Especial Santa Marta
Añoranzas…
#SantaMarta495AñosOC
“No es que los seres humanos seamos mentirosos (a veces lo somos, y no siempre por gusto), sino que recordamos a nuestra manera. No como nos da la gana, sino como el cerebro va filtrando los hechos en el tupido cedazo del tiempo”, Héctor Abad Faciolince.
Varios samarios viajan a través del tiempo para hablar de esa Santa Marta que tanto añoran, en la cual han vivido sinnúmero de experiencias y a la que definen como uno de los mejores vivideros del territorio colombiano.
Los magdalenenses, a su vez, explican cada una de las actividades diarias que hacían durante su juventud y cuáles eran los sitios que más frecuentaban en aquellos años. En medio de anécdotas, risas y melancolía, los personajes aquí citados hablan de sus mejores épocas como si fuera ayer.
Así mismo, sueñan con que el departamento del Magdalena y su capital Santa Marta estén organizados, que desde las entrañas del pasado se pueda auspiciar su futuro. Que en su cumpleaños 500, el Distrito goce las coyunturas del progreso y le ofrezca una vida de calidad para su gente.
Con base en esos recuerdos de familia, anécdotas que todos los días hablan de los valores y la calidez de esos aromas que arrastran las brisas marinas, hay personajes como Armando Lacera, Clemente Diazgranados, Aníbal Ceballos, quienes se destacan por ser tan significativos como ciudadanos de bien que impulsan a los samarios para que tengan sentido de pertenencia.
Seres de gran talante que recrean las primeras calles, los sitios que frecuentaban; pero lo más importante y en lo que más han coincidido es en que se debe cuidar, respetar y amar al manojo de bahías más lindo de América.
En este trasegar de añoranzas, OPINIÓN CARIBE sostuvo conversaciones con personas que, pese a su poco conocimiento de la ciudad han nacido y convivido con ella, gozando de las nuevas transformaciones, pero con la nostalgia de un pasado que ya no es.
CLEMENTE DIAZGRANADOS
Clemente Diazgranados, exalcalde de Santa Marta en el periodo 1967- 1968, señala que su añoranza se centra en el famoso ‘Trampolín’, el cual estaba ubicado a escasos metros de la Bahía de Santa Marta. Era el punto de encuentro para los jóvenes de esa época que se dirigían al mar y que junto al fútbol era la manera de divertirse en ese momento.
“Más que añoranza, son cuentos y anécdotas que recuerdo de esos años. Por ejemplo, el ‘Trampolín’, una plataforma que había a unos 100 metros de la orilla de la playa, nos reuníamos muchachos entre los ocho, nueve o diez años y para ir a nadar. Nos desplazábamos hasta cierta distancia, a veces no llegábamos, practicábamos tanto, que sobrepasábamos los límites. Para nosotros el mar era la salvación”.
ANÍBAL CEBALLOS CAMARGO
Periodista y gestor cultural de Santa Marta, nos comenta sobre los recuerdos más lúcidos que tiene de la ciudad y lo que más extraña de ella. Ceballos afirma, que la capital del Magdalena era una ciudad señorial, la ciudad de las buenas costumbres, donde residía la gente hospitalaria, la ciudad elegante, además de destacar que en el Liceo Celedón se preparaban cortes impecables y los estudiantes salían completamente preparados para enfrentar la vida profesional. Expresa, que en años anteriores Santa Marta impulsaba el Instituto de las bellas artes, cuando el teatro funcionaba, traían reconocidos artistas como Rocco Petrochi, era una ciudad de respeto y de personas que servían a la sociedad para bien.
“Mi recuerdo más preciado es el de los atardeceres en la bahía de Santa Marta. Siempre nos reuníamos el grupo de jóvenes de la vieja guardia y arreglábamos el mundo, en época de vacaciones nos decían los cachaqueros, puesto que halagábamos a las mujeres del interior, también la Navidad, que era muy bonita, los monumentos navideños y los de la Semana Santa. También recuerdo las fiestas de San Agatón, pese a que aún las mantienen, han cambiado mucho, incluso, la ideología de esa festividad ya ha sido modificada, cosa que no debió ocurrir”.
MAXIMILIANO ROBLES MADURO
Exarquero y jugador del Fútbol Profesional Colombiano trae a su memoria los mejores años que ha vivido en la ciudad magdalenense, sobre todo, recuerda con nostalgia la época que duró en el Unión Magdalena, de la cual afirma que fue una de sus mejores experiencias, porque justo en esa Institución, creció como persona y jugador. Expresa sus agradecimientos al Club por todo lo que le dieron en su momento.
Es indudable que su paso por el fútbol no fue en vano, aún muchos aficionados al balompié colombiano lo nombran y comentan sobre su forma particular de cuidar el arco, de atajar los balones o salir al frente a defender a su equipo del alma. Razones que lo llenan de orgullo y alegría. Afirma que, pese a su edad, no se ha alejado del fútbol, por lo contrario, aún se encuentra activo en el deporte, no desde el campo, pero sí formando jóvenes a través de su escuela de preparación de arqueros, para que en un futuro se conviertan en lo que fue él en esta disciplina, sobre todo lo que le dejó a Santa Marta a través del Unión Magdalena.
“Unión Magdalena es lo que más añoro, la afición, porque lindo era ir a jugar al estadio y verlo lleno, escuchar gritar a los hinchas corear tu nombre o gritar los goles con entusiasmo. El ‘Ciclón bananero’, era uno de los equipos más importantes de Colombia, y duele que ya no sea como antes, además, éramos un grupo aguerrido, hoy, no se ve eso, y da pesar, porque dejamos una historia para que se mantuviera, no para que se acabara. Extraño a esa gente que me decía “Maximiliano, hoy ganamos”, “Hoy no te dejas hacer un gol”; también extraño el buen comer de antes, la alimentación de ahora me ha enfermado poco a poco, quisiera volver a vivir lo que existía antes en mi ciudad.
ARMANDO LACERA RÚA
En el seno de su hogar, el químico, magíster en Ciencias y Tecnología de Alimentos y Catedrático de la Universidad del Magdalena, nacido en Río Frío, Zona Bananera, pero criado en la ciudad de Santa Marta, navega por el mar de sus añoranzas más queridas que vivió en la Capital del Magdalena. Lacera Rúa ha sido reconocido por sus innumerables aportes que ha hecho a la Ciudad del Mar, los cuales han sido premiados por diferentes entidades a nivel nacional, ejemplo de ello, el departamento de Colciencias, por sus escritos e informes y haber realizado investigaciones sobre la industria de la química en el país. El doctor Armando evoca desde las avenidas más antiguas de Santa Marta, hasta los sitios con mayor influencia en la ciudad. La calle del Comercio, la calle Madrid, almacenes como La Bodega o las tiendas de los chinos, entre otros, lo ayudan a recordar la conformación de una ciudad que no tenía carreteras, ni una infraestructura conformada para que se pudiera dar a conocer en la sociedad. Entre sus libros y su amplio conocimiento, el catedrático rememora las edificaciones más importantes de Santa Marta. Con seguridad manifiesta, que las historias que cuenta de la Ciudad de Bastidas se deben a sus largas caminatas o recorridos por ella, para destacar como era la ‘Perla de América’.
“Comienzo por las calles de Santa Marta y la razón del porqué de sus nombres. Por ejemplo, la calle del Comercio, una de las más populares en la ciudad, puesto que en esa vía estaba todo el comercio de la ciudad, incluyendo las tiendas más concurridas por los habitantes.
Contábamos con la calle Madrid, nombre que se le otorgó por la visita de los españoles en la Colonia y que ellos la frecuentaban muy seguido. No puedo dejar de mencionar en el viaje de mis recuerdos las tiendas y almacenes más importantes del territorio samario, tal como La Bodega, ya que esta fue la primera en implementar la venta por menudeo y al por mayor, lo que la convirtió en un hito en la historia de la comercialización de víveres y comestibles en la ciudad.
Para completar lo dicho, debo resaltar, que además del lugar en mención, en el comercio, también se ganaron un lugar los chinos; quienes llegaron bajo el liderato de Saul Wong y comenzaron a expandirse abriendo tiendas, lograron posicionarse en el comercio, hasta el punto de llegar a ser queridos por cada uno de los terratenientes. Eran tiendas que contaban hasta con una zona de esparcimiento donde jugaban dominó las personas más pudientes de aquel entonces.
Además de las calles y del comercio, se debe mencionar la influencia que tuvo Josefa ‘La Batata’ en Santa Marta, pues era conocida por preparar los mejores fritos y tamales de la ciudad. Proveniente de Soledad, Atlántico, llegó con el fin de montar su propio negocio, el inició ofreciendo almuerzos corrientes a los trabajadores del muelle bananero y a otras familias del sector. Con su comida enamoró a más de un citadino, obligándola a ampliar su oferta gastronómica, con el fin de ofrecer fritos y caribañolas en primera instancia, luego preparar sancochos y pasteles de gallina, seguido por los chicharrones y así sucesivamente, hasta el punto de catalogar su comida como la más solicitada por todas las familias que habitaban en Santa Marta.
En medio de todos estos recuerdos no puedo dejar por fuera a las cantinas más sobresalientes que se asentaron en la Calle de Las Piedras, que además de trago y derroche, ofrecía prostitución, cosas que marcaron a las familias más respetables de la ciudad magdalenense. Y bueno, no puedo olvidar la época cuando jugaba el fútbol, o volver a estar sentado en el teatro popular viendo las películas de la época, hubo momentos donde me tocaba sentarme en el piso, porqué las entradas se agotaban, pero con tal de ver la cinta lo hacía, añoro volver a montarme en los cerros de Pescaíto, Taganga y trepar árboles, volver a tirarme en la acequia del pueblo, salir a vender mis billetes de lotería y como no, cuando ayudaba a los pescadores con su trabajo, que hasta salía premiado, porque me daban cinco pescados y de ahí yo los mandaba a mi casa para que comieran allá”.
JUANA ARAPAIMA
Juanita, como popularmente es conocida en el sector de Gaira, habla sobre lo que más extraña de la ciudad de ‘Rodrigo de Bastidas’. Con 110 años y con una sonrisa inigualable, Juana comenta que toda su vida ha sentido orgullo por haber nacido en Santa Marta y por haberse permitido gozar y disfrutar de sus mejores años en la capital magdalenense. Aunque por su edad ha perdido un poco la voz, porque se escucha cada vez menos, no olvida su pasado y es por ello, que hoy lo trae a colación con alegría y emoción.
“Sin duda alguna, lo que más extraño son las fiestas de mis santos, yo fui una mujer que nunca me perdí las celebraciones de San Agatón, bailé mucho las festividades de la Virgen del Carmen, en especial, las de Gaira, que es donde siempre he vivido junto con mi familia. Por mi edad ya no puedo salir a disfrutar de esas celebraciones, pero las recuerdo como si fuera ayer. También añoro la comida de antes, por lo menos yo que trabajaba en un restaurante sé que antes uno se alimentaba más sano, sin tantos daños al organismo, pero hoy, eso ya no se ve, y es una lástima”
JOSÉ MARÍA CAMPO ALZAMORA
Entre risas, ‘Pepe’ como popularmente se le conoce entre sus familiares y personas más allegadas, es un samario que la mayoría de sus años los ha vivido en la ‘Perla de América’. No olvida todo lo que hacía en su niñez y juventud. José María expresa, que bañarse en la Bahía y caminar junto al grupo de sus amigos, es lo que más extraña, ya que hoy por su edad, sus ocupaciones y los cambios que ha sufrido Santa Marta, en especial, la Bahía, ya no puede gozar de estos privilegios.
“Para mí, la juventud pasó ayer, recuerdo mucho mis tardes cuando me bañaba junto a mis amigos. En esa época, todos conocíamos la calle segunda como la calle de La Acequia, generalmente, cuando estábamos en vacaciones nos dirigíamos hacia la playa con los primos y amigos, nos dedicábamos a jugar, a hacer deporte y a piropear a las mujeres. También me acuerdo mucho del ‘Trampolín’, que quedaba ubicado donde está el muelle, pero como estaba más pequeño que los demás, siempre debía estar acompañado, sin embargo, siempre me le medía a jugar con todo el grupo que nos reuníamos en las tardes después del colegio o en las vacaciones. Sé que la ciudad ha cambiado mucho en diferentes aspectos, pero considero que cuidar nuestros patrimonios culturares y turísticos nos hubiese permitido disfrutar más de la capital magdalenense, así como en mí momento goce de bañarme en la Bahía.
JUAN ROMERO GNECCO
Un hombre nacido en Riohacha, La Guajira, pero desde los cinco años reside en la ciudad de Santa Marta, donde cursó todos sus estudios pasando por instituciones como el Ateneo Moderno, Gimnasio Santa Marta y Liceo Celedón. A sus 85 años, Juan Romero se ha convertido en un ser muy querido en la ciudad de Santa Marta, porque su experiencia laboral así se lo ha permitido. Abogado y dedicado al trabajo de impuestos aduaneros, Juan habla con alegría sobre sus recuerdos más preciados con gran melancolía, porque sabe que la ciudad de sus amores no volverá a ser la misma de su juventud. Con la pérdida de las playas y el cambio de la infraestructura, Romero afirma, que antes Santa Marta era una ciudad para vivir y disfrutar, hoy, eso es un sacrificio para cada uno de los samarios.
“A pesar de que nací en Riohacha, siempre me he sentido un samario, pues desde los cinco años resido en la ciudad, motivo que me llena de orgullo. Fui de poco salir en mi juventud debido a que me la pasaba estudiando, sin embargo, debo decir que uno de mis pasatiempos en la niñez y juventud era salir a bañarme todos los domingos a la Bahía con mis amigos; la playa de Santa Marta antes estaba más limpia, más cuidada, pero eso se debe a que antes habitaban menos personas. Actualmente, el flujo de gente es terrible.
Entre mis añoranzas está uno muy especial vivido en mi escuela, porque tuve un profesor que nunca voy a olvidar, pues me enseñó lo que ningún otro me hubiese inculcado, la urbanidad y el comportamiento que debe tener uno ante los demás, el catedrático Manuel Gregorio Núñez, de los mejores docentes que tuve durante mi proceso escolar. Recuerdo que cuando era un joven me encontraba estudiando en el internado del Liceo Celedón y los domingos nos daban un permiso para salir. Junto con mis compañeros nos dirigíamos hacia las playas de Gaira o El Rodadero a pie, pues en ese entonces no había transporte público ni nada de eso, además, tampoco teníamos carreteras, salíamos después del desayuno para que nos rindiera el tiempo y nos devolvíamos a las 2:00 p.m. para llegar pasada las 4:00 p.m. Para finalizar, antes en Santa Marta contábamos con más cultura, éramos más cuidadosos, pero a pesar de todos los cambios sufridos por la ciudad, además de sus dificultades, siempre pensaré que Santa Marta es el mejor vividero del mundo”.
JOSÉ BOLÍVAR MANJARRÉS
Para ‘Bolivita’ como es distinguido por sus amigos y familiares, Santa Marta era la ciudad del buen vivir, puesto que para él no existía el peligro, fuera del que las madres profesaban. Su juventud fue un poco jocosa, porque tuvo que convivir con cinco mujeres, quienes eran sus hermanas y nunca le resultó fácil cuidar y compartir con ellas, aunque si muy alegre porque una pelea que tuvieran se volvía una anécdota que contaban entre risas. De igual manera, cuenta todo lo que hacía en sus ratos libres mientras era niño y su etapa de adolescente, que para él fue una de las más felices de su vida.
“Cuando descansaba del colegio, recuerdo que nos íbamos para el Puente El Mayor de Santa Marta, uno de mis lugares preferidos para irme a bañar, puesto que agarrábamos los mangos de los árboles tan frondosos que había, se nos iba la mirada viendo las grandes fincas y matábamos el tiempo divirtiéndonos en grupo de puros niños sanos, donde no existía la maldad, por lo contrario, la inocencia era lo que más nos caracterizaba.
Otra de las cosas que más añoro era la manera de divertirnos, pues con juegos como la libertad, el escondido, la bola e´trapo, la penca escondida, el famoso cuclí, era nuestra forma de matar el aburrimiento, a esto se le suma como popularmente decimos en la Costa, la mamadera de gallo, sobre todo a los locos, ya que le poníamos apodos como ‘Farinfará’, ‘Caimán’, y un sinfín de sobrenombres que ya no alcanzo a recordar.
De aquellos años también traigo a colación cuando me iba para la playa y me ponía a halar chinchorros junto con los pescadores, para que luego ellos me regalaran los pescados, tampoco logro olvidar el famoso ‘Trampolín’, pues de ahí nos lanzábamos al agua para nadar unos 200 metros y así poder llegar a la orilla de la playa.
Hubo una etapa donde las embarcaciones del banano llegaban mucho al puerto de Santa Marta y yo era uno de los que me iba para la punta del muelle, con el propósito de que los gringos me tiraran las monedas americanas y solo con eso, uno era feliz y no se cambiaba por nadie.
Otra de las costumbres más bonita de la cual tengo memoria es cuando me iba para cine con la muchachita que me gustaba escondido de mis papás, y llegábamos casi a las 2.00 a.m., porque daban una serie muy larga y hasta no terminarla, no regresábamos. Además de destacar que Santa Marta es una de las ciudades pioneras del fútbol, es por ello que en mi época muchos aprendimos a jugar ese deporte en las calles, en medio de la tierra y a plena luz del día. Uno terminaba lleno de tierra y bastante quemado, pero no importaba, ya que muchos teníamos el sueño de convertirnos en jugadores profesionales.
Cómo olvidar las varas de premios, en esos tiempos había un señor que se llamaba Gilberto y realizaba el juego de la vara de premio, el cual consistía en llenar de grasa la varilla que medía unos seis metros y en la parte superior ponían los regalos, eso era una locura ya que todos queríamos ganar, pero solo uno lo lograba.
Recuerdo las festividades de carnaval, pues mis padres siempre nos acostumbraron a disfrazarnos para los eventos, como por ejemplo, el sábado nos íbamos para Mamatoco a oír la misa de San Agatón y allá uno se quedaba hasta el mediodía. El domingo nos trasladaban al teatro Colonial que estaba ubicado en la calle 19 con carrera 5°, para observar el baile de carnaval para los niños, hoy, ya eso no lo hacen y es una lástima, porque los pequeños también merecen disfrutar esas fiestas con tranquilidad y sin problemas.
Por último y no menos importante, los fritos de la señora Josefa ‘La Batata’, a ella uno la encontraba en la calle Madrid entre carreras quinta y sexta, y se le distinguía porque en esos momentos era la que preparaba los mejores fritos y pasteles de Santa Marta. Un aporte más para la comida y que hoy no se ve, son las sopas de ojo, pues antes nos alimentaban con eso y por eso era, que rara vez uno se enfermaba. Esos años fue una etapa muy bonita de mi vida, reía, disfrutaba, lloraba, pero sobre todo viví lo que ninguno en la actualidad gozará, por eso siempre he dicho, “todo tiempo pasado fue mejor”.
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