Columnistas
Politiquería a Flor de piel
Los electores debemos estar atentos a las señales para advertir quiénes pueden verdaderamente apalancar el desarrollo del territorio desde la administración pública por cuenta de un cargo de elección popular (ejercicio político) y quiénes, por el contrario, son politiqueros que buscan el beneficio particular y el de todos los que secundan su malévolo accionar.
Por: José D. Pacheco Martínez
El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, tiene dos acepciones bastante acertadas para la palabra Politiquería. La primera de ellas dice: de la Actuación en política mediante intrigas; y la segunda: práctica política que consiste en tratar de conseguir o mantener el poder mediante licencias, falsas promesas y regalos.
Ambas definiciones le caen como anillo al dedo a todos los que en Santa Marta y el Magdalena han dado a conocer públicamente sus intenciones de participar en las elecciones del próximo mes de octubre. Baste mirar las redes sociales y medios de comunicación donde publicitan sus campañas y los recorridos hasta ahora realizados en el marco de las mismas, para confirmar que encajan en una y otra acepción.
Este definición no es nueva, pues, desde hace mucho tiempo se viene haciendo uso de ella para diferenciar a los verdaderos hombres de política y estadistas, de los demás, a quienes está visto, lo único que les importa es pelechar y vivir sabroso a costa de los dineros públicos y de lo que hacen y dejan de hacer en las corporaciones y cargos unipersonales en los que resultan elegidos.
En un artículo periodístico publicado el 27 de julio de 1916 en el diario La Nación de Buenos Aires (Argentina) y titulado: La politiquería picaresca, el portentoso escritor, poeta y filósofo español Miguel de Unamuno, hizo una magistral descripción de la persona y los fines de estos personajes, más que nefastos para el ejercicio democrático, administrativo y de control político.
“Para el politiquero, a quien puede faltarle, y le suele faltar, el sentimiento y el sentido de la ciudadanía, lo capital es hacer elecciones: la política para él no es sino el arte de ganar elecciones. En las elecciones se cifra para él todo. Y cuando coloca a sus amigos y les da puestos no es tanto en premio a sus servicios electorales cuanto para tenerlos a su servicio en elecciones. Para el politiquero, que no es más que un electorero, el ciudadano se reduce a un elector y toda la soberanía popular se cifra en el sufragio. En cuanto ha hecho elecciones el politiquero no sabe ya qué hacer. Tiene que legislar y legisla en vista de las venideras elecciones”, dice uno de los apartes del artículo en comento.
Esta campaña electoral ha dejado ver a todos los politiqueros en su máximo esplendor: las publicaciones en redes sociales muestran a los que sin ningún pudor hablan de cambio, pero representan y significan sin más el continuismo. Utilizan ingentes cantidades de dinero público para pavonearse por todo el país promocionando un movimiento político que, contrario al discurso que manejan sus dirigentes, ha propiciado la polarización y hundido a la sociedad en un gran hueco de arena movediza.
A este personaje nefasto lo acompaña en esta oprobiosa tarea alguien que arrastra tras de sí una estela de incompetencia y corrupción en su más reciente actividad administrativa: fue retirada a la fuerza por la Superintendencia de Servicios Públicos de un cargo al que se quería atornillar con artificios jurídicos, luego de someter a la ciudad a una crisis medio ambiental por derramamiento de aguas residuales y al desabastecimiento de agua más terrible de los últimos 15 años. En tiempos más lejanos, haciendo parte de un ente de coadministración, su actividad fue prácticamente nula y ahora pretende ponerse al frente de la ciudad sin ningún tipo de méritos.
Los hay también con un historial de ineptitud similar a los dos anteriores con uno o muchos agravantes, pero, baste decir en este punto, que siendo elegido varias veces como Congresista y pudiendo legislar para acentuar el liderazgo que a la fuerza trata de mostrar, prefirió no hacerlo, o mejor, vendió esa posibilidad al mejor postor. Hoy utiliza una puesta en escena bastante cómica donde solo se ven intrigas y acusaciones contra sus rivales sin ninguna propuesta seria de resolución de esos ‘problemas’ que dice evidenciar.
Otros, utilizan para beneficio propio programas de asistencia humanitaria internacional, aprovechándose de la ignorancia de las personas a las que supuestamente auxilia, escondiendo maquiavélicamente el origen de los alimentos deshidratados que ‘regala’. Como si eso no fuera lo suficientemente deleznable, utiliza para ambientar su ‘labor social’, imágenes de niños necesitados, probablemente sin la autorización de sus padres, representante legal o el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar como ordenan la Constitución Política, la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989, ratificada a través de la Ley 12 de 199 y La Ley 1098 del 2006, Código de la Infancia y la Adolescencia.
No podemos pasar por alto los que van de aquí para allá tomándose fotografías como dice el manual de semiótica de la imagen política de Jorge Alberto Sandoval: en actitud reflexiva escuchando a una persona cualquiera; rodeados de muchas personas para dar la sensación de unidad y respaldo; flexionando las piernas para ponerse a la altura de personas que están sentadas, simulando que haría cualquier cosa para escucharlos, etc., y mejor no referirse a los mensajes que acompañan esas imágenes, porque se entendería que no tienen ni idea del contexto de los territorios a los que llegan y quieren gobernar; tampoco es conveniente mencionar los padrinos, en el sentido de Mario Puzzo, que respaldan sus aspiraciones políticas.
Pero el más politiquero de todos, es aquel que ad portas de la cárcel, insiste en afirmar, a pesar del arsenal de pruebas y la evidencia palpable por los órganos de los sentidos, en que todo es una suerte de animadversión de los entes de control y judiciales contra su persona. Este discurso, como dice Unamuno, le ha permitido engañar a incautos para ganar varias elecciones y hoy, pretende nuevamente meterles los dedos en la boca y elegirse en cuerpo ajeno.
Los electores debemos estar atentos a las señales para advertir quiénes pueden verdaderamente apalancar el desarrollo del territorio desde la administración pública por cuenta de un cargo de elección popular (ejercicio político) y quiénes son, por el contrario, politiqueros que buscan el beneficio particular y el de todos los que secundan su malévolo accionar.