Columnistas
La paz siempre como preámbulo de la ley de punto final
Rubén Darío Ceballos Mendoza
La paz debe ser siempre una búsqueda permanente y continua camino a una pacificación real en la que surjan verdades aprovechables en medio de la violencia que se ha sucedido a todo lo largo y ancho de la geografía nacional; lo que impone dirigirla y encauzarla bien, esforzarse hasta recuperarla, hacerla prioritaria, probable y transformadora. Devolverla a toda costa, reducir la violencia a su mínima expresión, procurarnos enfoques y soluciones que respondan al querer de la comunidad. Hacerla oportuna, ofrecerla desprovista de dudas, sin colisión con la realidad, para que ciertamente sea dada la consecución del objetivo de la paz.
Estructurar estrategias para rescatarla, abolir el crimen, respaldarla con grandes programas y una amplia política social para reencauzarla, apoyarla con proyectos económicos, educativos, policiales y productivos. Que la seguridad esté siempre en su mejor momento. Que la violencia nunca se ponga por encima de la gobernabilidad ni se asiente en crisis de largo plazo como acontece con la justicia, en ocasiones politizada en nuestro medio, y en otras oportunidades con aplicaciones selectivas lo que nos ha hecho un Estado complejo de garantizar la paz, la cual no puede ser ni darse si no hay una verdadera justicia.
La paz exige respuestas contundentes, ciertas, abierta, transparente, clara, profunda, segura, que garantice un todo que marque de una vez por todas los senderos de la transformación de la política, de la justicia y la estrategia de seguridad en su más alto espectro y singular significado. Es reconciliarnos sin pelearnos con el sagrado y reverencial respeto que debemos y debemos tener por el Estado de derecho, incluyendo los mecanismos de la justicia transicional. Aspectos de ayuda para una coherente y respetable transformación de la justicia, en lo que conveniente es atajar a todo trance cualquier atisbo de impunidad.
Exige el país nacional una paz auténtica, indiscutible, positiva, indudable, con unas víctimas reparadas en manera integral y con la garantía que nunca más se verán sacudidas en su intimidad, ni maltrechas en su vida, honra y bienes. No quieren ellas seguir advertidas de solo promesas y palabras sin que sean resueltos sus casos, aberrantes ellos. Sin ver cambios. Sin procuración de justicia. Deben sin duda las víctimas ser centro de atención y que ninguno permanezca ajeno a sus tragedias; y lo que es más, convencidos como Nación que deben ser el eje de toda la sociedad, con lo que empezaremos a dar noticias de cambio en su trato hacia ellas. Pudiéndose convertir en un buen ejercicio de laboratorio de la Ley del punto final que se reclama y argumenta en varios escenarios de la vida nacional. Paz y bien.
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