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Columnistas

De los retardatarios, líbranos Señor

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Saúl Alfonso Herrera

La reflexión política, entendida en su real como exacta dimensión, gira a partir de Nicolás de Maquiavelo, no solo alrededor del concepto de poder, sino, sobre todo, en torno a la institución que posibilita su ejercicio: el Estado. De ahí que sea necesario hacer desarrollos de memoria, lo mismo que prever escenarios hacia el futuro para tomar las mejores decisiones; esto es, cero improvisaciones. Tales ejercicios de memoria nos determinan quiénes han impulsado los cambios para bien de todos y quiénes se han opuesto sin razón.

Se habla de impulsar reformas en tal o cual sentido y no faltan quienes salten a oponerse sin hacer ningún análisis sobre su conveniencia o inconveniencia. Todo lo niegan sistemáticamente. No hay para ellos razones que valgan para llegar a acuerdos. Actúan solo por capricho, por hacer sentir que son oposición (una mala oposición). Por ellos, es difícil que tengamos una buena estabilidad económica.

Se habla de desarrollo agropecuario y saltan los peros; se propone agricultura a grande escala y se oponen con el minifundio; se habla de una coherente distribución de la tierra con certidumbre jurídica y aducen que debe prestarse sin ella, lo que a la postre deja impunes muchos delitos derivados de los créditos otorgados por la banca sin las suficientes garantías y generando de contera resquebrajamiento del sistema financiero.

Se les plantea coalición, se les invita y surge siempre la irracional oposición. Prevalece en ellos la negativa a hacer cambios, limitando las posibilidades para hacer un buen gobierno. De no ser tozudos quienes se oponen porque sí, seguro estaríamos hoy disfrutando de mayores beneficios. Esos, quienes oponiéndose a todos presumen de impulsar cambios y reformas, no han sido sino un permanente obstáculo al progreso, desarrollo y crecimiento económico.

Hablando de futuro, no se puede permitir desde ningún punto de vista que las cosas empeoren. Debemos y tenemos que ser optimistas, en lo que preciso es buscar las coincidencias mejores de las que surjan acuerdos fundamentales. Tener claro que lo más necesario es cumplir y hacer cumplir la ley, primer deber para superar nuestra actual crisis.

Lo más difícil en un Estado Social de derecho es una relación reflexiva ético-política entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, lo que no debiera ser, toda vez que allí se encuentra la clave maestra para hacer reformas que apuntalen su marco jurídico, que bien estructurado permite desarrollos mejores en todos los sentidos. Es entender de una vez por todas que un Congreso equilibrado puede tanto frenar como impulsar políticas en beneficio colectivo. No se puede seguir perdiendo el tiempo en asuntos menos que importantes, ni insistir en querer ganar sin buscar la ayuda de quienes están en las orillas contrarias, no, cuando lo que manda la razón es poder dedicarse a que los adversarios políticos cumplan sus metas. Saber que la mayor satisfacción en todo esto es respetar nuestras diferencias, pero sin impedir los acuerdos, menos cuando estos están dirigidos a beneficiarnos a todos.

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