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Columnistas

Campañas en caliente

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Saúl Alfonso Herrera

Entiendo que las campañas electorales deben ser útiles para que los ciudadanos conozcan las propuestas de quienes posible o probablemente habrán de representarlos. De ahí la importancia que como ciudadanos tratemos de entender la política en la más de sus dimensiones y complejidades.

Acercarse a ver, estudiar, analizar, sopesar objetivos y prioridades, hacer claridad acerca de qué propuestas son más viables, como se van a alcanzar y desechar tanta promesa fatua, insustancial, irrealizable que aparecen en las campañas sin sustento alguno, de las que se valen los aspirantes para sumar voluntades que se traduzcan en votos, que luego de cumplir con el cometido democrático de elegirlos, olímpicamente se olvidan de las necesidades poblacionales, tanto importantes como urgentes.

Ávidos estamos de políticos serios, responsables, conocedores a conciencia de las realidades y necesidades del pueblo, promotores de grandes temas, tales como los de carácter ambiental, salud, educación. Comprometidos con el impulso de una cultura de la legalidad. Nada de blandas promesas. Nada de difamaciones. Igualmente, entender, como sostienen importantes sociólogos y politólogos de reconocida jerarquía, que: “Las democracias presuponen que estamos informados y capacitados para votar. Pero unos intercambian su voto por unas despensas y otros por una vinculación ideológica o por mera inercia. Muy pocos invierten en saber qué prometen los partidos políticos. Probablemente esto sea racional. No importa mucho qué se promete si luego no se cumple”.

Obliga lo cual, pensar en el modelo de democracia que tenemos y repensar que otros nuevos ingredientes y elementos adicionarle, para así evitar y controlar los muchos vicios que la acorralan de manera inmisericorde, lo que no permite vislumbrar de forma clara muchos de los aspectos que se esconden tras quienes realmente para qué quieren el poder quienes lo buscan, lo que pareciera un propósito, toda vez que casi nunca proponen liberar las reglas y dejar que la información fluya.

Deben servir en esencia las campañas políticas, no para ocultar situaciones, justificar falencias ni buscar ardides, sino para abandonar la vía de lo inservible y darnos cuenta qué es o qué será lo más convincente y conveniente para la población, desde luego que tras un escrutinio a conciencia de las propuestas ofertadas y bajo el compromiso de someterse a un ‘juicio de residencia’ los políticos que las incumplan.

 

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