Ciénaga
Un cementerio sin dolientes
En los rincones fríos y solitarios del ‘Cementerio de los pobres’ reposan los restos de personajes emblemáticos de Ciénaga abandonados a su suerte. Bóvedas abiertas, sin nombres y destruidas, es el panorama que se vive en el camposanto, que en su interior lleva la historia de miles de cienagueros que partieron de este mundo, pero que quedaron sin dolientes.
Wendy López Picón
El Cementerio San Rafael de Ciénaga, ubicado al sur del municipio y conocido por todos sus habitantes como el ‘Cementerio de los pobres’, desde su creación en 1910 hasta la fecha, está sumido en el abandono. Los difuntos que son llevados al camposanto para que reposen sus cuerpos sin vida, en su mayoría, son olvidados, dejando bóvedas a su suerte que con el pasar del tiempo terminan abiertas, destruidas y hasta profanadas.
El cementerio tiene alrededor de 2.300 bóvedas, en las cuales se pueden albergar hasta 5 cuerpos de una misma familia, tiene una extensión de dos hectáreas y media que ocupan tres cuadras, y de todas las familias que han dejado en su tierra a sus seres queridos pocas se preocupan por el mantenimiento del lugar.
Con una fachada descuidada, sin luces y paredes deterioradas, el cementerio San Rafael guarda en su interior bóvedas de todo tipo y tamaño, desde las más coloniales que en sus placas señalan su construcción hace más de 100 años, hasta las más recientes que no tienen nombres o alguna señalización que indique quienes son las personas que reposan en el lugar.
El camposanto, que debe ser el lugar donde los cuerpos de los que ya no están reposen en paz, se ha convertido en un lugar en el que delincuentes y malhechores han conseguido un refugio para esconderse de la ley e ir a consumir sustancias psicoactivas sin ningún tipo de respeto o vigilancia.
¿QUIÉN RESPONDE POR EL CEMENTERIO?
El cementerio San Rafael está a cargo de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús y del párroco Onebis Maestre, quien delegó una administradora hace dos años que se encarga de su mantenimiento y vigilancia, Jaidith Ávila Gutiérrez, pero sus intenciones de recuperar el lugar compiten con el olvido y la desidia de los dueños de las bóvedas que no hacen ni han dejado hacer.
“El cementerio se encuentra destruido por la falta de interés de los mismos propietarios, dueños de bóvedas, ya que el cementerio no cuenta con recursos para hacerle un mantenimiento total a las estructuras de las bóvedas. Aquí ningún propietario aporta una cuota mensual o aporta a una administración como tal”, afirma Jaidith Ávila.
La administradora del cementerio asegura, que a través de la radio han hecho anuncios para que los familiares vayan a asear las bóvedas que se encuentran abandonadas, pero, ello no ha dado resultado, “en la radio se han llamado a aquellas personas que tengan familiares sepultados aquí, que sean dueños, tengan sentido de pertenencia y vengan, hagan aseo en sus bóvedas, pero todo ha sido en vano”.
Ávila y su esposo que fungió hace cuatro años también como administrador, cuidan las dos hectáreas y media del cementerio de 8:00 a.m. a 12:00 p.m. y de 2:00 p.m. a 6:00 p.m. luego de esa hora el recinto queda a disposición de los delincuentes y las personas que quieran entrar a realizar cualquier tipo de actividad, pues no cuenta con una vigilancia privada o comunitaria.
“En el día podemos estar pendientes, pero, a las 6 de la tarde se cierra la administración, esto queda solo e inseguro, porque no hay servicio de vigilancia. La Policía Nacional tampoco nos presta una guardia, ni en el día ni en la noche”, asevera la administradora del cementerio.
Además, Jaidith señala, “cuando empezó mi administración recibí quejas de la comunidad, molesta, porque quisimos mejorar las bóvedas abiertas con restos óseos, quisimos taparlas para mejorar la estructura visual, para que las personas que llegaran no se sorprendieran con lo que veían, pero ni hacen ni dejan hacer”.
Los dueños de las bóvedas pensaron que Jaidith y su esposo habían sepultado restos sin autorización de ellos, por lo que recurrieron a las autoridades para que comprobaran que en las bóvedas continuaban solo los restos de sus familiares, así que muchas siguen abiertas, sin que ellos puedan cerrarlas.
Asimismo, los administradores no cuentan con un registro telefónico de los dueños de las más de 2.300 bóvedas existentes en el cementerio, por lo que se les hace imposible localizar a los parientes para que se hagan cargo de las tumbas abiertas y restos óseos expuestos.
REFUGIO DE DELINCUENTES
La falta de luces en el cementerio y la falta de vigilancia lo ha convertido en refugio de delincuentes, que cuando cometen actos delictivos cerca al recinto corren hacia su interior, amparados por la penumbra desaparecen entre las tumbas; los policías pierden sus rastros y todo queda en la más completa impunidad.
Pero, no solo los delincuentes asedian el camposanto, la comunidad ha denunciado innumerables veces que jóvenes y adultos ingresan al lugar a consumir drogas, causando pánico en los pocos familiares que lo visitan, pero la Policía hace poca presencia en el lugar, pese a las denuncias y reclamos.
Además, los restos que allí reposan han sido víctimas de profanaciones, destrucción de bóvedas y todo tipo de actos vandálicos a manos de personas inescrupulosas que han aprovechado las sombras, el abandono y el desinterés para hacer lo que quieren.
“Siempre hemos tocado la puerta de la Policía Nacional, se les pasó por escrito, se le pasó por escrito a la Secretaria de Gobierno, pero no hemos visto los correctivos del caso. Lo que queremos es que ellos tengan sentido de pertenencia y nos apoyen para acabar con todo esto”, precisa Jaidith Ávila, administradora del cementerio San Rafael.
El presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Obrero, Adolfo López, manifiesta, que la administración municipal no ha brindado ayuda para la seguridad del lugar y la curia no tiene los recursos para cubrir este gasto. “La Alcaldía no ha puesto vigilancia privada. El párroco que está a cargo ha mejorado mucho el aspecto del lugar, construyendo las paredes para su seguridad, pero se necesita vigilancia permanente”, asegura López.
‘CEMENTERIO DE LOS POBRES’
Al cementerio San Rafael, según cuenta Eloy Rada, quien tiene 50 años de trabajar en el cementerio, en sus inicios se le conoció como ‘Guamachito’, porque fue construido en unos playones que estaban circundados por árboles de Guamacho, con el pasar del tiempo le cambiaron el nombre a ‘Cementerio de los Pobres’ debido a que la clase humilde de Ciénaga sepultaba a sus difuntos allí.
Además, la Troncal del Caribe que conecta a Ciénaga con Barranquilla y Santa Marta ha dividido al pueblo cienaguero en dos desde tiempos pasados, y esa división que ellos mismos la han denominado el sector de los ricos y el sector de los pobres, ha incluido los cementerios. En el municipio hay dos cementerios, el cementerio San Miguel (Cementerio de los ricos) ubicado en el centro de Ciénaga, y el cementerio San Rafael (Cementerio de los pobres) ubicado al sur.
En el pasado, los difuntos eran sepultados en tierra, pese a que aún no existían las bóvedas; las familias que no tenían para pagar los servicios en el cementerio San Miguel los llevaban al ‘Cementerio de los pobres’ dejando a sus parientes dos metros bajo tierra. Algunos familiares volvían en un tiempo estipulado para convertir los restos en cenizas; otros, por lo contrario, quedaron ocultos en la tierra sin dolientes.
Al deterioro por el abandono de los dueños de las bóvedas, se le suma que el cementerio está construido sobre un terreno lagunoso, que en épocas de lluvia causa que el panteón se inunde, lo que genera malos olores y contaminación para los barrios del entorno.
CASA DE PERSONAJES IMPORTANTES
El paradigma de que en el Cementerio San Rafael solo reposan los restos de personas pobres no es del todo cierta, en una de las principales calles del recinto están ubicados los restos de nueve obreros de la Masacre de las Bananeras, además, está sepultado Manuel Varela, el dueño de la emblemática ‘Casa del diablo’, el periodista Luís R. Maldonado Manjarrés, como también músicos y artistas conocidos de la época.
Recientemente fue sepultada Katherine Porto, conocida como ‘La pechichona’, por ser fan de Silvestre Dangong, quien le arregló su bóveda destacándola como la silvestrista número uno, y así, diversos personajes que hallaron en los rincones fríos y tenebrosos del cementerio su última morada.
OBRAS DE MEJORAMIENTO
La administración del camposanto ha realizado jornadas de limpieza de maleza que afectaba el cementerio, sacan las flores secas que la comunidad visitante deja por mucho tiempo en las cúpulas de sus bóvedas, lo que genera basura, han reconstruido las paredes que cercan el recinto, además de construir la oficina de la administración.
Lo recursos que destinan para estas obras son los permisos de inhumación y exhumación, los únicos recursos que recibe el cementerio y con los que se las ingenian los responsables para mejorar el aspecto del lugar. También reciben donaciones de las personas que quieren ver el cementerio en buen estado.
REUBICACIÓN
Dentro de la norma que regula los cementerios en el país, estos deben estar ubicados fuera del perímetro urbano de las poblaciones, norma que no se cumple en el municipio de Ciénaga, según lo estipula la Ley 9 de 1979: Artículo 537º. “Todos los cementerios requerirán licencia para su funcionamiento”.
Artículo 538º. “Para la aprobación mencionada en el artículo anterior se deberán contemplar los siguientes aspectos: ubicación de los cementerios en relación con los cascos urbanos, en los casos en que ella no esté contemplada en los planes de desarrollo correspondientes; que la localización de los cementerios en cuanto hace relación a las condiciones generales del terreno a nivel freático del mismo, a su saneamiento previo; evacuación de residuos, factibilidad de servicios públicos complementarios, facilidad de comunicaciones terrestres, concuerde con las normas establecidas en la presente Ley; La localización del cementerio en relación con la dirección dominante de los vientos.
De igual forma, controlar el uso doméstico de aguas subterráneas que provengan o circulen a través del subsuelo de los cementerios; que la estructura de los cementerios, en cuanto ellas sean aplicables a este tipo de construcciones, se ciña a las normas establecidas en la presente Ley; las características que deben tener las bóvedas en cuanto a material de construcción, dimensiones, espesor de sus paredes, localización, número y ventilación”.
BUSCANDO SU RESTAURACIÓN
En 2012, la Secretaría de Salud del Magdalena sentenció a Ciénaga con el cierre del cementerio San Rafael, si las autoridades locales no tomaban cartas en el asunto y mejoraban el estado antihigiénico en que venía funcionando. Desde entonces, se han implementado acciones mínimas para su recuperación y buen funcionamiento.
Po lo anterior, desde hace dos años que Jaidith Ávila en coordinación con el párroco de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús trabajan con la comunidad, apelan a su sentido de pertenencia por el cementerio, realizan jornadas de limpieza y recolección para mejorar las estructuras de las paredes, tumbándolas y renovándolas desde el suelo con vigas, para acordonar el área e ir poco a poco brindando seguridad.
En 2017 se construyeron 42 metros de pared que estaba en el suelo y que facilitaban la entrada de delincuentes; esos arreglos se hicieron a través de donaciones de 8.000 ladrillos, gravilla, varillas y cemento por parte de la comunidad y empresas. La mano de obra se pagó con recolectas hechas por la comunidad.
“Vamos a seguir insistiendo y tocando la puerta de aquellas personas interesadas y que han visto las obras, porque se han hecho, se han culminado e incentivarlas para que sigan apoyando este proceso”, señala Ávila Gutiérrez.
El cementerio San Rafael no cumple con las condiciones que estipula la Ley, por lo que nace el interrogante ¿qué pasará con el camposanto y con los restos que ahí reposan? Desde el nombre hasta las paredes de este lugar están llenas de misterio. Están tan ‘olvidados’ quienes reposan en este lugar que algunos yacen descubiertos, como si de verdad quisieran huir de esta escena tan difícil de mirar y comprender.
El cielo azul complementa el blanco formado por las nubes, pero que por las noches se convierte en un tenebroso telón, donde no se respetan los restos de innumerables seres que solo piden el descanso eterno. Las tumbas ya no son blancas, sino un blanco amarillento, blanco pus, blanco muerte. La humedad, la basura, se abren paso para reclamar el espacio que alguna vez fue suyo. Solo queda luchar contra la desidia, la falta de escrúpulos de presencias que aprovechan ese lugar para delinquir, para seguir profanando a la muerte.
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