Connect with us

Columnistas

Transformarnos para bien

Published

on

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

Tenemos que ser como país territorio de derechos y libertades, de transformación, esa que es necesaria cuando las condiciones de cambio se generan por decisiones o por crisis e implican la creación de nuevas condiciones de vida interna que permitan una adaptación activa a las exigencias del entorno, puesto que la particularidad de los sistemas sociales es que la calidad de las emociones define el resultado del proceso de transformación y el modo de adaptación, dado que transformar la estructura de un sistema humano, no significa cambiar la imagen de lo que somos (las definiciones que describen al grupo u organización), sino cambiar la forma como vivimos, mismas que bien y mejor puedan expresar sus mandatarios en elementos tales como honestidad, austeridad, visión social, innovación y eficacia, que caractericen a los gobiernos que en realidad y verdad le apuesten a la realización de positivos cambios.

Es ir tras tendencias en esa dirección, establecer rutas de esperanza, materializar mayores y mejores proyectos políticos que legados dejen en políticas públicas ejemplares, y no lo que vemos y de lo que hastiados estamos, sintetizado en máximas expresiones de corrupción, delincuencia y privilegios. No se trata bajo punto de vista alguno que nos leguen una forma de ejercer el poder a la mala, sino entender y comprender a ciencia cierta y conciencia que la mejor vía para el beneficio colectivo es propender por la implantación e implementación a tope de los servicios públicos entre otros logros y realizaciones, y no pretender preservar mucho tiempo el gobierno sin realmente gobernar, como cansados de ver estamos.

Tampoco es la vía la entronización de mafias políticas a través de socios, amigos o familiares. El fortalecimiento de cacicazgos que ejercen terror y todo lo controlan, incluidos los Poderes Legislativo y Judicial, así como las instancias electorales, mediante los cuales construyen un poderío que pisotea y aniquila opositores, al tiempo que gana elecciones con soporte clientelista y desde luego que también de forma fraudulenta, con lo cual hartazgo social, resignación a que las cosas no cambien, la peligrosa conclusión del todos son iguales y la dolorosa mentira que así es la política, no vamos a ninguna parte. Aunque pensando en voz alta, podemos decir que queda la esperanzadora resistencia de pensar y actuar para lograr cambios y transformaciones reales.

Requerimos un gran proyecto de país, mismo que debemos construir entre todos, aportar desde nuestras más diversas expresiones, a ver si por fin alcanzamos logros, realizaciones y resultados. Es desde el presente invertir en el porvenir; donde niñez, juventud y sus familias cuenten con cobertura para no desertar de los escenarios académicos por motivos de orden económicos.

De la misma manera, asegurarnos resultados en materia de seguridad, combate y prevención de la violencia hacia las mujeres, eficiente movilidad, proyectos de innovación y acciones para el cuidado del medio ambiente, ente otras consideraciones. Un territorio donde no solo hallan proyectos, sino que se sepa gobernar bien y mejor. No es querer llevar un país al desastre, sino donde la ciudadanía tenga la oportunidad de verse gobernada como debe, tiene que ser y sus pobladores merecen.