Columnistas
Empoderamiento y mujer

Saúl Alfonso Herrera
La mujer hoy es protagonista principal en las áreas del saber, la cultura, el arte, la política, las finanzas y demás ramas y actividades de la vida, realidad que impone invertir en su empoderamiento general y económico en particular para contribuir con la equidad de género, erradicación de la pobreza, cultura de no violencia y el crecimiento económico. Aportan ellas con creces a la economía en las empresas y el campo, como emprendedoras y en el trabajo de cuidados no remunerados. No obstante, seguimos viendo que sufren pobreza, discriminación, violencia y explotación en las más de sus formas. La discriminación las conmina a trabajos inseguros u mal pagos en contra de su dignidad y valores; a la par que ven reducidos el acceso a bienes económicos limitando su participación en la concepción, implementación, implantación y diseño de políticas sociales y económicas; al tiempo que el “machismo” sigue justificando que las tareas domésticas recaigan en ellas, limitándoles tiempo para que aprovechen oportunidades económicas, además de ser objeto de constante maltratos físicos, morales, espirituales y demás.
Este vital empoderamiento económico debería ser eje central en las políticas sociales de países, municipios y comunidades. Pues el concepto no se limita nada más al acceso a ingresos propios de las mujeres, sino al control del uso de esos recursos, la capacidad de elegir y tomar decisiones en procesos en los que las personas toman conciencia de sus derechos, capacidades e intereses. Es por lo cual cada día y cada vez más indiscutible que la reducción de la inequidad de género y la mejora de las condiciones de la mujer ayudan a generar tasas más altas de crecimiento económico y superior estabilidad macroeconómica, como lo como lo certifican distintos estudios de organizaciones universales.
Sin embargo, persiste inequidad de género en lo salarial, político, social, cultural, mala representación, sufriendo acoso laboral, sexual y violencia que poco o nada se denuncian, ya que normalmente prefieren guardar silencio y aceptan tales vejámenes para mantener sus puestos de trabajo, lo que es a todas luces inadmisible, lo que amerita cambios transformadores no solo en como una razón de derechos humanos de las mujeres, sino como decisión inteligente que va a contribuir al desarrollo económico sostenible, camino a potenciar una cultura no violenta, independencia económica y empoderamiento en lo cultural, social y político.
Todo lo cual impone en manera urgente la necesidad que las organizaciones pasen del compromiso a la acción y tomen medidas y políticas decisivas, decisorias, visibles, mesurables y demás otras cuantificaciones, mediciones y cualificaciones encaminadas a materializar el propósito buscado. Es asumir tal empoderamiento como parte de un todo integral sostenible que determine para la mujer igualdad de oportunidades y condiciones posibles dirigidas a potenciarse como agentes económicos y productivos en ruta a garantizar para las generaciones por venir superior calidad de vida, dignidad y seguridad personal.

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