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Columnistas

La política como garante de derechos

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Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Es claro a todas luces que la ciudadanía se sostiene en el cumplimiento de la Constitución y las leyes, algo en lo que todos debemos coincidir si coincidencias hay, como también que viviendo estamos una crisis inédita, que ha incrementado en mucho desempleo, inseguridad, indigencia y más, necesidades estas que no han sido atendidas como se debieran; que en soportados decires, se centra lo cual en la incapacidad de gobernantes y dirigentes para hallar los caminos mejores para resolver dándole soluciones a nuestros problemas.

Vivimos en democracia y conformamos una ciudadanía, la cual entraña un muy complejo de derechos y obligaciones individuales y colectivos, conceptual y desafortunadamente hoy banalizados, lo que alerta sobre la necesidad de debatir a fondo sobre tan especial particular, lo que además debe servir para remontar su fragilidad institucional y cuestionarnos en verdad respecto de la intensidad de la ciudadanía que ejercemos.

Claro es igualmente que al ponerse en tela de juicio la ley, se carcome todo el armazón que la construyó, lo que nos lleva a preguntarnos sobre  por qué tenemos que ser avales individuales de las obligaciones normativas y políticas de la ciudadanía, si no tenemos una garantía de nuestros de derechos como ciudadanos en la sociedad; lo que entraña el riesgo o más bien el peligro que representa el surgir de nuevas ciudadanías exclusivas que determinan  la aparición de guardias barriales; barrios, comunas y localidades cerrados y blindados, patrullas de seguridad vecinal y un largo etcétera; y, de la misma manera, otras soportadas en las demandas sociales que limitan los derechos de otros ciudadanos.

Nos lleva a afirmar lo visto que, aunque aparentemente democracia y derechos están ligados, existen entre una y otros muchos aspectos de tensión, que implican la subordinación de la democracia a los derechos, lo que constituye de plano un apremio en ciertos modelos democráticos, más no de la misma manera en el entendimiento más esencial de esa democracia que debe ser defendida a ultranza y que entrañan igualdad y libertad en las distintas filosofías políticas, así como los límites que impone a los Estados el derecho internacional sobre los derechos y las importancias que tienen para el ejercicio de los plenos derechos en los regímenes democráticos.

Es todo lo cual un asunto de sumo cuidado, que obliga ponerle freno a la fragmentación social, y entender que la política, bien se dice, es el resultado colectivo de una relación social que de no legitimar sus prácticas como debería y tendría que ser como garante de derechos, condenada estará a ser superada prontamente por otras formas de relación social, lo que señala que adelgazar la ciudadanía es desmejorar la democracia, que no necesita de la letra (y menos muerta), sino del cumplimiento de las pautas establecidas por el agrupado social.

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