Columnistas
Columna de opinión: No es desnutrición, es hambre
Por Rubén Darío Ceballos
La desnutrición es un eufemismo de los expertos para no hablar de hambre, sostuvo en varios momentos de su vida el Doctor Héctor Aba. Razón por las que debemos y tenemos que llamar por su nombre lo que está pasando a muchos pobladores de nuestro país y departamento. Indican los protocolos médicos que todos los tipos de desnutrición, aguda (retraso del peso para la talla, “hambre aguda”), crónica (retraso de la talla para la edad, “hambre crónica”) o global (retraso del peso para la edad, “hambre global”), implican períodos largos o cortos de hambre.
Importa, en gran medida, distinguir los tipos de hambre, ya que cada una de las mismas tiene secuelas distintas, aunque todas tienen en la pobreza y la injusticia sus causas básicas. Y Aunque ninguna de las tres modalidades de desnutrición debería existir en un país con el nivel de ingreso de Colombia, no se explica entonces por qué la situación antes que mejorar, empeora tanto dramática como drásticamente.
Es este un problema más grave de lo que se piensa, toda vez y principalmente porque ataca fieramente a las poblaciones más frágiles y vulnerables: adulto mayor, afrocolombiana, campesina, indígena e infantil, y porque la probabilidad de muerte por desnutrición supera las 1.000 muertes por cada 100 mil nacidos vivos. Además de lo cual, estudios muchos señalan que tenemos graves carencias de micronutrientes como hierro, zinc, calcio y vitamina A, un problema denominado “hambre oculta”, que ocasiona retrasos en el crecimiento de niñas y niños, bajo rendimiento escolar y mínima resistencia a las enfermedades infecciosas. Entre las gestantes es causa de mortalidad materna y perinatal y entre los adultos, de muy baja eficiencia laboral. Carencias silenciosas que impiden a las personas responder debidamente a las demandas de su cotidiana actividad.
Ausente está entre nosotros poder tener seguridad alimentaria y nutricional de manera autónoma, ya que el gobierno permite explotaciones leoninas agropecuarias, mineras y apenas define programas de ayuda alimentaria que fungen como atenuantes de esa grave situación que se padece, incluso en regiones donde las regalías tenían que haber mejorado la vida de todos y donde las autoridades han permitido que la riqueza sea usufructuada por pocos mientras los más pobres padecen hambre y sed. Requerimos soluciones de desarrollo, integrales, estructurales, reales, de fondo, puntuales, positivas, no sólo asistenciales. Un desarrollo inequitativo y depredador del medio ambiente nos puede dejar en el corto plazo sin agua y sin comida.
Tenemos que unirnos, ayudar a salir de esta trabazón, aupar a los gobiernos, denunciar, actuar. No podemos quedarnos como simples espectadores. Obligar que las instituciones ligadas directa y colateralmente a esta situación pertinente, tomen las medidas correspondientes con carácter urgente. Es cuestión de humanidad, no de despilfarro de los bienes públicos.
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