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Columnistas

Ciudad y dimensión humana

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Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez

El futuro de las ciudades, ojalá que ello siempre se tenga presente y nunca se olvide, debe ser su humanización y naturalización, recuperar la dimensión humana como proyecto colectivo, participativo, acogedor y sostenible; entender y además comprender que casi la mitad de la población mundial vive hoy en las ciudades, y para el 2050 se prevé un 75% en ellas, guarismo que evidentemente obliga a replanteamientos urbanísticos para evitar colapsos en lo órdenes socioeconómico y ambiental. Obliga lo cuál a los pueblos del mundo, a desarrollar una nueva agenda urbana para hacer más equitativas y sostenibles las ciudades, misma que debe ponerse desde ya en marcha y empiece a marca pautas desde lo local a lo planetario.

Todo lo dicho, teniendo en exacta cuenta que no podemos saber cómo serán las ciudades a largo plazopero si es obligación de los poderes públicos prever cómo queremos que sean, tener claro qué queremos defender cómo debe ser la forma física de las ciudades y también vislumbrar las relaciones sociales y económicas sobre las que se sustentarán; ya que si queremos plantear la ciudad en términos de progreso debemos trabajar en los ámbitos tanto físico como vital; es decir, naturalizar la ciudad para humanizarla y humanizar la ciudad para socializarla, una combinación de vocablos que supone un complejo sistema de interconexiones, sin el cual las ciudades perderán su identidad y serán espacios donde habitar, pero no donde vivir y convivir, lo que impone trabajar duramente para que los ciudadanos quieran estar en las ciudades más que pasar por ellas.

No es ello una tarea fácil, pero como apunta el arquitecto y urbanista danés Jan Gehl, debemos recuperar la dimensión humana de las ciudades para garantizar que estas sean precursoras de equidad y de una adecuada sostenibilidad y calidad de vida: «Primero la vida, luego el espacio y por último los edificios, al revés nunca funciona», puntualiza Gehl; lo que significa un cambio de conceptualización en todos los ámbitos. A nivel de concepción del espacio público se debe tener en cuenta la cohesión urbana y el equilibrio entre la movilidad, la sostenibilidad y la socialización. Estamos en disposición de impulsar una refundación urbanística para recomponer y remodelar las ciudades, atendiendo y escuchando las necesidades y opiniones de sus habitantes, con el objetivo de que sirvan para socializar y crear vínculos entre las personas.

Es en definitiva, reordenar el espacio público teniendo en cuenta la utilidad y su uso común, potenciarlo como un marco de convivencia colectivo con más ámbitos de interacción, con una movilidad más sostenible, con amplios espacios verdes, peatonales y con la recuperación de vegetación en zonas de menor dimensión, que permitan crear ciudades cálidas, respetuosas, inclusivas y acogedoras. Es evidente que si se hacen más espacios para las personas se tendrá más vida pública.

De otro lado, se debe trabajar la piel de la ciudad, su ADN, toda vez que la ciudad debe ser un proyecto colectivo, donde el ciudadano participe, se implique y decida. Lugares en los que se identifiquen miradas diversas y pensamientos múltiples que los hagan crecer y construir espacios de convivencia, de igualdad, de solidaridad, de innovación y de identidad colectiva. Porque solo así se puede garantizar el futuro de las ciudades. Y en esa cadena se debe crecer exponencialmente hacia la solidaridad, para no dejar a nadie atrás.

Humanizar la ciudad para naturalizar el espacio y socializar la comunidad. Es decir, caminar y construir servicios y proyectos para tener municipios integradores, dignos, protectores, activos en la diversidad y combativos en la exclusión. Para ello, la fuerza de las personas, su compromiso y capacidad es imprescindible. Como lo es también potenciar la creatividad, el emprendimiento en todos sus niveles, la cultura y la educación, puesto que, si queremos unas ciudades al servicio de la vida, es trascendental conocerlas al detalle; vale decir, usos de los espacios, necesidades de las personas, carencias, potencialidades y debilidades, porque solo de esa manera se pueden empezar a crear y a construir espacios de convivencia inclusivos que faciliten los procesos de aprendizaje de la vida en comunidad.

En definitiva y no queda de otra, hay, más temprano que tarde y más pronto que después, volver a mirar el espacio público como el eje de la vida moderna. El futuro urbano debe construirse cada día, siendo aquí donde los poderes públicos y ciudadanos debemos mostrar toda la fuerza para sumar y progresar adecuadamente con la finalidad de alcanzar un real equilibrio entorno urbano / espacio natural / personas. Solamente de esta manera seremos capaces de construir ciudades tangibles maduras y combativas que sepan salvar(se), acoger(se) y respetar(se) como debe, tiene que ser y exige el mundo actual.