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Columnistas

Que entre el diablo y escoja

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Por Víctor Rodríguez Fajardo

 

Es difícil que la opinión pública tenga a quienes hacen parte de la gran pirámide de poder como inocentes. Aun así, entre ellos se judicializan, no con el ánimo de hacer justicia si no por luchar y ganar un espacio que le dé acceso al manejo de los recursos del Estado.

Hoy, más que tener una credencial, se busca el control de los «órganos de control» para cuidarse las espaldas, o para quitar o doblegar opositores. Son frecuentes los rumores de paseos millonarios donde alguien que tiene la potestad de incidir en el resultado de una investigación, recauda para su benefició a cambio de prebendas para favorecer al investigado.

La idea colectiva de los ciudadanos es que no salen a buscar justicia sino, como delincuentes, a cobrar una extorsión, su parte del botín del funcionario que, actuando como pirata, saquea descaradamente los recursos del Estado.

 

¿De qué tamaño es la corrupción? ¡Inconmensurable!

Pero una idea de ese tamaño la puede dar el hecho evidente de la prosperidad inusitada que exhiben quienes hacen parte de esos entes de control que por mucho que pidan, siempre recibirán una pequeña parte, solo un porcentaje muy inferior al que se mete al bolso el criminal que saqueó el erario cuya prosperidad, aunque intente ocultarla es todavía más evidente.

Alcaldes, gobernadores congresistas concejales, diputados, ministros, secretarios de despacho, directores de institutos descentralizados, etc. descalifican a quienes tienen control sobre sus actos públicos porque, en algunos casos, se ha desdibujado el deber ser para convertirse en una posición dominante que les coloca en posición de lucrar sobre la operación ilícita que estén conociendo.

A su vez, es difícil encontrar a miembros de corporaciones de elección popular que se conformen exclusivamente con los honorarios propios de la credencial que representan. Se busca estar del lado del mandatario para actuar como socio con derecho de repartir y recibir utilidades.

Son muchos los rumores sobre el estímulo necesario e ineludible para votar proyectos en las Corporaciones, de los cuales, tal vez, solo se escapan las facultades para el funcionamiento del Estado, y si el proyecto conlleva a una concesión o las APP, es como ganarse el baloto después de un año sin haber caído.

 

¿Nuestro ADN es corrupto?

Por lo menos nuestra democracia sí, y doy mi punto de vista con el siguiente ejemplo:

Se comenta que una campaña con opción de ganar la gobernación del Magdalena no baja de 20 mil millones, o una similar a la alcaldía de Santa Marta está por encima de los 10 mil millones. De ser cierto, y a sabiendas que por lo menos en cada elección hay 2 candidatos con opciones y con recursos similares, ¿cuándo se recupera esa inversión? Los sueldos de esos 4 años de Gobierno no llegan al 10% de esa cifra. ¿Acaso son malos inversionistas? NO.… o usted conoce a un político a quien el ejerció de la dignidad pública lo empobreció? Ni los ahogados, ejemplos sobran.

La clase política está en total desprestigio y protagoniza escándalos como el que se viven por estos días en Santa Marta y el Magdalena. Esto solo fortalece en el imaginario común la desgastada imagen que los representa. La corrupción no es exclusiva de nuestro territorio, es Nacional y ocurre en todas las ramas del poder público, desafortunadamente, alcanzamos el vergonzante nivel de que esta realidad es una marca para el país.

Como si fuera poco, en un país de escándalos, a los políticos que hoy están en la picota pública, les alivia saber que su exposición mediática dura hasta que reviente el siguiente escándalo.

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