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El nuevo contrato social

Por: Cecilio López
Parece increíble que ha sido necesario que América Latina viviera una crisis de semejantes proporciones para que se empiecen a reconocer sus inmensas falencias. Esos mismos analistas que durante 30 años defendieron un modelo económico, no identificaron jamás que esas desigualdades profundas entre sectores de la población eran el resultado de esas políticas que defendían sin permitir cuestionamientos. Ahora si empiezan a preocuparse y tímidamente reconocen algunas debilidades en lo económico y en menor grado en los social, sin hacer el balance que se requiere. Lo peor es que son esos mismos los que si nada cambia, serán quienes propondrán los remedios.
Por lo anterior es fundamental que se haga el balance que tanto se ha evitado. América Latina no ha resultado ser la región del mundo más afectada por la crisis del Covid-19 por una mera casualidad. Obviamente su debilidad se construyó durante décadas y sin duda las últimas tres tienen mucho que aportar. Varias lecciones son evidentes, pero se ignoran. Las economías no lograron sino parte de lo que se esperaba con la adopción del nuevo modelo cuya receta se conoció como el Consenso de Washington. Los equilibrios macroeconómicos que se alcanzaron primero no contribuyeron a esa mayor dinámica económica que se prometió y hoy eso se acepta. Segundo, lo que no se dice es que además la estrategia social fracasó, y de eso no se escuchan aun las voces haciendo las preguntas que tocan. Durante décadas se alabaron las Transferencias Condicionadas que bajaron niveles de pobreza, que ya empezaba nuevamente a subir antes de la pandemia, pero además lejos de apoyar el crecimiento de las clases medias generaron la categoría de vulnerables. Eses sector de la población que solo logró superar levemente los niveles de pobreza pero que no pudo insertarse productivamente en la economía.
Frente a estas reflexiones, cómo se puede construir un nuevo contrato social si no se hace un balance honesto sobre las estrategias seguidas por toda la región durante tanto tiempo. Obviamente sobre cómo se manejó la economía entre otras porque hoy algunos de esos éxitos se están desvaneciendo como una inflación controlada lo mismo que el endeudamiento de los países. Sin duda, el mayor problema estará en lograr un análisis honesto de la política social que debe empezar por su estrategia de focalización y el abandono de las políticas universales. Esa estrategia que concentraba los apoyos a sectores más vulnerables no ha reconocido que los criterios para lograrlo se politizaron y Colombia es el ejemplo perfecto de lo que ha pasado con el Sisbén. No ha habido forma de que lleguen esas transferencias en dinero solo a los que deberían porque se convirtieron en dádivas para apoyos políticos. Eso no lo vio esa tecnocracia arrogante que ha dominado el debate del modelo económico en estos últimos años. Los cuestionamientos sobre las implicaciones sociales negativas del modelo de desarrollo imperante siempre se descalificaron como físico populismo como si la entrega de subsidios para obtener votos no fuera precisamente eso. Pero los malos han sido los políticos y no los tecnócratas que han defendido el modelo. Nuevo Contrato Social, de acuerdo, pero empecemos por reconocer los grandes errores cometidos. Y en esto los economistas tenemos mucho que decir.

