Región Caribe
Así vive el asesino de Yuliana Samboní en el ‘pabellón del horror’ de La Tramacúa


Temperatura: 40 grados.
Vigilancia: electrónica y monitoreada desde Bogotá.
Costo: 25.000 millones de pesos.
Presos: 1.500 de los más peligros del país.
Así es el llamado ‘pabellón del horror’ de la cárcel de máxima y mediana seguridad de La Tramacúa, en la que paga 60 años de cárcel Rafael Uribe Noguera, el asesino de la niña Yuliana Samboní.
En ese lugar, ubicado a tres kilómetros de Valledupar, rodeado de nubes de zancudos y en donde el agua es escasa, se enteró de que sus hermanos, Catalina y Francisco, fueron absueltos en primera instancia dentro del proceso que se les seguía por presunto encubrimiento del homicidio de la niña, el cual ocurrió el 4 de diciembre de 2016.
La prisión, que funciona desde hace 19 años, está ubicada a unos cuantos kilómetros de Valledupar, fue construida bajo la supervisión de miembros del Buró de Prisiones de Estados Unidos, por eso adoptó los horarios de comidas, vigilancia y también castigos.
Junto a la celda de Rafael Uribe, que antes se movía en un sector de la élite bogotana, están las de asesinos en serie como Luis Alfredo Garavito, alias la Bestia; y la de Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, el sicario de Pablo Escobar.
También la de Javier Velasco, el hombre que asesinó a Rosa Elvira Cely en el parque Nacional de Bogotá, y el cerebro de la pirámide DMG, David Murcia. Este, a pesar de que pagó una pena en Estados Unidos, es el más novato de La Tramacúa.
En otra de las torres se mueven miembros de la tenebrosa ‘Oficina’, a quienes la justicia de Estados Unidos se quiere llevar extraditados.
Entre ellos están Sebastián Murillo Echeverry, alias Lindolfo; Juan Manuel Piedrahíta, alias Juancito;y los alias Cuero y Jhony Caca.
Personal del Inpec asegura que Uribe Noguera permanece la mayor parte del tiempo en la celda haciendo diminutas maquetas de arquitectura (su profesión) y que habla con muy poca gente.
Tanto la celda de Uribe Noguera como las de los otros presos están vigiladas por un centro de control que está conectado a las oficinas del Inpec en Bogotá y que es similar al que cuida las 24 horas al narcotraficante mexicano Joaquín el ‘Chapo’ Guzmán.
El reglamento interno es tan estricto, que varios de los curtidos criminales que viven en el lugar, se han quejado de las disciplina que impone el Inpec.


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