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Buenavista, el Palafito ignorado
Durante esta última semana, OPINIÓN CARIBE ha hecho un esfuerzo por dejar ver cómo se desenvuelve la vida diaria en el corregimiento de Buenavista, un pueblo palafito ubicado en una parte lejana de la Ciénaga Grande de Santa Marta, en donde alrededor de 1.200 personas se esfuerzan por sobrevivir, a pesar de las serias necesidades que padecen y sobre las cuales no parece haber respuesta oportuna por parte de los entes gubernamentales.
La información recolectada en entrevista con habitantes del mencionado sector, ha permitido conocer, por ejemplo, que se enfrentan a importantes dificultades para recibir atención médica, para tal fin deben emprender un camino de más de una hora por agua hasta llegar al vecino corregimiento de Nueva Venecia, también palafito, en donde sí hay un puesto de salud con personal.
Por otro lado, se conoció cómo los estudiantes de bachillerato también deben someterse al mismo recorrido para asistir a clases, debido a que en Buenavista sólo hay disponibilidad académica para grados de primaria, con docentes provenientes de otras poblaciones que, en ocasiones, no cumplen con la jornada completa de clases.
Así mismo, los habitantes confirmaron que las oportunidades de empleo son escasas, casi nulas, para poder tener el sustento diario se ven limitados a la pesca artesanal, una actividad que por décadas ha sido la principal fuente de trabajo de los hombres y mujeres nacidos en este territorio olvidado.
Pero, en el ejercicio de campo, surgieron tres dudas puntuales, a las cuales les dio respuesta el presidente de la Junta de Acción Comunal – JAC de Buenavista, Wilmer García, quien ha forjado su vida en el corregimiento.
¿Cómo entierran los muertos en el corregimiento?
Esta es una de las mayores incógnitas sobre la vida en un pueblo palafito, rodeados por agua y con las penurias a las que se enfrentan, ¿cómo disponen de los cuerpos sin vida?
Al respecto, el líder comunal aseguró que el procedimiento es similar al que realizan con otras necesidades: deben trasladarlos hacía otra población. “Los llevamos de aquí de Buenavista hasta Sitionuevo o para el cementerio de Tasajera, en alguna de las dos partes”, explicó, dejando ver que esta es la única manera que tienen como población para darle cristiana sepultura a sus seres queridos.
¿Qué agua consumen?
Sobre esta pregunta, García explicó, con lujo de detalles, que el agua que consumen, con la que se bañan y la que usan para las tareas del hogar, proviene del caño Aguas Negras, del río Magdalena. El sitio está lejos de Buenavista, a casi dos horas de distancia, para llegar allá utilizan unas lanchas especiales encargadas únicamente del traslado del líquido.
“Lo que hacemos acá es tratarla con cloro”, manifiesta, el proceso lo realizan con frecuencia y quien consigue el agua luego la vende en el corregimiento, a $300 la pimpina de 20 litros.
¿Y cómo lidian con las descargas sanitarias?
Ante esta duda, el señor Wilmer afirmó sin reparo alguno: “cae directamente a la ciénaga”. Por muy surreal que suene, la realidad es que esta es la única alternativa que tienen en el pueblo, a falta de un sistema de alcantarillado o una estrategia alternativa para tratar los desechos fisiológicos.
“Aquí una vez vino una universidad a hacer un estudio para ponernos acueducto, pero nunca se dio”, manifiesta.
Pero, el proceso no queda ahí. Luego de caer al agua, llega en su búsqueda un pez que, acorde con las afirmaciones del entrevistado, se alimenta del excremento humano, lo llaman el chivo cabezón.
“No le conozco el nombre científico, pero lo conocemos así”, asegura. “Y, ¿te digo algo? Es uno de los pescados más sabrosos que hay aquí en la ciénaga”, concluye de manera jocosa.
Quizás son muchas más las preguntas que existen con relación a la vida en los palafitos, pero, por ahora, son estas a las cuales OPINIÓN CARIBE les da respuesta, abriendo así la perspectiva que sobre una versión de la realidad muy distinta a la que se conoce a la ciudad.
La idea generalizada de Buenavista es la de un pueblo pintoresco, atractivo para el turismo que piensa en encontrarse con unas tradiciones distintas y con muestras culturales entretenidas. Tal como lo expresó Manuel De La Cruz en una entrevista ya publicada en este medio, allá no existe la pensión, los adultos mayores deben seguir pensando hasta el último de sus días en seguir trabajando para el sustento diario.
Son pocos los que hoy en día se preocupan por cambiar de fondo, y de manera estructural, las condiciones de vida de sus pobladores, quienes padecen innumerables necesidades. Es por eso que, a través de esta publicación, los ciudadanos reiteran el llamado a las autoridades territoriales para que volteen la mirada a estas zonas que tanta atención solicitan.