera derechos ciudadanos básicos. Vale la pena recordarlo, pues mucha gente en la comunidad empresarial estadounidense – por no mencionar a los veteranos del partido – observa con ansiedad el ascenso de estos millennials “socialistas”.

Las políticas socialdemócratas al estilo europeo suelen priorizar las redes de seguridad y la reducción de la desigualdad sobre un mayor crecimiento. Pero ciertamente no han provocado una debacle comercial.

Muchas de las cosas que estos nuevos socialistas quieren incluso podrían ser buenas para la economía. Por ejemplo, la asistencia médica. Encuestas recientes han revelado que es el principal tema para los votantes. También es el mayor costo individual para muchas empresas estadounidenses después de los salarios.

Los beneficios médicos ahora representan alrededor del 20 por ciento de la compensación total de los trabajadores (en comparación con un 7 por ciento en la década de 1950). Esto contribuye al estancamiento salarial y al crecimiento más lento del consumo.

Teniendo en cuenta esto, además del hecho de que ésta es una desventaja competitiva para las empresas estadounidenses frente a los competidores globales en países con sistemas de salud nacionalizados, es sorprendente que más compañías estadounidenses no pidan la asistencia médica de pagador único.

Los progresistas y la comunidad empresarial coinciden en que todos los estadounidenses deberían tener cierto tipo de educación superior. Alrededor del 65 por ciento de los empleos que se crean en EE.UU. requieren un título postsecundario. Sin embargo, sólo la mitad de los estudiantes estadounidenses tiene uno.

Eso deja a las empresas con la responsabilidad costosa de capacitar a los trabajadores que no están preparados para los empleos del siglo XXI porque sólo tienen un título de secundaria.

enorme costo, sin mencionar una crisis de competitividad para EE.UU. en su conjunto.
Aunque puede ser excesivo ofrecer una carrera universitaria de cuatro años gratuita, en los últimos años en muchos estados se han lanzado iniciativas que consisten en incluir dos años de universidad en programas de escuelas secundarias públicas. Y, en muchos casos, las empresas, no el gobierno, han encabezado esa iniciativa.

Esto último es importante, porque si los nuevos millennials socialistas quieren tener éxito siempre y cuando recuperen el congreso, deberán crear coaliciones amplias.
La izquierda estadounidense tenía esas coaliciones en algún momento, desde el New Deal en la década de 1930 hasta la década de 1980.

El mensaje era simple: todos los trabajadores son importantes. Es un mensaje que todo el Partido Demócrata haría bien en retomar.

 

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