Columnistas
Frente Nacional de Segunda Generación
Por Víctor Rodríguez F.
“El Frente Nacional fue una coalición política y electoral entre liberales y conservadores vigente en Colombia entre 1958 y 1974. Las principales características de este período fueron la sucesión de cuatro períodos (16 años) de gobierno de coalición; la distribución equitativa de ministerios y burocracia en las tres ramas del poder público (ejecutivo, legislativo y judicial); candidato presidencial elegido por acuerdo bipartidista y la distribución igualitaria de las curules parlamentarias hasta 1968.
El principal objetivo de este acuerdo político fue la reorganización del país luego del período presidencial del general Gustavo Rojas Pinilla”. Hasta ahí la clase de historia Patria que podemos encontrar en la Internet. Cabe recordar, que quienes fueran comunistas, socialistas o de cualquier ideología política debían inscribirse como miembro de uno de estos dos partidos para poder acceder a un cargo público, puesto que, no había cabida para que subsistieran partidos diferentes a los del referido pacto.
Colombia, en cuanto a éste tipo de alianzas, históricamente ha tenido muchas a la sombra, como aquellas tenebrosas con los paramilitares, así como otras ostensiblemente vociferadas como pactos ‘legales’ que permitieron la repartición del poder público en manos de los lleristas y laureanistas en principio y, posterior, los seguidores de Ospina y López, extinguiendo con esto la posibilidad de acceso al poder de otros sectores.
Han pasado más de 40 años desde que se acabó ese Frente Nacional y nos encontramos ad portas uno nuevo. Se está cuajando en tiempos de la Unidad Nacional y, a esta altura, el manejo del Estado, disputado casi en exclusividad por las fuerzas Santistas y Uribistas, al punto que, hasta el otrora partido de oposición, el Polo Democrático, hace parte de la nómina del ejecutivo. Los Varguistas fijarán posición a cuál bando pertenecerán, con base en los apoyos a la hora del debate presidencial.
La excusa del primer Frente Nacional fue la urgente gobernabilidad perdida por la crisis que generó el golpe de Estado del general Gustavo Rojas; ahora, es la ‘guerra’ que está generando el proceso de paz. Ni más ni menos.
La alta polarización entre Santistas y Uribistas es un juego, que, al parecer, es el deseado por las dos fuerzas, que no permiten la aparición de nuevas figuras o, que por lo menos, tengan obligatoriamente que depender de esas dos estructuras.
En retrospectiva, tanto Santos como Uribe se encuentran en el mismo espectro ideológico de derecha, con matices más o menos radicales entre uno y otro, pero afines en su momento, como cuando trabajaron juntos para la conformación del Partido de la U, el cual reunió diferentes vertientes políticas en aras de apoyar el proyecto Uribista, del cual resultó el hoy Presidente, un miembro del gabinete ministerial y su posterior sucesor, ante la imposibilidad de Uribe de aspirar a un tercer mandato.
Pero, una vez al mando, se generó un choque que derivó en la actual coyuntura de división entre estas dos fuerzas en torno a la paz, aunque realmente es un asunto de poder. Por más que la audiencia de este enfrentamiento vea solo la superficie de los cuestionamientos y enfrentamientos, implícitamente existe un acuerdo, con efectos parecidos a la selección natural, en el que solo dos sean quienes pongan las condiciones y, los demás, o se extinguen o les toca adaptarse para sobrevivir. Como dato curioso, la permanencia en el poder del llamado Frente Nacional fue de 16 años, coincide con los periodos de Uribe y Santos, sumados; siendo los únicos que nos han gobernado en el siglo XXI.
Aquel escenario se fortalece por hechos tales como el aumento del umbral electoral al 3% en las elecciones para Congreso, lo cual significa una purga para muchos partidos o movimientos minoritarios o, por lo menos, un amplio debilitamiento pensando en la supervivencia y en la necesidad de contar con el apoyo de los partidos que sumen más votos.
Sin embargo, los guarismos no solo van en aumento para mantenerse con representatividad en las corporaciones políticas, sino que también se han disminuido éstos con la intención de favorecer un plebiscito para refrendar los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla, haciendo patente que esta es una pelea de dos, dado que la paz se ha tornado en el elemento diferenciador político en nuestro curso actual, juntando fuerzas en dos bandos que buscan perpetrarse en el poder y, al parecer, ese supuesto de hecho será constante por lo menos por cuatro periodos más, lo que les dará vigencia y capacidad para acomodar el ordenamiento jurídico y el establecimiento político a su favor.
La gran victoria de la dupla Santos & Uribe es poner a todas las regiones del país a asumir posiciones alrededor de ellos, dando a entender que por fuera no hay posibilidad de gobierno. En el caso específico de la región Caribe, es grande el rezago en muchas áreas debido al centralismo existente. Somos nosotros quienes debemos repensar nuestra vida republicana, ser propositivos en nuevos escenarios de liderazgos, respaldando nuevas figuras que tomen las banderas de nuestra región. Un caso específico es el que tiene que ver con la empresa Electricaribe, que está lejos de permitirnos ser competitivos ante regiones como la andina o la paisa; y ambos, Uribe y Santos no mostraron voluntad para solucionar este oprobio.
Los dos han modificado la Constitución con la anuencia de nuestra clase parlamentaria para beneficio propio, lejano a los intereses del Caribe. Uno de los más grandes golpes dado en nuestro progreso regional fue la modificación al régimen de regalías, olvidando que la gran reserva minera de Colombia está en nuestra región, pero que ahora toma otro camino, la repartición de esas regalías hacia territorios que no ven traumatizados su medio ambiente o sus vías congestionadas y contaminadas por el transporte de carbón. Lejos de ser Uribistas o Santistas, debemos recordar mis queridos parroquianos, es, que, ante todo, somos Caribes.
Las fuerzas que han ostentado el poder, andina y paisa, lo hacen sin asomo de peligro de una tercera vía, por lo menos; la clase política del Caribe, hasta el momento, pasa como ‘Familia Miranda’.
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