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Juventud y voto

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Cada año ingresa a nuestro registro electoral un número considerable de jóvenes, generación que empieza a vivir con ciertas expectativas, aunque poco vinculada a los partidos, pero con una incidencia cada vez mayor en la población. En este año electoral, posible y probable es que los sondeos de intención de voto recojan las preferencias de este rango poblacional; y ojalá, en ruta a tener una dimensión más acertada de cómo sería su comportamiento, las interpretaciones de los resultados se fijen más puntualmente en dicha franja que se establece entre los 18 y 22 años de edad, de la que de hecho real y verdaderamente poco se sabe, sobre todo respeto de cómo ha de ser su comportamiento eleccionario.

Insisto, es una generación de la que se sabe se les denomina “millennial” y “centennial”, nacidos a comienzos de siglo XXI, pero poco se conoce acerca de sus expectativas, motivaciones, preferencias y aversiones. Poco han sido referenciados debido a que fundamentalmente, todavía no tienen gran poder adquisitivo, convirtiéndose en un público poco atractivo para la publicidad, que es probablemente el sector que más se preocupa por este tipo de conocimientos, ya que la visualiza como franja económica de futuro.

Políticamente, pareciera que se les limitara en cuanto medir su potencial votante y no se les pregunta mucho sobre este especial particular, como tampoco se les pregunta a las personas si votarían por ellos, cuál si fueran invisibles. No se tiene en cuenta lo mucho que tienen que decir, siendo nula la oportunidad que tienen para hacerlo. La clase política, y no es invención de nadie sino demostración estadística, no termina de establecer un vínculo con la población joven. Hay escasa incorporación de candidatos jóvenes para los escaños elegibles y el uso político de los temas juveniles genera una gran desconfianza respecto a los políticos y refuerza la idea de que éstos no cumplen lo que prometen.

Queda en claro en estas líneas la existencia de un desafío  más que importante y urgente tanto para las instituciones abocadas al proceso electoral como para los partidos políticos, obligados a escuchar, comprender e incluir significativamente a los jóvenes votantes; pero oigase bien, no solo en el discurso, sino fundamentalmente en la praxis, interesando en consecuencia que los primeros deben persuadirles de registrarse y votar; y, los segundos, darles razones para hacerlo; pero, sobre todo, elegir, hacerse sentir pronunciándose en las urnas.

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