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Ecos de una Pelotera

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El que tenga miedo 

Moisés Pineda Salazar

Es desconcertante constatar entre los de mi generación  el nulo avance que hemos tenido en el conocimiento y en el comportamiento colectivo, frente a los ‘entresijos electorales’. La muchachada ‘nos copia’, nos sigue y los repite: “algo huele mal”.

“El que escruta, elige”, “el verdadero debate electoral empieza a las cuatro de la tarde”, son recetas del vademécum que alimentan la idea de que no se accede al poder porque “el sistema electoral es vulnerable y los contradictores no nos permitirán avanzar”.

Con ello, las ‘generaciones históricas’ impiden el debate político acerca de los ‘principados’, y de los sectarismos, que nos castraron las competencias básicas sobre las que se soportan las habilidades para ‘tejer’ consensos entre parecidos y cercanos, distintos y distantes, para construir realidades posibles dentro, con y desde, la diversidad y la inclusión.

Antes de ser tildado de mentiroso, traidor, oportunista, negacionista y otras lindezas por las cúpulas que no toleran a los que no repetimos el ‘pensamiento oficial’, diré que utilizó la expresión “mito” en el sentido de “relato cargado de simbolismos, de estructura continua, simplificada y coherente, que permite comunicar y explicar fenómenos complejos”.

Se diferencia de la metáfora (parábola) especialmente, en sus objetivos.

Mientras el relato mítico se soporta en imágenes de la realidad entregando explicaciones que dan unidad, identidad, motivación y sentido a la acción del conjunto social, las parábolas y las metáforas superponen la realidad sobre lo natural y conocido, con fines de reflexión, introspección y juicio moral.

Creo que algunas de las razones que explican el proselitismo alrededor de un ‘chocorazo’, están asociadas con “El fraude con el que le fue arrebatado el poder al general Gustavo Rojas Pinilla” que, en desarrollo de esa explicación simbólica, dio origen a la formación de la guerrilla del M19. “Si pasó, volverá a ocurrir”. Así es la fuerza de un “Mito Fundacional”: explica, replica y pronostica.

Otras pueden afincarse en la metáfora del pitbull que asimila el sistema electoral a la condición de un perro guardián. Se trata de una construcción cultural, resultado de unas manipulaciones genéticas que producen un canino con una capacidad de daño tal que al ‘ponerse a jugar’ con su entorno, lo destruye todo. Fiel a su entrenador y dueño, es capaz de matar.

Mostradas de esta manera, el mito y la metáfora son útiles para ocultar que el Sistema Electoral Colombiano le ha garantizado a los movimientos alternativos, contar con los Senadores y Representantes más votados del país; elegir concejales, diputados, alcaldes y gobernadores sin que, al alcanzar tales metas, se haya cuestionado su idoneidad.

Como no es raro que a toda explicación se le encuentren fallas, algunos querrán no que al perro se le pongan bozal y correa, sino que se le sustituya por un oso manejado por otro entrenador. Tampoco faltará el que quiera reemplazarlo por un French Poodle que solo sirva para gastar plata en peluquería, llenar de pelos la cama y servirle al dueño para consentirlo, aunque entre el vecindario se le tilde de maricón.

En el fondo de estas representaciones subsiste el miedo a tener que mandar al carajo la idea anacrónica según la cual “quien gana, se queda con todo” y que, porque esa es “la regla de oro de la democracia”, entonces -aun siendo minoría relativa-  tienen derecho a imponerle a las mayorías su propia visión del mundo, de la economía, su ética y su estética; o que, siendo mayoría, pueden hacer lo mismo olvidando que “la Democracia es el régimen en el que las mayorías le garantizan el ejercicio eficaz de sus derechos a las minorías”.

 

 

 

 

 

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