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Columnistas

El reto de dignificar la política

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Por: Saúl Alfonso Herrera

Conviene a todas luces y para todos sin excepción, que la política, en su concepción más noble, altruista, útil y necesaria, sea dignificada, valorada, respetada como corresponde a una sociedad civilizada, dispuesta a hacer de ella el instrumento poderoso en cual apoyarse para solucionar las demandas colectivas y en la que deben estar presentes las propuestas de beneficio comunitario, sin cuestionamientos, ataques ni descalificaciones mutuas, filtraciones, mentiras ni ofertas demagógicas que terminan por distraer a la mayoría respecto de lo que real y verdaderamente importa, requiere y necesita. Razones entre otras muchas, por las que hoy el noble arte de la política esté mal entendido y desprestigiado en la opinión pública en general.

Es evidente y demostrable, que la actividad política parece haber olvidado por completo que tiene como propósito la elevada vocación de servicio en favor de alcanzar el bienestar para la comunidad a la cual se sirve, es decir, a la que se procurar verter el bien común. Otro aspecto a considerar es que los partidos políticos se han alejado de esa nobilísima tarea de la política, para dedicarse a buscar ganar las contiendas electorales a cualquier precio, sin que importen su degradación y pauperización, soportados en acciones señaladas por una práctica común de intrigas, ruindades, ignominias, iniquidades y vergüenzas.

Lo reiterativo hoy, es la indicación de los actos corruptos del adversario y demás miembros de su partido, lo cual recibe la inmediata respuesta con un señalamiento más grave hacia el otro y así sucesivamente, un listado deleznable de agresiones, huérfanas de propuestas y análisis serios que promuevan la solución de los mil y más problemas que sufre la sociedad. Y si bien por el tiempo que duran las justas electivas se suelen invocar las problemáticas sociales, nunca es tarde para lanzar propuestas encaminadas a generar cambios positivos; sino para ganar adeptos, pescar incautos y conseguir votos con base en causar desencanto y enojo ciudadano; pervirtiéndose la auténtica actividad política.

Hay fastidio ciudadano resultante de la actividad de los partidos que parecen no tener buena aceptación; no obstante, los millones de pesos desperdiciados en publicidad y propaganda, generando que cada día y cada vez más los ciudadanos tomen conciencia que estos procesos que inciden en su vida cotidiana son reprobables, hasta el punto que los partidos políticos parecieran ciegos y sordos ante las demandas ciudadanas, que exigen soluciones a los problemas graves que vivimos y no escuchar diatribas o escándalos.

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