Columnistas
Más y mejor urbanismo
Por: Saúl Alfonso Herrera
Desde hace ya varios decenios la mayoría de la población vive en centros urbanos y la transición campo/ciudad prosigue; y mientras la concentración poblacional es cada vez más rápida de los municipios pequeñas y medianos, a las grandes ciudades, lo que ha variado sustancialmente el paisaje urbano en contexto de una nueva lógica de organización vertical, modificando en consecuencia formas y esquemas de relación personal, familiar con procesos de convivencia e interacción social altamente desarticulados.
Lo urbano hoy resume las disyuntivas del poder (dominación, desigualdad, crisis ecológica, concentración tecnológica, desarrollo económico y social); que encuentra su primera alusión con los gobiernos municipales, que en su afán de robustecerse se tropiezan con claras crisis de gobernanza (Interacciones y acuerdos entre gobernantes y gobernados, para generar oportunidades y solucionar los problemas de los ciudadanos, y para construir las instituciones y normas necesarias para generar esos cambios), especialmente respecto de la seguridad pública y la anarquía que se vive en muchas ciudades.
Nuestras ciudades son hoy masas informes, territorios imprecisos con centros de conocimiento y tecnología, barrios marginales, periferia sin determinación por su posición geográfica, sino porque se ha roto su cohesión social y se palpa la imposibilidad de una vida democrática en convivencia y con posibilidades de realización de los derechos humanos de sus habitantes, lo que obliga a que seamos capaces de construir un nuevo modelo de gobernanza de lo urbano, nuevas políticas públicas que permitan orientar y darle un sentido mínimo de orden al deteriorado proceso de urbanización que vivimos y se nutre de transiciones demográficas tales como el rápido envejecimiento poblacional, embarazos adolescentes no deseados, transición epidemiológica (diabetes, alcoholismo, discapacidades por accidentes y violencia, enfermedades de transmisión sexual, tuberculosis y demás otras epidemias vigentes).
Así como la población, tenemos una infraestructura vieja, pauperizada e insuficiente, franjas territoriales depreciadas que generan marginación y rezago, creando zonas de miseria, lo que impone reconstruir lo urbano, además de mantener y renovar infraestructura, equipamiento y mobiliario. Construir para reducir los déficits habitacionales y planear con perspectiva de sostenibilidad su inevitable crecimiento.
Igualmente, y de manera urgente e importante debe dotarse a las ciudades de mayores capacidades de resiliencia ante el cambio climático y demás fenómenos naturales, lo que implica reconstruir lo destruido y seguir construyendo, priorizando necesidades camino a redefinir para nuestras ciudades el presente y prospectar el futuro.
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