Editorial & Columnas
El liderazgo que el Magdalena necesita
Por Ives Danilo Díaz Mena
En el Magdalena y en buena parte del país la palabra “liderazgo” se ha desgastado tanto que muchos ya no la creen. Hoy cualquiera se autodenomina líder, aunque lo único que haga sea repetir discursos vacíos o buscar un aplauso fácil en redes sociales. Sin embargo, el verdadero liderazgo no se mide en seguidores, sino en coherencia, en capacidad de escuchar y en la valentía de actuar con propósito cuando el silencio es más cómodo.
Durante décadas, nuestro territorio ha sido escenario de promesas rotas, caudillismos efímeros y proyectos que nacen con euforia y mueren en el olvido. En ese vaivén político, la gente perdió la confianza y la esperanza. Pero lo que el Magdalena necesita no es otro salvador de turno, sino líderes con ética, sensibilidad y compromiso real con su gente.
Un liderazgo auténtico no se impone; se construye desde la cercanía, desde el diálogo con la comunidad, desde entender que gobernar no es mandar, sino servir. Como bien lo decía Max Weber, el liderazgo carismático debe estar anclado en la responsabilidad y la vocación de servicio, no en la vanidad personal ni en el interés electoral.
El Magdalena necesita líderes que conozcan el dolor de sus pueblos, que hayan caminado sus calles, que sientan el peso de las desigualdades y las traduzcan en soluciones concretas. No en discursos. Porque los discursos no pavimentan vías, no educan a los jóvenes, ni salvan a los enfermos sin atención. Las acciones sí.
El liderazgo del futuro será el de aquellos que sepan unir, no dividir; que entiendan que la grandeza de un territorio no está en sus apellidos ilustres, sino en su gente sencilla. Los que logren inspirar confianza sin miedo, que transformen la queja en propuesta y la rabia en propósito. Santa Marta y el Magdalena tienen todo para levantarse: historia, cultura, talento y resiliencia. Solo falta una generación de líderes coherentes, capaces de mirar a los ojos a su pueblo y decirle la verdad, aunque duela. Líderes que prefieran dejar huellas en la gente antes que en los muros del poder.
El verdadero liderazgo no grita, inspira. No manipula, orienta. No destruye, construye.
Y esa es, sin duda, la gran tarea que tenemos como generación: recuperar la dignidad del liderazgo para que el Magdalena vuelva a creer.
Referencia
Weber, M. (1947). The theory of social and economic organization. Oxford University Press.
