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Columnistas

Política sin sorpresas y sorprendidos

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Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez

En política, si bien no hay lógicas previas como sostienen estudiosos de la asignatura, quienes además afirman que lo lógico en ella es lo que termina resultando, la llegada al poder de algunos termina por confirmar que en política no hay sorpresas ni habrá sorpresas, más sí sorprendidos, sobre todo cuando contra todas las predicciones de los analistas basadas en encuestas no son las que suponen y le dan el triunfo a otro u otros contra el candidato o candidatos que se daban como seguros ganadores.

Circunstancia que se da la mayoría de las veces cuando irrumpe alguien en la vida política de los pueblos rompiendo con los esquemas convencionales y saben capitalizar el hartazgo que generan mentiras, cinismo y sobre todo los malos resultados de los gobiernos en gran parte de la población decepcionada por la falta de compromiso de los dirigentes y por la situación socioeconómica que atraviesan, por lo que izan como bandera lo que el pueblo anhela, terminando por ganarse el favor de los jóvenes y entusiasmando a las clases medias cansadas de los políticos corruptos de siempre.

Las más de las veces vemos, que la participación de algunos mandatarios en los escenarios políticos no parecen estar realmente centrados en ayudar o mostrar soluciones, sino en cómo hacer crecer su popularidad, lo que es a todas luces nefasto, como si existiera una especie de competencia y decirse populares, al menos así se lo creen, cuando lo cierto es que a la hora de la verdad la realidad demuestra otra cosa muy distinta.

En democracia define en mucho la popularidad real de los candidatos el voto sufragado en las urnas el día de la elección, aunque siga estando de moda el arte de manipular y engañar con las encuestas. Quienes tienen en sus manos la fuerza del poder y se resisten a soltarlo intentan por todos los medios vender la idea que son invencibles y crear la percepción que tiene seguro el triunfo hasta que la verdad les demuestra lo exactamente contrario, así consideraran que la elección estaba ganada de antemano contando para ello con toda la fuerza y el dinero oficial.

Muchas de esas veces resultan elecciones de suyo inspiradoras y sugerentes; y por más que desde el poder apoyen candidatos impuestos oficialmente, por más que utilicen toda la fuerza del gobierno e incluso desvíen ilícitamente el presupuesto para apoyarlos, existe y existirá siempre un espacio posible para ubicar otras opciones y dar la vuelta si realmente nos la creemos. Es ello lo que debe hacer siempre una sociedad sensata con fundamento en el buen juicio, en la realidad que lo cual ayudará a salir avante a los entes territoriales, al tiempo de notificar a quienes se dicen políticos a reflexionar sobre cono real y verdaderamente deben conducirse los pueblos, lejos de corrupción, prebendad, autoritarismos, canonjías,  veleidades, así como  mil y más desafueros que a nada conducen como tampoco benefician el querer ni los intereses superiores de la comunidad, su beneficio ni el aprovechamiento colectivo, razón de ser de la buena política y su idóneo ejercicio; toda vez que, como bien y mejor se afirma, la buena y la mala política requieren de valores diferentes, personas diferentes, acciones diferentes. Tan diferentes son la una de la otra, que, quizá, a la primera convenga llamarla política, con todas sus letras, y, a la segunda, antipolítica. Nosotros nos hemos desentendido de aquella. Sin embargo, si no tratamos de acercarnos a la buena política, y conocer su naturaleza y desafíos, nos volveremos cada vez más desconfiados y apáticos, y dejaremos la puerta abierta para que la antipolítica guíe nuestras vidas.