Columnistas
Horacio Serpa Uribe, caudillo y hermano por siempre
Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza
Me unió al doctor Horacio Serpa Uribe, de lo que me honro y honraré toda la vida, una sincera amistad y hermandad a toda prueba, pero no quiero en estas líneas llover sobre mojado respecto de lo que significó en y para la política colombiana, como tampoco de sus muchos cargos ocupados en representación de su partido, departamento y del país, virtudes y valía inconmensurables exaltadas ya en diversos medios de opinión, difusión y comunicación por distintas personalidades del país y del exterior.
Quiero recordarlo como el ser de honor y espíritu elevado que era, de nobleza magnífica, inalterable lealtad e inmaculada como aguerrida personalidad, lo que aumenta exponencialmente el dolor de su partida. Por encima de todo y de todos mantuvo como norte los intereses superiores de la comunidad y de su partido Liberal, por el que luchó siempre con demostrado denuedo por verlo y hacerlo más social, incluyente y democrático. Así como amaba a la comunidad y al partido, amaba profundamente la vida, de la que decía le había permitido poder servirle, como lo hizo, a las clases menos favorecidas por la fortuna. El país sintió con pesar inmenso su viaje sin retorno al oriente eterno y fueron sus pobladores caja de resonancia del dolor que provocó tan sensible fallecimiento en plena época de pandemia que no permitió acompañarlo a su morada en masa como era el querer de muchos.
Inundados de dolor estamos quienes de alguna manera cerca de él estuvimos. Ha perdido el país a un gran conductor y jefe político, líder, hermano institucional, amigo, orientador, consejero. Me brindó la posibilidad de acompañarlo en su última campaña al Senado de la República. Me enseñó que siempre será posible soñar un país mejor y que la política no es resignación, sino construcción moral permanente en directo beneficio de la administración pública y sus asociados.
Irradiaba energía positiva y nunca se planteó bajar la guardia ni el ritmo. Días son estos de dolor irreparable, lo que me reafirma en el compromiso y disponibilidad permanente para seguir trabajando en la consolidación de la institucionalidad patria. Protagonista fundamental de nuestra política, pensó permanentemente en proyecciones sociales esencialmente, entre otros campos. Imaginaba el futuro como nadie. Produjo cambios importantes que se tradujeron positivamente en el escenario político, lo que le valió el respeto y admiración de copartidarios, ciudadanía y comunidad en general, con la expedición de la Constitución de 1991 en su calidad como uno de sus Presidentes.
Luchador incansable de sus ideales y defensor de sus convicciones lo que hizo hasta su último aliento de vida. Los colombianos le debemos mucho. Puso la política en sitio de preeminencia, nos enseñó a pelear por nuestros derechos, ir tras superiores conquistas, cerrar filas, juntarnos y asegurar una mejor y superior institucionalidad para todos.
Soñó y colaboró para hacer de Colombia un país distinto y en unidad de propósitos. Acercó a muchos quienes nunca se habían arrimado a la política y sumó como logro haber puesto a la misma en prioridad, lo que le vale eterna gratitud de la nación. La definida, digna y definitoria talla humana y política de Horacio Serpa, grande por sí misma, obliga a quienes de alguna manera estamos en espacios de responsabilidad y conducción, a redoblar esfuerzos y compromisos en respaldo a las instituciones democráticas. Muchas fueron las banderas históricas que alcanzó y como gobernante apoyó, ganándose el respeto de los luchadores y el odio de los defensores de la ignominia. Fue ese político que con aciertos reivindicó la vida en democracia.
Doña Rosita, Senador Horacio José, demás hijos, familiares y amigos, los abrazo y conmigo miles de colombianos que solo tenemos para el doctor Horacio Serpa Uribe, eterna deuda de gratitud por sus sobrados méritos, que le tienen ganada la inmortalidad entre los humanos y para la historia. Paz en su tumba
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