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Columnistas

Las emociones de los jóvenes en alerta roja

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Por: Julián de Zubiría Samper

La tercera gran encuesta nacional dirigida a los jóvenes evidencia que sus emociones están en cuidados intensivos. Se debilita la alegría y se generalizan la tristeza, el miedo y la frustración. Sugiero algunos elementos para la interpretación del fenómeno y la formulación de propuestas.

Acaban de ser publicados los resultados de la encuesta a jóvenes entre 18 y 32 años de las principales ciudades colombianas, realizada por la Universidad del Rosario en colaboración con Cifras y Conceptos. Varias conclusiones se pueden resaltar. Sin embargo, por espacio, únicamente me concentraré en dos.

Primero. Los jóvenes no confían en las instituciones. Sólo el 7% de ellos confía en el congreso y el 9% en su presidente. Es la evaluación más baja que haya tenido presidente o congreso alguno en la historia de nuestro país y también una de las más bajas presentadas a nivel mundial. La desconfianza se extiende a la policía, los gobernadores, los alcaldes y los partidos políticos. Lo único que se salva son sus profesores, las universidades y la iglesia católica. En ellos, si confían.

Los jóvenes se sienten frustrados porque creyeron que el país avanzaría hacia la construcción de la paz y han sido testigos de todos los obstáculos que le ha puesto el gobierno de Duque al funcionamiento de la JEP, al tiempo que se incrementan las masacres y los asesinatos de líderes sociales. Cuando el gobierno recurre a la historia única del narcotráfico para explicar la compleja realidad colombiana, los jóvenes no le creen.

Los jóvenes colombianos se sienten frustrados porque les prometieron educación y no les han cumplido a cabalidad. Estudios que he adelantado con estudiantes de grado 11 de los colegios públicos de Bogotá, me permiten concluir que el 94% de ellos tiene la expectativa de realizar estudios de educación superior. Sin embargo, un seguimiento realizado 5 años después, permite verificar que sólo ingresaron a la educación superior el 10% de los pertenecientes al estrato 1 y que, durante la carrera, el 72% de ellos tiene que abandonar sus estudios.

Los jóvenes se sienten frustrados porque a pesar de su preparación, el 24% no consigue empleo. En el caso de las mujeres, este porcentaje asciende al 31%. Cuando lo consiguen, sus salarios corresponden al mínimo legal permitido.

La frustración se produce cuando las expectativas son superiores a los resultados. En el caso de la paz, la protección a la vida, el empleo, los salarios o la lucha contra la corrupción, los jóvenes colombianos perciben que no se cumplieron sus expectativas. Sin duda, tienen la razón.

Segundo. Las emociones que predominan en los jóvenes ya no son la alegría y la esperanza, sino la tristeza, el miedo, la ira, la desesperanza y la indignación. He revisado algunos estudios mundiales y nunca había visto algo similar. El sentimiento de alegría pasó de ser mayoritariamente percibido por el 66% de los jóvenes en enero de 2020 a tan solo ser reconocido por el 5% de ellos en mayo de 2021. La mitad siente que su situación emocional ha empeorado y tan solo el 5% dice que ha mejorado. Hoy se sienten tristes e inseguros. Les produce miedo salir a la calle, en especial a las marchas, porque temen ser víctimas de violaciones a los derechos humanos por parte de la policía. Sienten que cada vez el riesgo es mayor por policías enceguecidos por los discursos de odio y las teorías de la conspiración que reciben de sus superiores y del gobierno.

Una Columna de Opinión de El Espectador

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