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Los efectos de la migración venezolana en Santa Marta

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La masiva migración proveniente del vecino país es un problema en diferentes municipios, Santa Marta es uno de ellos, donde cada vez más venezolanos se tropiezan con una nueva realidad que les ofrece pocas oportunidades.

Por: Martha Salazar

Con un producto interno bruto (PIB) del 11.8% durante el periodo comprendido entre 2004 y 2007, Venezuela se proclamó como uno de los países en Latinoamérica con la tasa más alta de crecimiento económico.

Lo anterior, incluso estuvo por encima de Arabia Saudita, una de las naciones más representativas a nivel mundial en relación al suministro de petróleo como principal fuente de ingresos. Ahora bien, la historia de Venezuela en los últimos años no tiene rastro de aquel idilio que el ex presidente Hugo Chávez mostró.

Actualmente se está ante un Estado al que Nicolás Maduro ha llevado al límite con una inflación que en septiembre de 2015 aumentó al 141%, y que para finales de 2016 alcanzó el 206% según las predicciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Más allá de los análisis económicos y la caída exorbitante de los precios del barril de petróleo en el mercado internacional, la crisis en Venezuela ha tomado rumbos inconcebibles, de ahí que tantos venezolanos hayan decidido migrar hacia Colombia en busca de una mejor calidad de vida.

La cifras que sostiene el Laboratorio Internacional de Migraciones (LIM) aseguran que en los últimos 20 años han llegado a Colombia aproximadamente 900 mil ciudadanos venezolanos, superando entonces el total de 1,8% de la población. Sin embargo, son ahora casi que innumerables los motivos que los lleva a emigrar.

La escasez de medicamentos, las largas filas para conseguir artículos de la canasta familiar, la violencia por parte de la fuerza pública contra la población civil, la censura mediática, la persecución política, los saqueos, el colapso del sistema de salud, no son las únicas razones.

También hay un incremento de muertes de animales por inanición, están más altos los niveles de delincuencia y el cierre de la frontera como única alternativa para conseguir alimentos, son algunas más de las consecuencias de la que muchos medios, organismos y Estados llaman dictadura de Maduro.

Con lo anterior, según Migración, se ha registrado “un aumento en la entrega de cédulas de extranjería a venezolanos de 112 por ciento, entre los años 2007 y 2011, y un aumento mayor del 211 por ciento en solo dos años, de 2012 a 2014, con un total de 37.164 cédulas emitidas solo para venezolanos”.

Además, añaden que no existe un cálculo preciso sobre aquellos que se encuentra de manera irregular dentro del territorio, pero se sospecha que es una causa-efecto del considerablemente aumento de deportados y de capturados por cometer delitos, especialmente atracos.

Santa Marta no ha estado exenta de esta realidad. José Luis González García, es oriundo de Valera (Trujillo), es uno de los tantos venezolanos que ha arribado en un intento desesperado por dejar atrás la trágica situación de su país. Relata una realidad que no dista en lo absoluto de lo que se ve a diario en los noticieros y periódicos.

“Hace dos meses me vine para Colombia con mi esposa y mis tres hijos. La verdad es que mi patria se acabó desde que Maduro entró al poder porque mandó a la basura todo el legado de Chávez. Es imposible que se dé un golpe de Estado porque no hay un solo militar que no esté del lado del gobierno”.

Asegura que no hay comida en su país. Y es que efectivamente se ha demostrado que Venezuela no es pobre, lo que sucede, entonces, podría decirse que se debe a una mala administración. José, un poco exaltado, añade:

“Claro que hay dinero porque de una manera u otra se rebusca el empleo, pero de qué te sirve eso si los supermercados están vacíos. Las colas son interminables, la gente no se lava los dientes porque no se consigue crema dental, las empresas están quebrando por falta de materia prima”.

Pese a todo lo anterior, existen aún personas convencidas con aquel ideal de revolución que Maduro abstrae cada vez más. La causa es que durante el gobierno de Chávez “todo era gratis”, es decir, aquellos que se casaran el gobierno les daba casa, muebles, electrodomésticos y dinero para empezar su familia.

Por otro lado, sus políticas también respaldaron el programa Hijo de Venezuela donde por cada niño se entregaba un subsidio económico para su bienestar. Y otra garantía era que, por ley, si se le arrendaba una casa a una pareja con hijos ese espacio prácticamente dejaba de ser del dueño.

Lo anterior, ocasionó que las familias empezaran a triplicarse y las mujeres a tener más hijos; pero cuando la crisis afectó la moneda todo dejó de ser igual. Por ejemplo: el sueldo mínimo está en unos 4 mil bolívares semanales y una bolsa de harina se consigue en mil ochocientos bolívares y el queso en 3 mil.

Circunstancia que, para el caso de Santa Marta, ha visado el panorama de las calles con un amplio espectro de venezolanos. Muchos de ellos se dedican al trabajo informal o callejero como Edmony Graterol, quien hace malabares desde el 2014 pero, al ser la moneda el medio de pago, este dejó de darle frutos.

Tiene 24 años, llegó de Amazonas, Venezuela; y desde hace menos de un año se ubica por distintos semáforos de nuestro núcleo urbano. Al iniciar, cuenta que: “hace poco antes de venirme me dieron 5 monedas de un bolívar, las dejé ahí en un faro y al pasar dos días después, las monedas seguían en el mismo lugar”.

Previo al show procede a maquillarse, colocarse la nariz y complementar su vestuario con algunos accesorios. Edmony agrega: “me ha costado el cambio de la moneda, recibir tantas monedas y poder comprar con ellas. Allá la moneda de un bolívar está por desaparecer”. Se dispone a calentar, sacude sus pies y sale.

Edmony es un joven entusiasta. Dice estudiar diseño gráfico pero “el circo ha sido una alternativa de trabajo para sostenerme económicamente”; sin embargo, en su arte, donde se depende de la colaboración, la moneda ya es un pago demasiado insignificante en su país. Por eso hoy se encuentra en la capital del Magdalena.

Y como él, o José, muchas personas más. Surgiendo la inquietante duda de si esto ha sido el motor que ha propulsado la delincuencia, o si simplemente existe una amenaza latente que ataca bajo el oportuno señalamiento que ya hoy muchos titubean contra los venezolanos, culpándolos de los infortunios de la ciudad.

Así, ambos personajes manifiestan que se han sentido en su casa, no obstante, cada día encuentran más personas que excepciona el matiz del “colombiano colaborador”. Pero, lo cierto es que el Departamento, y el país, no está en condiciones de refugiar a tantas personas; lo que ha creado un choque inminente.

Con esto se puede concluir que Colombia carga una cruz que se desbordó debido a la crisis humanitaria que padece su nación hermana, a la que cualquier entendimiento cercano que se puede estar de ella sólo es posible a través de los ojos de dos seres humano (como los de José y Edmony) llenos de honestidad.

Pero la carga a cuestas de la historia de todo un pueblo que llevan hoy los venezolanos, se ha convertido en una preocupación para las administraciones públicas, pues se afianzan brechas en lo social, educativo, económico y cultural que ya padece todo el país y de las cuales se tiene pocas alternativas de solución.

 

 

 

 

 

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