Columnistas
¿Y ahora qué? Incertidumbre y desengaño
Por Carlos Payares González
Aunque creo que no todos los votos por el NO al Acuerdo de Paz son partidarios del llamado uribismo, no me cabe duda que fue este movimiento de extrema derecha el que con sus figuras más connotadas agitó a la opinión pública por el NO durante la pasada campaña plebiscitaria. En el mismo sentido actuaron diferentes iglesias (contadas excepciones individuales) en el país bajo el acuñado sofisma de que el Acuerdo cargaba en su texto la aceptación de una ideología de género. En efecto, hoy Uribe y compañía (incluyendo al exprocurador Ordoñez) se han apropiado del NO para exigir que deben ser escuchados sus cuestionamientos, a su particular manera, tanto por parte del Gobierno Nacional como por los subversivos de las Farc-EP. En carta cabal ahora las Farc-EP tendrán que negociar no con Santos sino con Uribe. Colombia amaneció de facto con dos Presidentes sobre el tema de la PAZ.
¿Qué institucionalidad puede tener el uribismo para renegociar el Acuerdo de La Habana? ¿Entonces los que votamos por el SÍ no ameritamos también una representación en la utópica renegociación con las Farc-EP? ¿Quién dijo que los del SÍ no tenemos también algunos reparos al Acuerdo? Sin embargo, lo que busca el uribismo ahora es un ‘Pacto Nacional’ para restarle influencia al presidente Santos y que se termine aprobando una PAZ que lleve el sello de Uribe Vélez. Tendrán que disputarse entre los dos, cosa que veo ahora más difícil, el premio Nobel de la Paz. La Paz, que es un derecho ciudadano y un deber del Estado, terminará siendo convertida en simple medio o ‘juguete’ para el protagonismo de políticos insensibles y guerreristas.
Es por eso que el triunfo del NO cogió a los uribistas con los pantalones abajo. No tienen propuestas ni metodologías concretas para renegociar y solo hasta ahora empezarán a estudiarlas. Lo cierto es que el gobierno de Santos dio muestras de no tener una opinión favorable la mayoría de los colombianos.
El desgano con el cual su gobierno ha atendido los problemas y las necesidades más sentidas de los colombianos es a todas luces ineficiente. Pero, además, se reservó para el final lo que se venía acordando con las Farc-EP cuando se pudo haber hecho una pedagogía desde el primer momento para evitar las falacias de los opositores. Amén de cargar en su seno a funcionarios que no le apostaron de manera leal a la PAZ.
El desprestigio de las Farc-EP ha sido aún peor: 52 años echando plomo, secuestrando, asesinando, extorsionado, traficando y un etcétera bien largo, las ha llevado a una animadversión de buena parte del pueblo colombiano. Ambos han perdido la nota ante la credibilidad de la opinión pública.
El uribismo tratará de convertirse en la principal fuerza política de Colombia en razón de haberse enfrentado en el plebiscito a todos los demás partidos y movimientos y haberlos derrotado (así sea pírricamente) en la consulta plebiscitaria. Creen que el resultado les pertenece. Otra cosa que es bien cierta es que los partidos tradicionales (de derecha y de izquierda) no se volcaron durante la campaña plebiscitaria a las barriadas y al campo para convencer a la gente de la importancia de la Paz.
Lo de Cambio Radical fue algo vergonzoso, dado que, a pesar de tener la Vicepresidencia y varios ministerios, “apoyaron, pero no aprobaron” el Acuerdo de La Habana. En general, las élites de este país, que no van ni ponen hijos para la guerra, estuvieron somnolientas, tanto como buena parte del Gobierno Nacional. Solo contadas excepciones, algunos movimientos y líderes políticos sudaron la camiseta por el Sí a la Paz; por eso reconocemos el esfuerzo que hizo Fuerza Ciudadana liderada por Carlos Caicedo Omar en 59 municipios de toda la Costa Caribe a donde llegó la Caravana por el Sí a la Paz.
Reconocemos igualmente el trabajo del Alcalde Rafael Martínez en Santa Marta haciendo pedagogía por la Paz.
El ‘melanoma’ del Departamento fue el municipio de Ciénaga, en donde el Partido Cambio Radical, con toda su plana mayor en el Caribe hizo un evento musical por la Paz con más de 20 mil personas asistentes, pero que ‘a la hora del té’ terminó ganando el NO en dicho ente territorial. Queda una vez más claro que esa no es la manera de hacer pedagogía política.
Ahora el uribismo pretenderá revisar punto por punto de las 297 páginas del Acuerdo de La Habana. Es volver a empezar con discusiones que serán bien agrias para las partes. Los uribistas tratarán de darle un giro de 180 grados al Acuerdo, por lo contrario, no tenía ningún sentido oponerse tan radicalmente como lo hicieron sus detractores durante la campaña plebiscitaria. No nos echemos mentiras: es volver a empezar; lo que desengaña y nos hace hasta cierto punto unos pesimistas. O mejor: unos optimistas bien informados, dado que los uribistas lo que quieren es un Acuerdo mucho más duro con los miembros de las Farc-EP y que proteja intereses económicos y políticos de sus castas aliadas.
El nuevo ‘Pacto Nacional’ es un embeleco para cobrarle cuentas a Santos y una burla a quienes de verdad queremos la Paz para Colombia. El Presidente tendrá que apretarse en otro agujero el cinturón ante la dosis de prepotencia que se le viene encima. Lo tratarán de borrar de la historia para darle paso a la Paz de los guerreros del uribismo: mesiánicos y salvadores de Colombia. Los desmemoriados.
Se trata de otra Paz que no sabemos cuál sería. Habrá que esperar que es lo que se propone ahora y si las Farc-EP acepta el tono de vencedores del Uribe-ordoñismo. Y si Gobierno y subversivos aceptan los nuevos delegados de paz que se pretenderán imponer a las actuales partes. Mientras tanto, nadie se hará responsable si la sepulturera guerra padecida llegase a reactivarse de nuevo.
Lo del domingo no fue, como lo dicen Uribe y Compañía, un triunfo de la democracia, porque no es un mero tema cuantitativo (la mitad más 0.2 %), sino también un tema cualitativo. Lo que triunfó no fue la sensatez y la racionalidad, sino las mentiras y los diretes de los más enconados detractores del Acuerdo. Amanecerá y veremos.
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