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Filtrar un video íntimo no es chisme: es violencia

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En los últimos días, el país ha sido testigo de un nuevo escándalo mediático: la filtración de un video íntimo de la modelo Isabella Ladera y el cantante barranquillero Beéle. Sin embargo, más allá del morbo, los titulares y la circulación en redes sociales, desde Opinión Caribe queremos dejar claro algo fundamental: lo que ocurrió no es un simple chisme de farándula, es un acto de violencia.

Difundir o consumir este tipo de contenidos constituye una grave violación a la intimidad, que vulnera la dignidad y el bienestar emocional de las personas involucradas. No podemos normalizar que la privacidad de alguien se convierta en espectáculo público. Tampoco podemos seguir etiquetando estos episodios como “escándalos” o “rumores”, cuando en realidad representan agresiones directas contra la libertad y la integridad de quienes aparecen en los videos.

La violencia digital es real, y sus consecuencias son profundas: ansiedad, depresión, daños a la reputación, estigmatización y, en muchos casos, la imposibilidad de continuar con una vida personal o profesional sin el peso de la exposición no consentida. Es una forma de maltrato que afecta la salud mental y destruye proyectos de vida.

En Colombia, este tipo de prácticas está contemplado dentro de delitos asociados a la violación de datos personales, la violencia de género y la violencia digital. La justicia tiene un reto enorme para frenar la impunidad, pero también como sociedad debemos asumir nuestra responsabilidad: no compartir, no replicar y no consumir este tipo de contenido. Cada vez que alguien da “clic” para ver o reenviar un video íntimo filtrado, se convierte en cómplice de esa violencia.

Hoy es Isabella Ladera y Beéle, ayer fueron otras figuras públicas, mañana podría ser cualquier persona anónima. Nadie debería atravesar por una exposición tan cruel de su intimidad. Por eso, en Opinión Caribe reiteramos: esto no es entretenimiento ni farándula, es violencia, y debe ser rechazado sin matices.

Es momento de cambiar la narrativa: dejar de llamar “escándalo” a lo que en realidad es una agresión. El respeto por la intimidad y la dignidad humana debe estar por encima del morbo y de la viralidad.