Columnistas
¿Pueden negar el horror de nuestra historia?
Por: Cecilia López Montaño
Imposible olvidar el debate en la Comisión Segunda del Senado que con el Senador Juan Manuel Galán dimos sobre los mal llamados «Falsos Positivos» y la terrible reacción del gobierno de Álvaro Uribe Vélez en ese momento. Lo menos que nos dijeron a los dos senadores, era que los próceres del Liberalismo debían estar removiéndose en sus tumbas ante nuestras afirmaciones porque obviamente las tildaban de falsas. Tampoco se puede borrar de mi memoria el debate en Soacha con las madres cuyos hijos habían sido vilmente asesinados bajo este horror. Recuerdo muy bien que afirmé cómo presentía que si estos asesinatos se hubieran cometido contra hijos de las élites, otra sería la actuación del gobierno. Nunca podré olvidar la desesperación de estas madres de Soacha.
Este horror de nuestra historia reciente, apenas ahora después de muchos años empieza a esclarecerse, pero no va totalmente por el camino que debería. Lejos de aceptar totalmente su responsabilidad, el Uribismo y quienes lo apoyan abiertamente están asumiendo dos actitudes preocupantes. La primera es que inmediatamente salen a reclamarle a la JEP que debe demostrar ya dónde está el esclarecimiento de los terribles crímenes de las FARC. Obvio, como lo dijo el presidente de la JEP, ese proceso está en camino y lo uno no excluye lo otro. Ni lo uno tapa a lo otro. La segunda es aún peor, afirmar sin sonrojarse que eso crímenes confesados por sus autores no obedecieron a una orden superior. Es decir, que el presidente Uribe, en cuyo gobierno sucedieron estos horrores, no tuvo nada que ver, así como su ministro de Defensa. Es decir, ellos no dieron esas órdenes, sino que fue una mala interpretación de los subalternos.
Esta tesis no va a progresar así hagan malabares. Si los miembros del Ejército que confesaron la forma terrible como sucedieron estos viles asesinatos no recibieron esas órdenes, las Fuerzas Militares se acabaron porque no hay línea de mando. Eso no lo cree nadie sensato porque si algo caracteriza a este cuerpo es la disciplina y si no existe no hay entre otras, ni Ejercito, ni policía. Tratar de salvar la responsabilidad política de Uribe, de su gobierno, del comandante del Ejército y de ahí para abajo, es un ejercicio perverso que ese país adolorido y sensato que es la mayoría, no lo va a aceptar.
La realidad, es que solo ha empezado el doloroso camino de la verdad de este inaceptable y vergonzoso capítulo de nuestra historia. Pero como ya lo señalan muchos columnistas entre ellas Yolanda Reyes, es crítico conocer «Quien dio la Orden.» De esa respuesta no se escapará el o los verdaderos responsables del sacrificio de esos jóvenes y de ese profundo dolor que no cesará de las Madres de Soacha y de las otras aun no tan claramente identificadas que todavía no pueden creer que este tipo de perversión fuera una estrategia aplicada por quienes deben cuidar a la ciudadanía. Hasta que no se sepa de donde vino la orden y quién y cómo se dio, este horror no habrá recorrido plenamente el camino de la verdad.
Lo que no puede seguir ocurriendo es que se nieguen los más de 6 mil asesinatos de jóvenes vestidos después de muertos, como guerrilleros. Eso ya no es posible y así lo debe tener claro el expresidente Uribe, su comandante del Ejército y esos seguidores que se niegan a ver la innegable evidencia.