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Columnistas

La pobreza duele

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Saúl Alfonso Herrera

 

Frente a la pobreza, mandan realidad y racionalidad, actuar con prudencia, no intentar utilizar políticamente tal circunstancia y asegurarnos que se utilicen adecuadas políticas y medidas para combatirla, asegurar reducirla a su máxima expresión, al igual que potenciar un crecimiento económico que garantice poder adquisitivo a los salarios. La fiebre no está en las sábanas como popularmente se afirma, sino en cómo se miden los ingresos y cómo a partir de allí se estima la magnitud de la pobreza, debiéndose construir un concepto de pobreza que corresponda con los de derechos humanos, trabajo y salario digno.

Podrán aumentarse las coberturas en muchas de las dimensiones de la vulnerabilidad y carencia social, pero mientras no haya un acceso efectivo y de calidad en los servicios públicos que se brindan, ni se modifique el sistema de políticas económicas y sociales para garantizar crecimiento con equidad, reducción de la violencia, la criminalidad, la indigencia, la segregación, demás otras formas de discriminación y de exclusión de todo orden en nuestros territorios, nada habremos ganado.

Tenemos que hacer conciencia que debemos ser capaces de construir, priorizar el trabajo digno y bien remunerado en contexto de pleno empleo, aupar por un superior desarrollo social para establecer mínimos de dignidad, transitar hacia una concepción de la pobreza en términos de acceso al bienestar que no de la supervivencia, ya que la idea no es ni se trata de sobrevivir para seguir comiendo.

Debemos ser capaces de generar un proceso sostenido que permita romper con la reproducción y permanencia estructural de la pobreza y de los factores que la causan y provocan. No se trata que tengamos breves periodos de recuperación, crisis o contingencias de la economía, y con ellas, nuevos procesos de profundización e intensificación de la pobreza, la exclusión social y la desigualdad, sino encaminarnos con voluntad y decisión a combatirla hasta derrotarla en la más de sus formas, ojalá con la prontitud que amerita, a efecto de superar tristeza, desolación, enfermedad, dolor y desesperanza. No se trata de conformarnos con rebasar mínimos de supervivencia que atentan contra la dignidad humana, sino ir más allá en los niveles de bienestar, sin que prevalezcan mezquindad, codicia, corrupción; factores negativos para una más acabada o humana prosperidad para todos, buscar la excelencia, construir un país incluyente, comprometido con los derechos humanos, la dignidad y la justicia social, especialmente para aquellos quienes nunca la han podido acceder.

 

 

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