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Columnistas

Los recursos de la contienda política 

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Por Rosa Daza

En Colombia por estos días se vive el espíritu pre electoral, y es que el 2022 llegó inundándonos con propaganda política y encuentros interesantísimos en los cuales somos invitados a conocer candidatos presidenciales o legislativos en persona: ¡wow!

Ellos nos abrazarán, se tomarán una foto y por supuesto, nos tratarán de mostrar las ventajas de su propuesta política, inclusive seremos convocados por los candidatos a lugares exclusivos donde podrás disfrutar de una cena, una merienda, un detalle y hasta volverás a casa con stickers, camisetas y lapiceros con el logo de la campaña del candidato o candidata que se ha presentado en dicho evento.

Y aunque observo con molestia la cantidad de merchandising que cada cuatro años los Colombianos costeamos para que los políticos nos hagan creer que es un regalo, no considero contrario al espíritu democrático, por ejemplo, que el estado destine la módica suma de veintisiete mil cuatrocientos cincuenta y tres millones noventa y cuatro mil quinientos cincuenta y siete pesos colombianos  ($ 27.453.094.557) a efectos de financiar la primera vuelta presidencial[1], aunque discutible, no me resulta objeto de análisis en esta oportunidad.

Lo que es realmente llamativo es lo que sucede con aquellos recursos (no económicos) que identificas unicamente en tiempos de contienda electoral y que por muy grotescos, ordinarios, insensibles o descarados que parezcan, hacen parte del infinito mundo de estrategias utilizadas para llamar o captar la atención de posibles votantes, o al menos enredarlos hasta el 13 de marzo del 2022.

Les hablo de los candidatos que visitan sumos pontífices para no ser tildados de ateos o en su defecto de los que visitan pastores y se bautizan para atraer la votación de los evangelistas, de aquellos que son capaces de denunciar conductores de plataformas prohibidas de movilidad para hacer un “live” en instagram y captar muchos views, o de esos políticos que se visten con ropa barata y suben un video a YouTube para que quede claro que son “del pueblo”, aun sabiendo que todos conocemos sus camionetas blindadas y que ni el vidrio bajan cuando ya han sido elegidos.

No podemos olvidarnos del viejo recurso de la foto cargando al nene en el barrio popular, o besando y abrazando al grupo de población vulnerable, esa misma que entiende -a estas alturas- que no pueden desaprovechar la oportunidad de oro que les da la vida -o las elecciones- para tomarse una selfie con el político famoso, ese que dicen que sale en la televisión luciendo muy formal, aunque no se le entienda nada (normalmente porque no dicen nada concreto).

De la dinamica política siempre será mi interés mofarme, pero especialmente la que se desarrolla en estos tiempos pre electorales que son la viva expresión de la cultura del “panem et circenses” en la que nos hayamos envueltos los colombianos.

Causa al menos gracia la proliferación de estrategias inimaginables y absurdas para lograr aquel lugar en el Estado, aquel que fue pensado para servir pero que finalmente funciona para robar. Si, robar expectativas, ilusiones, sueños, oportunidades, espacios, y tantas otras posibilidades para quienes tienen la necesidad de recurrir a este, su Estado.

Corren por estos tiempos lemas y promesas maravillosas que suelen escucharse a viva voz por candidatos y después del 13 de marzo resultan tan solo recuerdos de una época en que cada uno de nosotros parecía igualmente importante para ellos, sin distinciones de clase, raza, posición económica, cultural o religión.

Un recuerdo que nos acompañará en paredes, ventanas, afiches, gorras y camisetas que -al igual que sus elegidos- rápidamente se van borrando, perdiendo o ignorando.

Hoy te invito a que nos gocemos estos días distintos, evaluemos con criterio esa desesperación de aquellos que ahora nos necesitan, nos desean, nos buscan pero que, sabemos acostumbran a desaparecer una vez elegidos. Que todos esos recursos para lograr convencernos de un voto nos recuerden todo el tiempo cuán valioso es el nuestro, el único que tenemos, el que por virtud de nuestra carta política podemos usar cada cuatro años: ejercer el voto es darle sentido a la participación democrática y nos proporciona la esperanza de algún día contar con un sistema funcional y servidores dignos de ocupar el hermoso rol de gobernantes o legisladores, porque como con las brujas ¡de que los hay, los hay!

[1] Según comunicado del 20/05/21 del Consejo Nacional Electoral de Colombia.