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Columnistas

Órganos de control, ¿hasta cuándo?

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Por: Miguel Pinedo Vidal

La última década en Santa Marta y los dos años recientes en el Magdalena, la presunta práctica corrupta de la nueva dirigencia política, la que nos administra, ha dejado de presente los oscuros intereses particulares de quienes han buscado en este tiempo, escudarse en la actividad pública para evadir las responsabilidades que les asisten en los ámbitos penal, fiscal y disciplinario, al parecer, con la anuencia de esas entidades llamadas a hacer cumplir ese tipo de normas establecidas en la Constitución Política de Colombia. Es prácticamente un dossier que, a todas luces ha sido armado, con detenimiento y estratégicamente, por ese grupo de personajes obedeciendo a cuanto capricho del mitómano principal.

En ese sentido, el panorama nos muestra, casi demarcado con delineador de arquitecto, el flagrante enriquecimiento ilícito que, junto con la corrupción, se ha convertido en el atavío perfecto para quedarse con los recursos públicos, mientras la Ciudad y el Departamento, se ahogan en su propia desgracia. A ello se suman las obras inconclusas, la elefantiasis blanca por doquier, reflejados en proyectos aún sin terminar, pese a tener todo el tiempo a cuestas, como el estadio Sierra Nevada, los centros de salud demolidos en distintos sectores de Santa Marta, y ni qué decir de la Megabiblioteca: un verdadero monumento a la corrupción que campea en estas tierras.

Como si fuera poco, en los últimos días se ha develado oficialmente por parte de la Superintendencia de Servicios Públicos, la escandalosa contratación en la ESSMAR, abiertamente utilizada como la caja menor para inundar las calles de esta Capital de pura politiquería a la que parece haberse acostumbrado la ciudadanía y los órganos de control, que aún no reaccionan.

Además, la lista interminable de hospitales quebrados, ambulancias chatarrizadas tan solo en año y medio de haberlas adquirido, familiares con propiedades y testaferros de todo tipo; aparentes separaciones que siguen manejando el tesoro público, millonarios contratos de publicidad para medios de comunicación aliados, contratación a borbotones; pero nadie dice ni hace nada y, por el contrario, todos mirando para el cielo.

‘Los de ayer’ llegaron hace 18 años con una mano adelante y otra atrás; y hoy no se les compra sino con miles y miles de millones de pesos. La justicia no opera, tanto ella como la Procuraduría dejaron vencer términos para que prescribieran muchos de los procesos. El Procurador de aquel entonces confiesa ser viejo amigo de los señalados. En fin, todo pasa y nada pasa.

Ejercicios politiqueros con cinismo inconcebible e imparable. Miles de millones de pesos en publicidad política en medios de información escrita y hablada; banderas, camisetas, cachuchas por montones, folletos en todas las esquinas, pancartas en semáforos de todo este Departamento y en otras regiones del País.

En Santa Marta el constreñimiento para con los contratistas que deben firmar las planillas de recolección de firmas y además buscar adeptos, a cambio de mantener el contrato.

Asesinatos en investigación que no toman fuerza bajo ningún punto de vista.

Extorsiones en los programas nacionales de formalización de tierras, haciendo bases de datos y entregando zapatos que muy seguramente fueron incautados a quienes forman grupos de jóvenes pagados, perfectamente uniformados con los colores del partido.

Y las ías (Fiscalía, Contraloría y Procuraduría) parece que no conocieran lo que en esta Ciudad está pasando y que es de conocimiento de toda la ciudadanía.

¿Hasta cuándo?