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Columnistas

Horacio serpa el gran liberal

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Por: Cecilia López Montaño

Mucha tristeza tenemos los liberales que creímos como él en ese liberalismo que ya murió. Tal vez ese sentimiento ha contribuido a sentirnos más huérfanos que antes ahora que Horacio Serpa, el más liberal entre los liberales, nos ha dejado para siempre. Sin embargo, no podemos borrar de nuestra memoria esos momentos donde nos dio señales de humildad, una virtud que poco se menciona pero que era inherente a él. Vivió durante su larga carrera política momentos en que sin razón fue puesto a un lado por personajes que llegaron a sentirse dueños del partido como Fernando Botero. Pero probablemente consciente de su valor, esperó su momento y le llegó. Hoy nadie desconoce su contribución al país desde todos los cargos que ocupó siendo probablemente uno de los más importantes su contribución a esa Constitución Política que esperamos algún día llegue a cumplirse para convertirnos de verdad en un país realmente democrático. 

Lealtad, virtud que sí se le reconoce permanentemente lo caracterizó precisamente por ser absolutamente desinteresada, siempre convencido de la necesidad de salvar la institucionalidad. Su lealtad al presidente Samper sin duda fue una de las razones por las cuales no pudo llegar a la presidencia, pero jamás se arrepintió de su actitud porque siempre creyó que era lo que le correspondía. A todos los que estuvimos en ese gabinete, especialmente a los pocos, muy pocos, que nos quedamos hasta el final, nos apoyó, nos dio ánimo cuando el mundo se nos venía encima, cuando muchos como él creíamos que mantener las instituciones era nuestra obligación. De las arremetidas de políticos oportunistas siempre nos protegió, y nos dio luces sobre cómo manejar esos momentos tan difíciles.

Tuvo muchos éxitos, pero además las tres derrotas cuando quiso llegar a la presidencia, pero jamás le vimos señales de desasosiego sino por el contrario, las tomó como elementos para continuar en la lucha. Y con aquellos que quisimos entrar en esa competencia fue generoso, convencido de que el partido necesitaba contiendas claras, algo que César Gaviria, por ejemplo, nunca entendió. Cuando veíamos de cerca su fortaleza, su capacidad de superar golpes duros en su carrera, muchos reconocíamos en Rosita su punto de apoyo, esa relación envidiable que hizo de su matrimonio la fuente de su felicidad aun en medio de momentos políticos confusos y dolorosos. Por eso hoy acompañamos a Rosita y con el corazón en la mano queremos decirle que le queda la satisfacción de haber contribuido a todo lo que Horacio Serpa hizo por este país. 

Los liberales estamos huérfanos porque eso que queda del partido no es lo que muchos entendimos que era el ideario que nos hizo pertenecer a sus filas. Seguramente, se fue con ese dolor que nunca expresó tan claramente como otros lo hemos hecho, tal vez porque guardó la esperanza de que el Liberalismo volviera a ser el gran partido de antes. O mejor aun, el que hoy Colombia necesita. Queda la satisfacción a toda su familia de que hoy se le reconoce como esa gran figura política que le entregó su vida a sus ideales y con ellos a un país que siempre soñó, donde las libertades, y en esencia la democracia, reinara con todo su esplendor. Paz en su tumba, rodeado como esta hoy su memoria, del agradecimiento de muchos. 

 

 

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