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La Heroica, cuna Caribe de La Independencia
Aunque la declaratoria de independencia de Cartagena está reconocida en el calendario como una fiesta nacional, a su celebración no se le da misma resonancia que a la del 20 de julio, incluso, su conmemoración es sujeta a trasladarse a un lunes, de acuerdo con la Ley Emiliani.
Los cartageneros piden que su ciudad retome de manera justa, el lugar de privilegio que debe ocupar en la memoria histórica y colectiva de Colombia. Este objetivo, sin dudas, debe ser una bandera de todo el Caribe.
“Aunque la declaratoria del 20 de julio contiene los principios fundamentales de Independencia, esta fue una especie de acuerdo de gobierno con España para la continuidad del virreinato con algunas condiciones de autonomía. Sin embargo, la de Cartagena fue una declaración de independencia radical, no negociable e incluso con la decisión de derramarse hasta la última gota de sangre antes que faltar a ese sagrado compromiso”, afirma Moisés Álvarez, director del Museo Histórico de Cartagena.
Cartagena era la segunda ciudad más importante de Suramérica después de la ciudad de Caracas en Venezuela, y se pronunció su independencia de España el 11 de noviembre de 1811. Por esta decisión y fecha histórica, Cartagena se atrevió a hacer frente al imperio español, y, por tanto, fueron realizados y emprendidos acontecimientos de gran importancia para liberar a la ciudad de la servidumbre.
Este período duró alrededor de 10 años, marcando victorias y derrotas, Cartagena empezó a controlar su destino y a crear las bases para su independencia y evolución. Es durante este tiempo que apareció Simón Bolívar el liberador, el cual sigue siendo uno de los personajes más importante de Colombia.
Para el docente catedrático de la Universidad Sergio Arboleda, Marcos Rosado “la independencia de Cartagena es un hito histórico dentro de la historia de independencia granadina y es el primer paso a lo que se refiere en Colombia al movimiento independentista, todo depende de cómo se vea, desde el punto de vista económico o político, en la historia no se ve solo ya como algo histórico sino como algo que tiene que ver con intereses, es evidente que el grito de independencia de los cartageneros inicia la lucha por la libertad nuestra independencia”.
En palabras del Alfonso Munera, director del Instituto Internacional de Estudios del Caribe de la Universidad de Cartagena: “Al mes de noviembre de 1811 ninguna ciudad del virreinato se había declarado libre. La primera fue Cartagena y por razones militares Bogotá no lo hubiera hecho antes. La determinación de Cartagena inspiró a otras ciudades importantes a tomar la decisión de independizarse sin mayores riesgos. Luego vino la Patria Boba, la reconquista de Morillo y la campaña libertadora de Bolívar”.
“Puede parecer frívolo, pero se nos ha enseñado de que Atanasio Girardot murió en el combate, envuelto en la bandera republicana tricolor, pero no, fue en la bandera que se ve en el carnaval de Barranquilla que,aunque es la bandera de Barranquilla era la bandera del estado de Cartagena y hasta en eso influye la historia de Cartagena” explicó.
CARTAGENA VS SANTAFÉ
Al consultar al docente sobre el porqué se prefiere a Santafé sobre Cartagena expresa “al fin y al cabo Santa Fe era la capital y lo sigue siendo, la capital del Virreinato de la Nueva Granada, pero desde un punto de vista objetivo y practico el grito de Cartagena es fundamental y tiene tanta importancia como el llamamiento a la insubordinación y los hechos del 20 de Julio, si esos hechos tienen tanta trascendencia yo creo que lo de Cartagena lo duplica”.
“Quizá el grito de independencia de Cartagena no ha tenido la trascendencia por esa guerra entre Santa Marta y Cartagena siendo Santa Marta Realista y Cartagena independentista y también por el hecho de que a los caribeños nos ha faltado ensalzar nuestra propia historia, por ejemplo cuando el almirante Francis Drake ataca a Cartagena se dice que no ha habido una flota inglesa que se haya acercado por estos lares del tamaño de la que trajo Francis Drake, los cartageneros derrotaron esa armada y son hechos que prevalecen en el imaginario colectivo pero sin el reconocimiento debido” añade.
Sin embargo, hace énfasis en que los colombianos relacionan la Independencia de Cartagena con el reinado de belleza “eso opaca y genera poca información que hace que confundan semejante cosa tan maravillosa para la historia de Colombia con una fiesta importante pero que opaca la grandeza histórica de la fecha”.
Alfonso Munera, director del Instituto Internacional de Estudios del Caribe de la Universidad de Cartagena, va más allá y escribe para el periódico El Universal de Cartagena un análisis que demuestra el por qué debe Cartagena y el Caribe conseguir mayor reconocimiento.
“En el proceso de independencia de Colombia hay una sucesión de hechos que la historia reseñada desde la Academia de Historia en Bogotá ha olvidado. Cartagena era la Plaza Fuerte del Virreinato. Aquí se concentraba el poder militar y lo que sucediera aquí era determinante para el proceso de radicalización de la independencia de Colombia. Para empezar, el 20 de julio de 1810 nunca se hubiera dado, si un mes antes, el 19 de junio, Cartagena no hubiera tenido la valentía de destituir al gobernador brigadier Francisco Montes y lo hubiera enviado de regreso a España, y nombrara un gobernador encargado, aunque también español, dispuesto a obedecer el cabildo criollo. Ese ejemplo es lo que hace que Bogotá tome la decisión un mes después (20 de julio) de constituirse en junta suprema”.
En ese momento, la elite cartagenera estaba unida para lograr la autonomía del puerto, para hacer negociaciones de manera directa, sin interferencias de Bogotá.
Moisés Alvarez explica que la declaratoria de independencia de Cartagena se da al año siguiente como resultado de un proceso en el que se unieron un componente ideológico: Cartagena tenía una elite comercial importante e ilustrada que nutría sus ideas de los acontecimientos que estaban ocurriendo alrededor de la corona española. Por ejemplo, en ese momento España estaba en guerra con Francia y los criollos temían que, en su afán de conservar el poder, el virrey declarara su lealtad al usurpador francés, llegado el caso.
Un componente económico: Cartagena era el principal puerto comercial del virreinato y España y Bogotá se oponían a que los comerciantes de aquí negociaran libremente. Este era un punto álgido porque de lo que sucediera en Cartagena dependía buena parte de la estabilidad política y económica del imperio.
Y un componente social: la presión ejercida por el ejército popular Lanceros de Getsemaní, liderada por el artesano Pedro Romero.
Judith Pinedo exalcaldesa de Cartagena expone al respecto que a principios del siglo XX, el 20 de julio de 1810 se convirtió en la fecha conmemorativa de la emancipación nacional. En 1907, por medio de una ley, el gobierno de Rafael Reyes impuso la fecha. Eran tiempos en que el país todavía lloraba amargamente la perdida de Panamá luego de la fatídica Guerra de los Mil días y los partidos políticos tradicionales trataban de deponer sus seculares odios.
Había que encontrar una fecha emblemática de construcción nacional desde el centro que diera la sensación de unidad en tiempos de fragmentación y discordia partidista. Comenzaría así la hegemonía simbólica del centro a costa del olvido o la negación de los logros de igualdad, justicia y libertad de la independencia de Cartagena de Indias.
Sin embargo, asegura que el 20 de julio de 1810, en ningún momento tuvo la intención de declarar la independencia absoluta de España. Si bien se transfirieron los derechos a una Junta Suprema, el virrey Amar y Borbón fue nombrado como su presidente y se siguió reconociendo la figura de Fernando VII como soberano de estos territorios.
Más aún, la posterior salida del virrey se debe más a acusaciones que hablaban de sus supuestas simpatías con las ideas francesas -nación que precisamente tenía sometida a la mayor parte de España- y no a un claro interés por sacudirse del dominio metropolitano.
También sabemos que el 20 de julio no hubiera ocurrido sin hechos previos acontecidos en Cartagena.En medio de la crisis española y del vacío de poder presentado en España debido a la invasión de Napoleón en 1808 la metrópoli buscó ganarse el apoyo de los territorios americanos. El comisionado regio Antonio Villavicencio llegó a Cartagena y el 22 de mayo de 1810 la ciudad formó una Junta de Gobierno. Un mes más tarde, el 14 de junio de 1810, esta Junta de Gobierno, en un hecho sin precedentes, expulsó al gobernador español Francisco Montes.
De modo que los acontecimientos del 20 de julio de 1810, tienen como antecedente y fundamento las expresiones de autonomía que unos meses antes había mostrado la Junta de Gobierno de Cartagena. Además de las acciones de la Junta, estos tiempos se caracterizaron por una importante movilización popular que abrasaba la posibilidad del establecimiento de la igualdad jurídica para todos.
De incuestionable riqueza literaria, el Acta de Independencia absoluta de Cartagena de Indias, publicado el 26 de noviembre de 1811, es uno de los documentos de mayor radicalidad en toda América en la concepción de las ideas políticas. En una prosa que asombra por su claridad, el Acta defiende el derecho que tiene todo pueblo a “separarse de un gobierno que lo hace desgraciado”. Por esta razón, en nombre del pueblo y apelando a los principios imparciales de la justicia, se declara “a la faz de todo el mundo, que la Provincia de Cartagena de Indias es desde hoy de hecho y por derecho Estado libre, soberano é independiente”.
Estos principios quedarían también consignados en la Constitución del Estado de Cartagena de Indias, expedida el 14 de junio de 1812. La constitución se componía de 25 títulos en los que se consignaron los principios de los derechos naturales y sociales del hombre, la forma de gobierno y sus fundamentos, la división de los poderes, los asuntos pertinentes a la relación del Estado con la religión y los principios de la instrucción pública, entre otros puntos relacionados con el inédito proceso de construir estados modernos en estos territorios.
¿CÓMO FUE LA INDEPENDENCIA DE CARTAGENA?
Fundada por Pedro de Heredia en 1533, desde sus inicios Cartagena de Indias se posicionó como puerto estratégico para la defensa de las posesiones españolas en América del Sur, para el comercio exterior y como caja fuerte del oro en tránsito camino a España. Siempre estuvo amenazada por corsarios y piratas en búsqueda de grandes tesoros y botines, entre los que sobresalieron Sir Francis Drake, el Barón de Pointis y el Almirante Edward Vernon, quien fracasó en su poderoso intento de toma de la ciudad en 1741.
Cartagena, fue la ciudad de la América Española que más recursos exigía, los que eran invertidos en la construcción de fortificaciones, armamento, hospitales y pagos a las tropas. Gran parte de estos recursos, llegaban a Cartagena, como “situados”, que eran sumas de dinero provenientes de la Caja Real de Santafé, que a su vez, recaudaba el pago de los impuestos coloniales provenientes de las distintas regiones del Nuevo Reino.
Durante la independencia, la primera Junta de Gobierno de Cartagena, leal al rey Fernando VII, se estableció en el 22 de mayo de 1810, reconociendo la autoridad del Consejo de Regencia. Días después, el presidente de esta Junta fue depuesto por conspirar contra España y ser partidario de las ideas de Napoleón. Sin embargo, y a pesar de la obediencia de la Junta al Consejo de Regencia, había posturas políticas encontradas en su interior.
Los hermanos Gutiérrez de Piñeres, influyentes políticos y hombres de negocios cartageneros, lideraron el movimiento contra los defensores de la sujeción al rey: se agruparon en el barrio Getsemaní el 11 de noviembre de 1811, estimularon al pueblo y parte de las tropas a presionar a la Junta de Gobierno, que debía pronunciarse sobre la propuesta de Germán Gutiérrez de Piñeres de declarar la independencia absoluta de la Corona Española, que además exigía la conformación de tres ramas del poder público, la ocupación de cargos públicos y militares por parte de los criollos y la abolición de la Inquisición.
Durante el período independentista, así como sucedió en otras regiones del país, la falta de recursos para financiar las revueltas patriotas obligó a Cartagena a solicitar préstamos internos a sus comerciantes y a las comunidades religiosas, y a emitir los primeros billetes y las primeras monedas independientes que se conocen.
Desde tempranas horas del 11 de noviembre de 1811 una muchedumbre se dirigió al lugar de sesiones de la Junta de Gobierno de Cartagena después de asaltar la sala de armas, localizada en la Plaza de la Aduana. La muchedumbre armada y respaldada por el batallón patriota Lanceros de Getsemaní, al frente del cual estaba el fundidor cubano Pedro Romero, en medio de gritos y amenazas terminó apostada frente a la Gobernación a la espera de una decisión.
En estas circunstancias la sesión de la junta avanzó en medio de recriminaciones por parte de los bandos en disputa. La demora llevó de nuevo a la muchedumbre a irrumpir en la sala agraviando de palabra a quienes se oponían a la declaratoria de independencia absoluta de España. Al final, la presión popular obligó a su aprobación, junto con otras de interés público, como el destierro de los implicados en actos contrarrevolucionarios y la convocatoria de una convención constituyente para los primeros días del siguiente año.
Pero fue la declaratoria de independencia absoluta de Cartagena anunciada a la muchedumbre por el comisionado Muñoz la que ocupó la atención del pueblo, especialmente con la publicación del acta y la lectura de un bando, en el que se promulgaba la decisión de separarse para siempre del yugo español, y de «derramar hasta la última gota de sangre antes que faltar a tan sagrado comprometimiento».
Este aspecto proporcionó al 11 de noviembre de 1811 un significado inédito en la historia de Colombia, pero, al mismo tiempo, lo hizo un acontecimiento diferente a la independencia de otras ciudades. No por la simple participación popular, pues esta también se dio en Santa Fe, Cali, Socorro, Mompox y Tunja, sino porque en Cartagena fue el pueblo el actor principal y el que, en últimas, le imprimió el sello radical al acontecimiento de independencia absoluta. Aún más, entre los signatarios de la Constitución del Estado de Cartagena elaborada en 1812 aparecen dirigentes populares como Pedro Romero y Cecilio Rojas. Otro artesano, Pedro Medrano, terminó siendo miembro del Colegio Electoral que reformó la Constitución en 1814, en medio de unas sesiones igual de acaloradas a las de 1811.
A partir de ese momento, alrededor del 11 de noviembre de 1811 se construyó todo el imaginario político del pueblo cartagenero. Luego de ese acontecimiento sería frecuente el uso en el vocabulario político de los sectores populares de las palabras independencia, libertad e igualdad. Es posible que con la apropiación de ese lenguaje ellos mismos evitaran una revuelta como la de Haití, donde la Independencia fue un acontecimiento que se caracterizó por una subversión sangrienta del orden social.
Sin embargo, en Cartagena lo que no se pudo evitar fue la capacidad de las élites por apropiarse del significado y sentido histórico de este acontecimiento, para manejarlo y acomodarlo a su imaginario social y político.
En efecto, de una fiesta republicana con su simbología y rituales cívicos durante el siglo XIX dio paso en la siguiente centuria a un evento social cuya máxima expresión es el Concurso Nacional de Belleza.
En 1933 la Fiesta Republicana, con sus rituales cívicos y galería de héroes, fue reemplazada por el desfile de ‘diosas’ emblemáticas de la belleza nacional. El que sería el primer concurso nacional de belleza coincidiría con el cuarto centenario de la fundación de la ciudad y la culminación de las obras del muelle marítimo.
El carácter nacional de la fecha es indiscutible, la ruptura histórica del acontecimiento de ese día de 1811 está fijada en la memoria de los colombianos que continuamente la repiten. Rafael Núñez, el 11 de noviembre de 1887 hizo estrenar en el teatro Variedades de Bogotá el que sería el Himno de Colombia. Un canto que fue hecho para Cartagena, pero nacionalizado mediante la ley 33 del 28 de octubre de 1920.
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