Crónica
Crónica: Nadie se escapa de “Wicho”
Crónica: ¿Cómo llegan los difuntos a lucir como si durmieran, maquillados y vestidos dentro de un ataúd? es la tarea que durante dos décadas viene desempeñando Wilfrido Robles, labor que aunque poco reconocida, logra apaciguar el dolor de la muerte que sienten las familias.
¿Quién puede evadir la muerte? ¿Quién sabe cuándo y en qué condiciones le llegará? interrogantes que no tienen respuesta, sin embargo, nuestra filosofía, nos mantiene inmersos en la búsqueda de respuestas a estas incógnitas que, aunque imposibles, queremos hallar.
Más allá del término de la vida, biológicamente la muerte está definida como la falta de sostenimiento de la homeostasis (propiedad que poseen los organismos para el sostenimiento del cuerpo, metabolismo), mientras desde el punto de vista médico es definida como el cese global de funciones sistémicas en especial las funciones bioeléctricas cerebrales y neuronales.
La muerte nos ha embargado a todos en más de una ocasión, hemos visto partir de la vida terrenal a familiares, amigos y demás ya sea de forma natural o violenta.
Sabemos que ante el primer interrogante no hay respuesta, evadir a la muerte es imposible por lo que tarde o temprano en nuestras vidas la vamos a afrontar.
Aunque no sabemos con exactitud cuándo va a ser nuestro último minuto de vida y tampoco especificar en qué condiciones nos llegará, sí tenemos la certeza de que los últimos momentos de nuestro cuerpo estarán en manos de un profesional que aunque pocos conocen ni saben de quién se trata, a todos nos lidiará.
La tanatopraxia definida como el conjunto de prácticas que sobre un cadáver se realizan, desarrollando y aplicando métodos para la higienización, conservación transitoria, embalsamamiento, restauración y cuidado estético del cadáver como soporte de su presentación de acuerdo con las normativas higiénico-sanitarias, es una profesión no reconocida por la sociedad, esa realidad motivó al grupo periodístico de OPINIÓN CARIBE a involucrarse en este ejercicio del cual todos haremos uso pero que poco conocemos.
Mientras en la sala de velación, familiares del difunto esperan el cuerpo para darle santo velorio, este es atendido y preparado por el tanatólogo, quien desde el lugar del fallecimiento hasta las instalaciones de la funeraria, se apodera del cadáver, para alistarlo y entregarlo dignamente para su velatorio.
Wilfrido Robles, conocido en el gremio de los tanatólogos como “Wicho”, desde hace más de dieciocho años desempeña esta labor en Santa Marta, lo califican propietarios de funerarias como uno o quizás el más reconocido de la Ciudad, y lo ratifica la practicidad y profesionalismo con que prepara a los difuntos.
Sesenta minutos emplea Wicho para preparar, cambiar y maquillar a los fallecidos, desde niños hasta el más adulto, en promedio de cuatro a cinco cadáveres arregla por día con la intención de hacerlos ver ante sus familiares como si sencillamente el cuerpo estuviera en un sueño eterno.
“Ando de funeraria en funeraria, trabajo independiente y en un día alisto de cuatro a cinco cadáveres, veo mi trabajo como un servicio que le brindo a la sociedad aunque en muchas ocasiones no saben de qué se trata”, dijo Wilfrido.
Wicho, a quien también apodan el “preparador de muertos”, equipado con sus utensilios de trabajo, y con un fuerte olor a químico que ambienta el laboratorio, nos recibe en una de las funerarias de la Ciudad.
Al llegar el impacto es incalculable, de pie en la puerta del laboratorio esperábamos la autorización de ingreso, Wicho nos hace saber de la importancia de estar equipados con traje especial para poder acompañarlo en su actividad.
Mientras eso se daba, es imposible dejar de examinar el cuarto de preparación, de reojo logramos percibir que no estábamos solos, al fondo se podía divisar un cadáver, pasados unos minutos y a escasos dos metros de la camilla de preparación descubrimos que era una mujer, de ella solo sabíamos la causa de su muerte (Cáncer).
Todos los días Wilfrido lidia con esta realidad, por sus manos pasan un sin número de cuerpos de los cuales solo conoce la causa del fallecimiento.
Con el cuerpo periodístico asistiendo su labor, esta preparación fue diferente a las cientos que ha realizado, “durante el tiempo que llevo preparando cuerpos, es la primera vez que un tercero ve lo que hago, siempre es el fallecido y yo, y me gusta que perciban el proceso por el cual se somete el cuerpo para que los familiares le den un velorio digno, viendo a su difunto limpio, maquillado y bien presentado, como si se tratara de un sueño”, apuntó Wilfrido.
Pasados los minutos y listos para ser testigos a lo que somos sometidos después de fallecidos, Wilfrido inicia su labor, describe cada paso que da y mientras eso, atestiguamos que era cierto lo que decían propietarios de funerarias, al considerarlo el mejor tanatólogo de la Ciudad, su técnica y agilidad en cada movimiento, dejó entre ver sus años de experiencia.
No fue una dificultad atender nuestra entrevista, mientras preparaba el cuerpo nos hacía saber que en este caso no se llevaría más de una hora, la difunta era una mujer de no más de cuarenta años, a la cual bastó proporcionarle un litro de formol para su estancia en la sala de velación, y aunque Wicho ni siquiera sabe su nombre, él la toma de las manos y se la encomienda a Dios, lo hace porque es creyente y devoto “cada cuerpo que voy a trabajar lo encomiendo a Dios, pido por su alma aunque nunca lo haya conocido, y lo hago porque en realidad me gusta mi trabajo”.
El químico es introducido a la altura de la pelvis a través de la vena Aorta y es necesario la utilización de una máquina inyectora, la misma que también se emplea para extraer la sangre antes de inyectar el formol.
La mujer llamó nuestra atención por su extenso cabello el cual de lo largo bordeaba el piso, quizás como decía Wilfrido, era casada, y tenía hijos, a ciencia cierta esa información no la conoce Wicho, pero en todos los casos un difunto deja a familiares sumergidos en un dolor que no es fácil superar.
Pese a que en este caso la muerte fue natural, la labor del tanatólogo toma más protagonismo cuando el deceso se da por acción violenta.
“He recibido cuerpos que quedan irreconocibles, ya sea por disparos o accidentes automovilísticos, ningún familiar querrá darle el ultimo adiós en esas condiciones, he ahí donde yo ejerzo mis habilidades y hago hasta lo imposible por entregar un cuerpo que se identifique, crear un último recuerdo de cómo era el fallecido estando en vida es mi reto”, dijo.
Aunque la tanatopraxia a nivel nacional es considerada por parte de quienes la practican como una labor de poca remuneración, Santa Marta no es la excepción, en promedio existen alrededor de veinte tanatólogos los cuales por cadáver preparado reciben alrededor de cincuenta mil pesos.
Wilfrido es casado y junto a su familia comparten esta actividad como una labor común y corriente, en el tiempo libre se dedica a jugar dominó en las afueras del Hospital Fernando Troconis, es reconocido en la zona como un excelente jugador, pero muchos desconocen su actividad laboral, metafóricamente como las fichas de dominó nosotros terminaremos en sus manos.
Wilfrido recuerda dentro de su historial de tanatólogo un hecho que nunca olvidará, el día que el mismo preparó a su madre después de su muerte.
Quizás en el mundo hay muchas profesiones que generan inquietud con respeto a la atención cuando se trata de un familiar, por ejemplo el médico que recibe en su sala de cirugía a un hijo, esposa, madre o cualquier integrante, ¿cómo actuar, dejarse llevar de los sentimientos? Son preguntas que nos hacemos pero que profesionalmente deben manejar y controlar.
El caso de Wicho sin lugar a duda es diferente, tener postrada en la cama de preparación a su propia madre para iniciar el proceso de esterilización debió ser muy fuerte.
“Ese día recuerdo que mis compañeros me preguntaron que si quería que uno de ellos hiciera el proceso, me negué y dije que yo lo hacía, no puedo ocultar que fue un momento donde muchos sentimientos llegaban a mi mente, pero era mi trabajo y como profesional debía actuar y así lo hice”, precisó Wicho.
El tanatólogo cumple una labor dentro de la sociedad, que toma protagonismo cuando las personas están aterrorizadas por esa pérdida familiar, “la tanatopraxia como técnica de conservación temporal de los cadáveres, es sencillamente la esterilización de un cuerpo, con el cual se evita la propagación de infecciones y epidemias sin tener en cuenta el tiempo de duración en la velación”, dijo Josué Díaz, propietario de funeraria.
Como toda profesión, tiene formación académica y práctica, “Medellín es la única ciudad de Colombia donde se forman profesionalmente tanatólogos, yo estudié allá y de ahí he venido capacitando a todos los tanatólogos que empíricamente se han vinculado a este ejercicio como el caso de Wicho”, apuntó Díaz.
De la tanatopraxia se resalta la tanatoestética, la cual como indica su nombre, es el proceso en el que el cuerpo es preparado estéticamente con el fin de que los familiares logren despedir a su ser querido con una apariencia digna y presentable.
EL CAMBIO
Veinte años atrás en Santa Marta la tanatopraxia no cumplía con los requerimientos establecidos por parte del Ministerio de Salud, tratándose de prevención de epidemias e infecciones, “hemos desarrollado y brindado a la sociedad un servicio íntegro con todas las garantías que se requiere, ello ha sido posible porque nos hemos dispuesto a aceptar capacitaciones que a nivel nacional estipula el Ministerio”, apuntó Díaz.
Ese manejo inadecuado con respecto a la preparación de los cuerpos generó que los samarios vieran esta labor como tenebrosa, “se ha creado conciencia de lo importante que es la tanatopraxia y necropsia, ya no se hacen al aire libre donde todo el pueblo se acercaba a ver, porque se entendió que de ese proceso depende que una persona sea condenada o absuelta”, aseguró Díaz.
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