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Columnistas

El caribe invisible ante el centralismo dogmático

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Por: Wesley Campo

El caribe es una poderosa región que produce Nobeles, Grammys, pintores, poetas, grandes atletas y muchas otras expresiones que nos hacen un país reconocido a nivel mundial. Paradójicamente, casi como un capricho de la vida, es la región más necesitada del país. La universalidad del caribe nos premia turística e industrialmente, pero el olvido y la inacción nos castiga con dos necesidades básicas insatisfechas: el agua y energía eléctrica.

Nos sentimos condenados a pulular un círculo del infierno extra a los ya plasmados por el gran Dante Alighieri en la Divina Comedia. No siendo suficiente la burla por el anterior motivo, tenemos las tarifas más caras de energía del país y el servicio más paupérrimo, tan paupérrimo que tiende a confundir mantenimientos con racionamientos; el agua no se queda atrás y ha sido el fortín económico de las campañas políticas en tiempos pasados.

En plena época de energías renovables vale lo mismo que un cero a la izquierda tener un desierto, un mar que lleva nombre gracias a nosotros, varios ríos (entre esos el mayor responsable de la historia de Colombia) y tremendo sol para poder tener un servicio de energía eléctrica decente y de bajo precio. La tierra del olvido y macondo no son productos de imaginarios o al menos eso hace sentir el centralismo gubernativo que ve a la región Caribe como una nimiedad.

El centralismo ha hecho un daño histórico al país: ha concentrado la riqueza, los recursos y las oportunidades en Bogotá, mientras que las zonas alejadas como el caribe han sido marginadas y empobrecidas generando una profunda desigualdad regional que en ultimas también ha alimentado el conflicto armado y la pobreza. También es cierto que históricamente muchos representantes de los entes administrativos han hecho y deshecho con los recursos públicos muchos carteles de malversación de fondos (muchas veces terminan en el fondo de los bolsillos de sus pantalones).

Esta simbiosis ha hecho que el caribe no prospere y sea visto con los ojos de la nostalgia. Si analizamos cuanto aportó el desidioso gobierno nacional al metro de Medellín o cuanto está dispuesto a aportar al metro de Bogotá, deja claro que un man que es de Ciénaga de Oro no conoce el daño de generado por estas situaciones. La gente en el Caribe no sabe si pagar la luz, si bañarse, si come, si manda a los pelaos al colegio y Santa Marta no es la excepción; esto se extrapola a los índices de salud mental, a los índices de violencia intrafamiliar, a los resultados en educación y, en últimas, a los índices de felicidad.

El Caribe no es una máquina generadora de conmiseración: somos de las principales regiones agrícolas con cultivos de banano, maíz, arroz, palma de aceite, yuca, mame, mango; somos ricos en recursos naturales como el carbón, Gas Natural, petróleo; somos la vitrina turística de Colombia; somos el sueño de los que no conocen el mar, de lo que quieren una mejor calidad de vida, de los que trabajan y sueñan con vivir aquí, somos los dueños de la verdadera alma ecuménica.

En definitiva, si no existe una solución nacional a estas problemáticas de los servicios de agua y energía eléctrica, el caribe tiene toda la capacidad de dirimir esta situación. Necesitamos unión entre gobernadores, alcaldes, concejales, diputados, ediles, empresas privadas y la ciudadanía en general. Solo juntos podemos hacer que las cosas pasen.