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No hay mal que dure 200 años… Por: Carlos Payares G.

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Carlos PayaresNo se equivoca el editorialista del Hoy Diario del Magdalena (27 de octubre de 2015) cuando afirma que el pueblo samario avaló en las urnas el modelo de gobernanza de Carlos Caicedo Omar. Lo anterior se justifica porque la gente siempre escuchó de labios del candidato Rafael Martínez su apoyo irrestricto a la obra del ex Rector de la Universidad del Magdalena.

Se plantó el candidato (hoy alcalde electo) como legítimo sucesor de un gobierno socialdemócrata que ha dado claras muestras de ser defensor de los derechos de los ciudadanos, especialmente, de aquellos más vulnerables. Defendió Rafael Martínez sin aspavientos las obras en que ha estado empeñado el actual Alcalde y prometió su continuidad y mejora en todos los frentes. El alcalde electo nunca se avergonzó de la obra del gobierno que iba a reemplazar. Lo anterior significa que quienes fueron encarnizados detractores de la figura del Alcalde actual de Santa Marta perdieron cuatro años que bien hubieran aprovechado para ayudar en las propuestas que toda la ciudad necesita. Desgraciadamente, perdieron el tiempo revolcándose en el odio y la envidia. Y de la calumnia aleve. Quienes no quieran reconocerlo se perpetúan en un estado de la insensatez y de la más burda irracionalidad.

Dice el editorialista que “la contundente expresión popular en las urnas no admite discusión distinta a que la ciudad, es decir, los samarios están de acuerdo y aplauden la obra del alcalde Carlos Caicedo… Y es ahí donde está la importancia de la victoria de Martínez… quien alcanzó la más alta e histórica votación lograda por un alcalde en las urnas: más de 91 mil votos. Y con semejante respaldo no hay interpretación diferente a que la ciudad comprendió y entendió que el cambio en las costumbres políticas, en la manera de ejercer el poder en el distrito, cambiaron. Y la inmensa mayoría prefirió seguir por ese camino, por el sendero que les trazó el actual alcalde que para bienaventuranza de Santa Marta su gestión es hoy reconocida por los samarios, pero sobre todo, nos ha demostrado que tenía con qué responder a las expectativas que creó mediante el desarrollo de las obras que hoy estamos viendo”. Los “falseadores de la realidad” se quedaron con los crespos hechos, atragantados en la abundancia de los bajos instintos y de las malas palabras. La arrolladora victoria de Rafael Martínez está libre de toda sospecha y de todo cuestionamiento moralista que solo los dogmáticos y malos perdedores esgrimen como un mecanismo de preservación del error, del autoengaño y de la estupidez humana.

Lo de Santa Marta es un claro ejemplo de que no hay mal que dure doscientos años, ni pueblo que lo resista. Desde la época colonial la primera ciudad de Colombia venía siendo gobernada por unas cuantas castas o familias donde todos sus miembros terminaban calentando trono. Era una seguidilla de ‘sangre azul’ que consideraba poseer un legado sobrenatural para gobernar… así sea mal. Por eso la ciudad más antigua de Suramérica no avanzaba. Más bien retrocedía. Su rezago era medible por todos los costados; tanto por la subjetiva percepción como por la objetividad teórica y de los datos estadísticos. La gruesa capa cosmética aplicada por ciertos intelectuales al servicio de las castas nuncales ha alcanzado para cubrir las señas de la más rampante politiquería. Y de todo tipo de corrupción.

Antes los samarios sabían con años de anterioridad cual sería la “casa política” que pondría el nuevo alcalde: el gobierno era observado como un trofeo de quienes ostentaban el poder económico. De esta manera fueron pasando años, décadas y siglos, y en la ciudad pasaba de todo menos el desarrollo, el progreso y mucho menos la equidad… mientras tanto, una seguidilla de altos funcionarios terminaban pagando penitenciaría por sus grotescas insensateces: por corruptos o parapolíticos. O ambas cosas. Y sin arrepentimiento alguno, dado que los barrotes fueron insuficientes para mermarles la arrogancia. Lo anterior hace parte inequívoca de la historia política de Santa Marta con la esperanza de que cosas como esas no se vuelvan a repetir.

Los resultados electorales en Santa Marta ratifican el nivel de apoyo que tiene la administración del Alcalde Caicedo, especialmente, en los sectores más populares. El Alcalde ha venido en un ascenso notorio en cuanto a la favorabilidad de los ciudadanos. Hoy es el octavo alcalde con mayor favorabilidad en Colombia según la última encuesta de CM& y el Centro Nacional de Consultoría. Por eso fue locura pretender ganar las elecciones despotricando a toda hora contra uno de los mejores alcaldes de Colombia. Birlaron la plata los asesores que recomendaron a algunos candidatos semejante gansada. El mayor bolonio en este sentido fue precisamente el más damnificado electoralmente porque convirtió la política en la diversión de hablar mal de Caicedo y de Martínez. Y cada vez que hablaba contra el Alcalde Caicedo éste le “respondía” inaugurando una obra aquí, otra allá, todas para el servicio del colectivo social samario. “A cada ataque, una propuesta” decía el entonces candidato Caicedo. Hoy la realidad es “a cada ataque, una obra”. La campaña del ditirambo a las castas políticas tradicionales y la diatriba contra el gobierno ciudadano de Caicedo, chocó contra un poderoso iceberg: el pueblo. Lo mismo que le pasó al Titanic.

Lo cierto es que no hay excusas para justificar el vergonzoso descalabro electoral de los llamados “barones electorales”. El modelo de ganar votos cabalgando sobre las espaldas del funcionario de turno fue un rotundo fracaso; el privilegio del ingenio malicioso sobre la inteligencia, de las imágenes sobre las ideas, de la sátira calumniosa sobre la crítica, de la banalidad sobre lo profundo, de lo frívolo sobre lo serio, no les generó a los politiqueros opiniones favorables… ni los votos que anhelaban.

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