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Columnistas

Santa Marta… por una identidad y sentido de pertenencia

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Por Rubén Darío Ceballos 

“Nadie ama a su patria por ser la más grande, la más rica o la más avanzada, sino porque es la suya”. Anónimo

Cumplimos 491 años de fundados para el Nuevo Mundo, tiempo transcurrido en el que pareciera hemos perdido nuestra identidad y sentido de pertenencia que nos caracterizara, otrora arraigado en todos y cada uno de nosotros como parte fundamental de nuestra samariedad (si estuviese permitido el vocablo), lo que hoy y de una nueva vez por todas, obliga de manera imperiosa a todos los samarios a retratarnos en nuestra identidad, para algunos ya perdida, y traducirla en un buen definido sentido de pertenencia; connotaciones una y otra, definitivas y determinantes de cara a fundamentar sólidos constructos que nos permitan desde ya, aspiraciones superiores que potencialicen nuestro ser, hacer y quehacer, aspectos necesarios que nos encaminen a la consolidación de esa Santa Marta mejor que aspiramos para propios y extraños de esta y demás generaciones por venir.

Identidad, entendemos, es el conjunto de los rasgos propios de un individuo o de una comunidad, siendo también la conciencia que una persona tiene respecto de sí misma y que la convierte en alguien distinto a los demás. Aunque muchos de los rasgos que forman la identidad son hereditarios o innatos, el entorno ejerce una gran influencia en la conformación de la especificidad de cada sujeto, elementos estos que sirven, entre otros, para que cada persona se reconozca y sea reconocida en su individualidad.

La identidad es condición y proceso, a través, y en cuyo curso, se logran establecer los límites y peculiaridades que distinguen e individualizan a las personas; doblemente vinculada a la herencia natural y la experiencia vivencial de cada individuo, única e irrepetible por su singularidad y herencia histórico-social de la cual todos somos portadores. Más allá de los elementos perceptibles, no es solo una cualidad implícita en la condición unitaria del individuo; sino que se perfila y enriquece en el discurrir de la vida social; en el contacto multinacional con las instituciones, que comienza en la familia, y luego se amplifica a otras diversas estructuras sociales con los hábitos, costumbres, actividades, obligaciones y responsabilidades que contraemos y desarrollamos desde pequeños, en la senda de las distintas interacciones sociales que forman parte de nuestras vidas.

Estructuras sociales que componen el tejido de la sociedad, gracias a la huella heredada de una generación a otra y a las continuas acciones de las personas que en ellas construyen, reproducen y perpetúan el conjunto de peculiaridades que los caracteriza, desarrollando sus propias identidades colectivas, cuyos mecanismos funcionales y principios rectores regulan las relaciones y la mediación con las estructuras externas.

Así se constituye la identidad cultural, como síntesis de la construcción de múltiples significados distintivos, fruto de las complejas interacciones sociales que desarrolla internamente cada grupo y en sus relaciones con otros, mediante las cuales sus miembros se unifican, y a la vez, se diferencian de los demás. Esta identidad, proporciona elementos concretos de referencia, comparación y resume el todo simbólico que caracteriza a la colectividad, al establecer patrones singulares de interpretación de la realidad, códigos de vida y pensamiento que permean las diversas formas de manifestarse, valorar y sentir, como está indicado por los investigadores sociales.

Más, no basta con ser partícipe de una realidad colectiva común, poseer rasgos étnicos comunes o compartir la misma herencia sociocultural para presuponer la conciencia personal como representante de una identidad determinada. Se requiere del sentido de pertenencia, como forma de adscripción al universo simbólico de dicha colectividad; como expresión del grado de significación y sentido que los códigos imperantes, los valores, juicios, tareas compartidas y actividades por emprender, alcanzan, realmente, para cada sujeto. El sentido de pertenencia, con toda la carga afecto-cognitiva que conlleva, es elemento de arraigo y movilizador de la actividad social, y lo que es más importante, generador de valencias y cohesión.

Sentido de pertenencia es sentirse parte de un grupo, una sociedad o de una institución, esto tiene su origen en la familia, porque es el primer grupo al que pertenecemos. Al serle fiel al grupo y siguiendo sus normas, se da una identidad y una seguridad, mientras más segura se sienta la persona, más elevado será su sentimiento comunitario y estará mayormente dispuesta a seguir normas de convivencia.

Cada logro a este respecto, es un aporte para la construcción de nosotros mismos y de nuestra sociedad. Cuando tenemos sentido de pertenencia y satisfacción, es posible que logremos vivir en un mejor ambiente, pues nadie cuida lo que no valora. En cambio, lo que más valoramos merece todo nuestro cuidado y atención. Si miramos nuestro entorno, y vemos que está en buen estado, eso nos invita a cuidarlo y mantenerlo. Esto hace que los lugares y las herramientas que usamos estén en condiciones óptimas, así se nos facilitan las tareas y se nos hace más fácil cumplir con nuestras metas.

Cada uno de nosotros debe cuidar todo lo que representa la ciudad, ello tiene un significado importante, una filosofía, de los cuales hacemos parte. El sentir orgullo nos da valor como personas. Quien no tenga desarrollado el sentido social de la pertenencia, está fuera de lugar, es donde no le nace estar. La pertenencia nos da seguridad y autoestima; quien no tenga este valor debe hacerse una auto evaluación y retomar la senda.

Los samarios debemos entender, comprender y practicar, que cuando una serie de particularidades comunes a un colectivo, sirven para distinguirnos de los demás, creando premisas para el auto-reconocimiento como parte integrante del mismo, los vínculos de interacción entre los miembros se hacen más sólidos y coherentes, tanto dentro como fuera del contexto de referencia. Se establece pues, una identidad colectiva que traza y norma los mecanismos internos para la acción, conservación y desarrollo grupal, así como para mediar las relaciones con otros asociados.

Esta peculiaridad relativa a la forma de adhesión a los rasgos distintivos de la identidad cultural, es el sentido de pertenencia, que implica actitud consciente y comprometida afectivamente ante el universo significativo que singulariza a una colectividad, en cuyo seno, el sujeto participa de manera activa. Los vínculos de pertenencia pueden ser múltiples respecto a una misma persona, de acuerdo con la diversidad de papeles e interacciones en que participe a lo largo de su existencia.

El grado de compromiso individual y colectivo, así como los vínculos afectivos que se consolidan a través del sentido de pertenencia, son tales, que aún en los casos en que cesa la relación activa con el medio que lo origina, puede mantenerse la identificación con sus valores representativos. La duración de este lazo emotivo es, por tanto, indeterminada, y sólo se extingue en la medida en que se transformen y construyan significados que enajenen la identificación del sujeto con los mismos, lo que pareciera estarnos pasando en nuestra otrora hidalga ciudad de Santa Marta.

 No obstante, la fuerza del sentido de pertenencia en muchas ocasiones pervive, como una latencia emotiva, relacionada con aquellos rasgos distintivos de la identidad colectiva que todavía mantienen su sentido para el sujeto. Por tanto, el sentido de pertenencia es un elemento primario de arraigo e identificación personal y colectiva. Es expresión concreta de adhesión a rasgos específicos y característicos de la cultura, que sintetizan perfiles particularmente sentidos de identidad cultural; por lo que resulta importante en las estrategias promovidas para el desarrollo protagónico.

Los samarios tenemos la necesidad de reafirmar la identidad cultural y el sentido de pertenencia como recursos insustituibles para movilizar la participación colectiva, por lo que debemos apelar al concierto de significados distintivos y a la promoción de las múltiples expresiones nuestras, lo que nos ayudará a la reafirmación de lo samario, ya que facilita la interiorización de valores y actitudes ético-políticas; establecer lazos emocionales más fuertes con el patrimonio histórico-cultural del que somos herederos y crear las condiciones para reconocernos en las peculiaridades distintivas de la identidad samaria.

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