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Columnistas

Duque presidente, en primera vuelta

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Carlos Holmes Trujillo García 

La segunda vuelta para elegir presidente de Colombia se consagró en la Constitución de 1991. Tal como ocurrió con varias de las reformas hechas en aquella ocasión, se buscó dar un paso adelante en el fortalecimiento de las instituciones, entonces debilitadas y golpeadas por la violencia, y recoger el ansia de transformación expresado en distintas modificaciones constitucionales fallidas por decisiones de la Corte Suprema de Justicia que las declaró inexequibles.

El Congreso había aprobado cambios relacionados con la descentralización, la justicia y la participación democrática. Sin embargo, aquellas no nacieron a la vida jurídica por cuanto se encontró que su trámite contrariaba los procedimientos vigentes en la época.

Desde el punto de vista político, entre otros asuntos, se disminuyó el número de congresistas, se creó la circunscripción nacional, y nuevamente la vicepresidencia, y se instauró la segunda vuelta.

Todas esas instituciones, sumadas a la democracia participativa y los mecanismos para darle operatividad, buscaron abrir más espacios de expresión ciudadana. El sueño era el florecimiento de las libertades políticas para que los electores pudieran acudir a vías distintas a la de la representación, sin abjurar de esta, además, a que el rechazo a lo existente pudiera canalizarse mediante caminos institucionales novedosos y directos. Eso fue lo que se buscó.

Por otro lado, la segunda vuelta buscó que el presidente de la República fuera siempre elegido por la verdadera mayoría de la nación. Se consideró que un jefe del Ejecutivo elegido por la minoría de los votantes era inconveniente, en momentos en que la voz de rebeldía de millones de compatriotas se escuchaba en todos los rincones de la patria. Cuando se promulgó la Carta, el eco de la crítica a tal decisión se oía con claridad. No obstante, el resultado de los procesos electorales que se han celebrado desde el 91 permite decir que se cumplió el objetivo deseado.

Algún otro día se dedicará una columna a explicar en detalle la anterior afirmación. Por lo pronto, es fundamental afirmar que a Colombia le conviene elegir a Iván Duque en la primera vuelta. El Estado actual de la nación requiere un presidente con legitimidad política indiscutible. No olvidemos que, a pesar de las denuncias que se hicieron a raíz de las irregularidades en la segunda vuelta en el 2014, todavía se esperan los pronunciamientos del caso. Dígase lo que se diga, quedaron dudas que afectan el juicio del país sobre el actual gobierno.

Por otra parte, las decisiones que deberá tomar el próximo presidente tendrán mayor viabilidad si el mandato que recibe la nueva cabeza del Ejecutivo es claro y contundente. Así mismo, en la medida en que quien presidirá el Estado logre su elección gracias a una votación ampliamente mayoritaria, el mensaje para el Congreso tendrá que ser escuchado.

En este orden de ideas, hacer un gran esfuerzo, acompañado de emoción, ilusión y esperanza para elegir a Iván Duque en la primera vuelta es lo que le conviene a Colombia, con el fin de que sea posible vivir y trabajar tranquilos, merced a la legalidad, el emprendimiento y la equidad.

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