Columnistas
Elevar la economía
Por Rubén Darío Ceballos
Fácil, muy fácil, es criticar, quejarse, demeritar. Difícil, harto difícil, es proponer, proyectar, prospectar, consensuar, consolidar recomendaciones, tales como: Reducir la pobreza; lo que bien podemos materializar estructurando de manera suficiente zonas económicas especiales con industrias productivas, superior calidad educativa técnica y media superior, y una reforma fiscal que permita un mejor sistema de seguridad social para superar con creces la pobreza general, la pobreza extrema y la pobreza salarial de un número importante de nuestros pobladores. Es permitirnos como ente territorial adecuaciones fiscales desde y con las cuales financiar en mejor forma nuestras más sentidas necesidades.
Aumentar la inversión privada, para lo que es necesario crear regulaciones propicias para que se abran nuevas empresas y hacer crecer las ya existentes. Estudiar a fondo y analizar qué trámites son realmente necesarios, importando el concurso de las autoridades con asociaciones de emprendedores. Reconocidos y detallados los trámites mínimos necesarios para empezar una empresa, debe establecerse que las solicitudes se interpreten como aceptadas a falta de respuesta de la autoridad correspondiente como regla general para la regulación de apertura de las empresas, y otorgar certificaciones que permitan por un tiempo despreocuparse de tramitologías perniciosas, ocuparse de producir, ser competitivas y atender lo concerniente a la seguridad.
Potenciar valores agregados a todo cuanto produzcamos, sobre todo, destinado a la exportación, creando una base que ofrezca soluciones en tiempo real, detectar los principales obstáculos que enfrentan, y proponer soluciones. Importa que crezcamos a tasas altas, las cuales determinarán la generación de empleos formales y crecer económicamente de manera considerable y oportuna. Urgen cambios, dejar de quejarse y proponer más. Tenemos que empezar a entender que los resultados económicos no son un fin en sí mismos, sino un medio, que puede servir para aumentar el bienestar. Ejemplos abundan de las economías con buenos resultados económicos y mediocres resultados sociales. Lo económico, si bien es una es una condición necesaria, no siempre es ni será suficiente para elevar el bienestar.
Una economía puede atravesar por una fase de crecimiento, medido por los aumentos en el PBI, pero no desarrollar, es decir, aumentar la calidad de vida de la población. El crecimiento tiene una connotación material, producir más, mientras que el desarrollo está vinculado con el bienestar. Si las empresas producen más, el gobierno recauda más y, en consecuencia, aumenta la capacidad de gasto del Estado; y, dependiendo de los sectores que lideren el crecimiento, generará empleo.
El hecho que el Estado tenga dinero cuando crece, no significa que sepa cómo gastarlo; ni que se verán los efectos de las políticas sociales ya, sino en el mediano y largo plazo (suponiendo que hayan estado bien diseñadas e implementadas y no alteradas por los nuevos gobiernos); tampoco que desaparezcan los niveles de desigualdad (ingresos, oportunidades y regionales); como tampoco acceso a servicios básicos de calidad; educación y salud; lo que impone asertividad y sindéresis en el manejo económico local, municipal y departamental.
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