Columnistas
Leyendo a Gabo

Por: Iván Correa Acosta
A propósito de la conmemoración de los 10 años de la muerte del célebre nobel de literatura, leer a Gabriel García Márquez significa volver a las calles de cualquier pueblo del Caribe y que el a través del lienzo mágico de sus palabras las recreara con tal vivacidad y genialidad que cualquier persona que lo lea, desde un francés hasta un chino, desde un cachaco hasta un costeño siente un cosquilleo en la piel, de ver como es la realidad y lo fantástico que puede ser una historia de Gabo, ya sea en una novela o en un reportaje periodístico.
Gabo convertía las historias de su abuela, Tranquilina Iguarán en pinceladas mágicas, en retazos de un rompecabezas gigante que eran sus historias, que era Cien Años de Soledad, el Coronel no tiene quien le escriba y para mí su obra más importante, a diferencia de los críticos y del público en general, Crónica de una Muerte Anunciada. La historia de Santiago Nassar es la propia historia que nos contarían nuestras abuelas un domingo en tarde de lluvia, de esas historias que de niño creemos inverosímiles, pero lo que la vida misma nos ha enseñado que la realidad le queda pequeña a esa inverosimilitud.
Esa historia que el mismo Gabo en una entrevista dice que él escribió al revés, consciente de que se encontraba envolviendo al lector en esas historias taciturnas de abuela y que sabría en un primer momento que a Santiago lo mataron, pero no como lo mataron y por qué lo mataron. Gabo desafiaba los cánones de la época relatando la realidad de los pueblos de la Costa, en una Colombia que por entonces se deleitaba con autores europeos o latinoamericanos del Boom, como Borges o Cortázar, Gabo puso a estudiar a muchos el mapa de Colombia a ver si Macondo existía, si existió en efecto esa masacre en donde de los trenes botaban los cuerpos al mar en las Bananeras, las guerras en las que había luchado Aureliano Buendía y también que era un gitano y porque en la Costa no conocían el hielo. Gabo nos puso a aprender historia, geografía y por supuesto, a exaltar y llevar la cultura caribe al mundo, a donde los rincones y sinfines del mundo, llevando el Vallenato Nobel hasta a la fría Estocolmo una noche de 1982.
Sin duda, el Caribe merece conocer a Gabo, merece leerlo y enterarse de esas historias que cada día mueren de a poco, lentamente se van con el viento esa creatividad para contar las palabras de pe a pa que nos contaban nuestros antepasados, y es por ello que leyendo a Gabo nos reencontramos con nuestro pasado, con lo que fuimos pero también con lo que seremos y lo que podemos ser, podemos reencontrarnos con nuestras raíces y seguir exaltando esos escritos que nos ponen como ejemplo ante el mundo o sencillamente, dejar que mueran en el olvido. Es momento de acercarnos a nuestro corazón, a nuestra historia como pueblo, como civilización que vivió una gran cantidad de vicisitudes, de alegrías, de tragedias, de cotidianidades que han salido a deslumbrar en la música, en la literatura, en la poesía, en el baile, en la cultura y que nosotros como los herederos de esa cultura tenemos que seguir perviviendo, por supuesto leyendo a Gabo.
