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Subsidios e informalidad

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Es el trabajo digno, que se ajusta a la ley, lo que saca a la población de la pobreza

Los subsidios focalizados a los sectores pobres surgieron en los años 80 “para coadyuvar al desmantelamiento de las políticas sociales y de protección social de carácter universal y solidarios”, porque se consideraban ineficientes y populistas, afirma la Cepal. Sin embargo, hoy hasta la Cepal plantea la necesidad de revisarlas: “… hacer un balance de estos programas y delimitar y evaluar su papel dentro de la arquitectura general de las políticas sociales y de protección social”. Oportuno este debate para resolver la situación del Sisbén, instrumento para la focalización desde los años 90, y con el cual asigna el Gobierno cerca de 16 tipos de subsidios a los sectores pobres.

Mientras aquí los pobres suman un 28,9%, según DNP 37’011.169 colombianos tienen derecho a estos subsidios, es decir el 77% de la población. Aunque no todos los reciben, más de tres cuartas partes de la población tiene derecho no solo a recibir uno o todos los subsidios estatales, sino salud gratis. Muertos, no pobres, inclusive sectores de clase media hacen maromas para vestirse de pobres. Inaplazable la discusión no solo sobre el Sisbén, sino sobre la naturaleza de la política social.

La Cepal acepta ahora lo que muchos afirmamos, empezando por José Antonio Ocampo: la focalización debe ser una vía a la universalidad de las estrategias estatales. Focalización sí, pero complementada con políticas universales para cumplir con los derechos de todos los individuos, priorizando a los más pobres. Se reviven los principios de universalidad, solidaridad, eficiencia, equivalencia e integralidad. Más aún, se afirma que la focalización es complementaria y no la vía única como sucede en Colombia. Falta reconocer el contenido de equidad o de desigualdad de la política económica y en general de toda la política pública.

Lo sucedido en el Sisbén es obvio: como las políticas universales o se descuidaron o van a paso de tortuga, todo el que puede se cuela en el sistema. Nadie se gradúa y ¿para dónde coge? Distintos gobiernos que reconocieron el problema no quisieron asumir el costo político que significa limpiar el Sisbén. Políticos corruptos lo usaron como instrumento de campaña.

Primero, hay que sacar a los ricos de estos subsidios, pero se tienen que reivindicar las políticas universales. Segundo, estudiar la obvia relación entre la dimensión del Sisbén y la informalidad laboral. ¿No es curioso que su tamaño, más del 75%, casi coincida con el del empleo precario que puede superar el 70%? Traten de pagar las prestaciones que ordena la ley a las personas que los apoyan en sus quehaceres domésticos; no lo aceptarán, porque el Sisbén es su único seguro ante una educación pública de quinta y la posibilidad de perder acceso a servicios de salud por malos que sean.

Mientras toda la política social se siga limitando a subsidios dirigidos a los individuos, no habrá poder humano para que la desigualdad del país mejore. Los pobres y los muy pobres requieren asistencia especial, pero si estos mecanismos focalizados no los gradúan y los pasan a clase media –cosa que la Cepal reconoce que no sucede–, solo se les alivia su situación, lo que es absolutamente necesario, pero el ser pobre se les vuelve una profesión.

Subsidios focalizados, pero para que dejen de ser pobres, como camino a estrategias universales que garanticen los derechos de todos. Es el trabajo digno, que se ajusta a la ley, lo que saca a la población de la pobreza y disminuye la desigualdad. Centrar todo el esfuerzo del Estado en dinero para los pobres generó un 77% de población subsidiada, porque fue la única posibilidad de encontrar apoyo dada la precariedad del mercado laboral informal y formal, que adoptó características similares con mejores pagos.

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