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Columnistas

La fascinación macondiana

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Rosario Pisciotti Lara

En el mes de abril  se celebra el Día del idioma, oportunidad para mencionar al Nobel Gabriel García Márquez y a su obra Cien años de soledad. Nunca está demás destacar una y otra vez a este gran escritor nacido en las entrañas de uno de los pueblos que él volvió fascinante  a través de sus novelas.

El autor tiene tantos paralelismos en sus narraciones, que cuesta entender el universo de cada una de ellas. Es un deber recordar la inmensidad de este gran literato, sobre todo en un país que sufre de la peste del olvido, porque nada conoce, nada recuerda, ni a tirabuzones. Son ciudadanos desmemoriados.

García Márquez muere el 17 de abril de 2014 y deja un legado de novelas e historias cortas, en la que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo imaginario, pero que refleja la vida y lo conflictos de una América sin nombre como tituló Pablo Neruda a uno de sus más grandes poemas.

De su impresionante producción literaria, hay que nombrar a Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada, Los funerales de la mamá grande, El otoño del patriarca, El amor en los tiempos del cólera, La hojarasca, Vivir para contarla,  Historia de un secuestro… Todas con un toque complejo, no lineal, salta entre diálogos y pensamientos, entre el espacio y el tiempo.

Cada colombiano debe leer a este genio de la literatura latinoamericana, entender a cada uno de sus personajes como símbolos de amor, de olvido, de anécdotas, de verdades, de dolor, de abandono, de placer, de deseos ocultos, de la ambición y soledad del tirano, de complejas amarguras, del cinismo de los gobiernos y la manipulación de unos pueblos que se caracterizan por sus resignaciones a vivir en medio de sus miserias.

 

 

 

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