Metrópolis
La regeneración urbanística del Mercado Público
En el mundo son declarados patrimonios culturales
Hoy, el centro de abastos es el lado positivo de Santa Marta. Es el lugar donde los vendedores informales tienen la oportunidad de trabajar en óptimas condiciones; los samarios, la posibilidad de llevar alimentos en buen estado y a precios económicos.
Reconstruir y regenerar al Mercado Público de Santa Marta era un sueño impostergable que se hizo realidad cuando el Juzgado Séptimo Administrativo concedió la medida cautelar solicitada por el entonces alcalde Carlos Caicedo, para tomar posesión de los predios y poner en funcionamiento la edificación que desde hacía más de diez años se había convertido en un ‘elefante blanco’ de la ciudad.
Los políticos en los discursos siempre tuvieron presente la necesidad de hacer algo importante por el Mercado, de hacer de este un mejor lugar, pero la falta de voluntad y la poca visión se los impidió. Solo fue posible hacer realidad este viejo anhelo cuando se generó un sistema de gestión capaz de canalizar una intervención realmente transformadora.
Para entender el proceso que ha vivido el Mercado Público de Santa Marta es importante señalar los antecedentes que hicieron inaplazables asumir el reto de una verdadera y profunda transformación urbana en este lugar que hace parte de la idiosincrasia del samario, donde la mayoría dejó de visitarlo por la degeneración, el desorden y la inseguridad.
“Las plazas de mercado en el Caribe eran el modelo predominante, los productos llegaban a los graneros y se despachaban sin generar mucha contaminación ambiental. Esta tendencia cambió a sistemas de máquinas de producción y de mercadeo que empacaban los alimentos para venderlos en los supermercados, “lo cual ha generado toneladas de basuras, pero esta situación que se observaba en este siglo, ha llevado al retorno de recuperar los espacios”, explicó el arquitecto Carlos Bell Lemus, docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Atlántico.
La sociedad está en permanente crecimiento y se afrontan problemas de seguridad alimentaria, por tanto, el Estado debe idear estrategias que disminuyan la insuficiencia de productos alimenticios, por eso la importancia de recuperar el mercado, como el de Santa Marta, donde los productos del campo se industrializan para garantizar la cadena alimenticia.
Además, la baja calidad de vida ha originado que la sociedad cuestione los procesos industriales adelantados por los supermercados, donde se desnaturalizan los productos provocando daños a la salud del ser humano, que hoy prefiere ir a la plaza de mercado por alimentos orgánicos.
Hoy se combinan los dos métodos, por un lado, sigue la tendencia predominante de los productos empaquetados; por el otro, se retoma la forma de proveer los alimentos sin intermediación.
“Los modelos de mercados tenían ese valor de entregar alimentos frescos, sin embargo, los problemas de higiene, de salubridad, provocaron su desaparición. Es importante rescatar la cultura de la plaza pública, la venta directa a granel conservando criterios de salud ambiental, de salubridad y sostenibilidad ambiental en la infraestructura”, señala el arquitecto Bell Lemus.
Para el arquitecto Bell, desde un concepto urbanístico, es importante rescatar el centro de abastos de Santa Marta, porque es donde se complementan las actividades de los supermercados, porque estos no desaparecerán. “Tener un mercado en óptimas condiciones genera la posibilidad de que la humanidad se pueda alimentar de mejor manera, y produzca menos residuos. Esto sucede en las ciudades contemporáneas”.
Todas las ciudades antes que existieran los supermercados tenían plazas de mercado que han ido desapareciendo. Estos lugares necesitan complementar la actividad económica como lo hace Europa, donde se mantiene la calidad de vida barrial en el contexto urbano y donde el mercado fue el elemento que cimentó la ciudad europea de la Edad Media como realidad social y económica, y la modeló físicamente. Hoy el mercado europeo continúa y sobrevive frente a los rápidos ciclos de auge y obsolescencia de los nuevos formatos comerciales.
LA DEGENERACIÓN
Durante años la falta de planificación urbanística fue uno de los hechos que dio inicio al proceso de degeneración urbana del Mercado de Santa Marta, este sector solo cobraba importancia y vida en horarios comerciales, pero al caer la noche, la ciudad comenzaba a darle la espalda a uno de sus lugares más importante para la economía.
El Mercado de Santa Marta durante décadas sufrió las devastadoras consecuencias de improvisadas y demagógicas prácticas de sus gobiernos locales, palpables en la desidia en que se encontraba este lugar, donde los derechos de los comerciantes y de los samarios en general, fueron vulnerados por mucho tiempo.
En el 2011, Carlos Eduardo Caicedo, al ser electo alcalde de Santa Marta, asumió el reto de recuperar el Mercado y reconstruirlo con importantes iniciativas de carácter urbano, administrativo y social. Este compromiso lo continuó el actual alcalde Rafael Martínez, quien materializó el proceso de regeneración urbanística que hoy está en pleno vigor para el disfrute de todos los habitantes del Distrito.
“Santa Marta es una ciudad que se caracteriza porque la gente vive y mercadea diariamente. La cotidianidad es comprar en el mercado, un importante escenario que se perdió durante muchos años por las condiciones de insalubridad. Hoy, ha traído beneficios al ciudadano la recuperación del espacio público y complacencia por las condiciones dignas en las que se expenden los productos”, manifestó Eduardo Forero Lloreda, director del Programa de Antropología de Unimagdalena.
Hoy la estrategia fundamental de este proceso se centra en el fortalecimiento de la plaza pública como polo de desarrollo económico, donde se reafirme la integridad y diversidad de sus funciones, espacios y usos del suelo. La transformación urbanística del Mercado es tan palpable que hasta el ciego más ciego la puede ver.
Después de 12 años de abandono, olvido y desidia, se materializa la recuperación del Mercado Público de Santa Marta, resultado del progreso y la recuperación urbanística y la restitución de calles que estaban perdidas. “Es fundamental que se le garantice a la gente la posibilidad de tener un escenario digno donde pueda conseguir sus alimentos frescos, sin olvidar que en cada barrio popular hay un pequeño mercado que requiere del interés de las autoridades y conocer esa cultura económica de los samarios”, señala el director del Programa de Antropología de la Unimagdalena.
La Sierra Nevada activa la productividad del campo para abastecer a la comunidad y a su vez origina modelos de comercialización de alimentos en la plaza del Mercado de Santa Marta de forma permanente o transitoria. “La tendencia es construir ciudades sostenibles, donde el campo juegue un papel fundamental en la economía como lo hace el carbón y el petróleo. Se debe tratar de producir menos desperdicio”, indica el arquitecto Bell Lemus.
En los mercados se pueden combinar cada vez más el vínculo con el pasado, los nuevos hábitos y las nuevas formas de la multiculturalidad urbana. Se perfilan como elementos relevantes en un momento de giro cultural en el urbanismo.
El gran valor de los mercados europeos
El IX Congreso Internacional de Mercados Públicos de Barcelona declaró como espacios públicos vitales que permiten el intercambio diario entre compradores y productores locales, los mercados públicos tanto de gestión pública como de gestión privada, que deben esforzarse en conservar, reforzar y ampliar, porque acumulan un patrimonio cultural e histórico. A diferencia de otras formas de iniciativas comerciales, los mercados públicos no solo son de gestión pública, sino que tienen vocación pública, y aportan un gran valor a la salud económica, social, física y ambiental de las comunidades a las que sirven en Europa.
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